El dilema de Rodríguez Larreta: sintonía fina para 2023, la ofensiva de Bullrich, el rol de Monzó y la apuesta de Macri


Horacio Rodríguez Larreta tiene un gigantesco dilema. No es nuevo, pero recrudeció en las últimas semanas. Está presionado por todos lados. La aceleración del proyecto presidencial de Patricia Bullrich. Los vaivenes de Mauricio Macri sobre su propio futuro y la interna opositora. Los malabares para apuntalar la gestión en medio de la crisis nacional y el recorte de fondos porteños. El Círculo Rojo que le exige protagonismo y definiciones explícitas. La cautela que le aconsejan su instinto y sus asesores (además de las encuestas) acerca de que no debe apurar su plan para 2023 y, a la vez, de que tiene que dar señales inequívocas de su objetivo.
¿Cómo resolver este explosivo cóctel sin caer en el intento? El jefe de Gobierno no se aparta un centímetro de su estrategia, aunque evalúa una sintonía fina en su carrera hacia la Casa Rosada. No habrá cambios revolucionarios, aunque sí un refuerzo de lo que viene haciendo. No se descarta que a mediados de este año se conozcan algunas de las propuestas de gobierno que elabora un equipo de especialistas y que recién en 2023 iban a difundirse para mostrarlo claramente como un presidenciable preparado para el desafío.
En materia económica, por ejemplo, hay unas 90 personas trabajando desde hace más de un año en un programa para un eventual gobierno larretista. “En junio o julio empiezan a mostrarse las cartas”, afirma, enigmático, un operador porteño. Hay motivos para que, en contra de su idea inicial, Rodríguez Larreta decida no esperar tanto. Las encuestas le siguen dando un elevado índice de imagen positiva (en la Ciudad de Buenos Aires alcanza al 70% y mantene valores altos en todo el país), pero luego de las elecciones legislativas se verificó una demanda de más dureza y antikirchnerismo en una porción significativa del electorado. Esos niveles se cruzan con una suba del descontento con la dirigencia política y el crecimiento sostenido de un referente antisistema como el libertario Javier Milei.
En el comando del larretismo creen que el fenómeno de Milei tendrá un techo, aunque admiten su preocupación por el nivel de malestar social que representa entre quienes lo apoyan. Por ahora, sin embargo, el jefe de Gobierno mantiene su eje: apuesta a conquistar al 70% de los votos para concretar las profundas reformas que necesita la Argentina, pero ratifica su intención de captarlos no desde los extremos ideológicos sino desde los sectores de la sociedad que se ubican más en el centro. Claro que sin descuidar el voto liberal y de centroderecha: el apoyo de Ricardo López Murphy y José Luis Espert serán decisivos para afianzarse en ese segmento.

Más que nunca, en las filas del jefe de Gobierno están obsesionados por afianzarse en la provincia de Buenos Aires, un distrito clave para ganar las elecciones y garantizar luego la gobernabilidad (allí viven unos 12 millones de electores que representan casi el 40% de total de todo el país). Por eso Rodríguez Larreta recorre a un ritmo de tres visitas por mes algún lugar del territorio bonaerense, tanto del conurbano como del interior. Mantendrá las recorridas en la Provincia acompañado por Diego Santilli, su armador político nacional y candidato a gobernador, quien la semana pasada blanqueó por primera vez su proyecto de suceder a Axel Kicillof: “Tengo toda la vocación, todas las ganas y toda la actitud”, dijo. Ambos viajarán el viernes próximo a la ciudad de Bahía Blanca.
De todas formas, Rodríguez Larreta no descuidará el resto de la Argentina. Ya hay visitas previstas a las provincias gobernadas por Juntos por el Cambio. Hace dos días estuvo en Mendoza para el lanzamiento del PRO Federal, un nuevo sector interno que agrupa a unos 70 dirigentes, legisladores e intendentes de todo el país que quieren tener voz propia ante el “centralismo porteño” de los líderes partidarios. Con Macri presente desde un Zoom y Bullrich con un video, el que sacó provecho en persona de ese auditorio fue el jefe de Gobierno: calificó de “iniciativa fantástica para darle federalismo al partido” y argumentó “que el próximo Presidente debe ser del PRO”. Será decisivo conformar a este flamante sector. Con referentes como Omar De Marchi, Humberto Schiavoni y Federico Angelini, se proponen también incidir en la designación de ministros y secretarios de Estado de un eventual gobierno de JxC.
Los estrategas del alcalde porteño insisten en que, como marcan las encuestas, la gente no quiere que los políticos se peleen, hablen de candidaturas o se anticipen a unas elecciones que son muy lejanas frente a una inflación tan cercana, por ejemplo. Por eso Rodríguez Larreta respetó su espíritu zen para no responder ninguna de las críticas de aliados como Bullrich o el radical Gerardo Morales, que lo tienen en la mira, y concentrarse en la gestión para que sirva como espejo de lo que haría si llega a la Casa Rosada. El slogan “La transformación no para”, que grafica el relanzamiento de la admnistración larretista, también busca que se comparen dos modelos: el de una ciudad en marcha y el de un país que es rehén de los errores y la interna sin fin del gobierno de Alberto Fernández.

Esa estrategia incluye involucrarse en los grandes temas nacionales, sobre los cuales Larreta fija una posición firme, como sucedió en las últimas semanas cuando le contestó a Máximo Kirchner por su ataque al electorado porteño o criticó el plan oficial para regular las redes sociales. Este esquema tan calculado no se altera ni siquiera cuando Bullrich, su principal adversaria en el PRO, sigue avanzando con su estilo demoledor: “Horacio tiene una idea más de negociar que de enfrentar -declaró hace siete días-. Si llega a hacer eso se le van a ir los cuatro años. Ese camino es el de mantener las cosas como están. El cambio tiene que ser más disruptivo y de shock”.
Para el larretismo, esas declaraciones perjudican a la titular del PRO en lugar de dejar mal parado al jefe de Gobierno porque, aseguran, la gente desaprueba ese tipo de ataques personales. Pero, ¿no afectará a Rodríguez Larreta que se consolide la imagen de que es un dirigente moderado y negociador al extremo que no quiere cambios profundos? Sus asesores aseguran que no. Tres días después de los dichos de Bullrich, en la cena por los 40 años de Conciencia, el alcalde porteño se mostró hablando y sonriendo con Sergio Massa, uno de los máximos socios del gobernante Frente de Todos. ¿Le suma o le resta esa foto? Habrá que pedir nuevas encuestas.
Lejos de frenarse, Bullrich incluso fue más allá en su intento de mostrarse presidenciable y lejos de la prudencia larretista: dio a conocer la gira con aires presidenciales en Estados Unidos que comenzará este lunes y luego reunió a unos 30 dirigentes y expertos para empezar a elaborar propuestas de gobierno, en una escenificación que pareció dedicada a quienes a la acusan de no tener equipo ni planes concretos. Allí llamaron la atención las presencias del diputado nacional Hernán Lombardi, uno de los hombres más cercanos a Macri, ya incorporado al elenco bullrichista, y de su colega de bancada Sebastián García De Luca, alineado con Emilio Monzó.
Rodríguez Larreta mantiene una excelente relación con el ex titular de la Cámara de Diputados, pero sigue sin poder convencerlo de que se sume a su proyecto. Monzó, en realidad, da pistas de que apuesta al plan de Bullrich: además de García De Luca, están cerca de la jefa del PRO dos de sus alfiles, el ex diputado Nicolás Massot y el legislador bonaerense Marcelo Daletto. En el monzonismo lo relativizan y aclaran que su líder está en el medio de la interna de Juntos por el Cambio tratando de armar una suerte de “dream team” para que el próximo presidente tenga gobernabilidad, con figuras del PRO, la UCR y peronistas disidentes como Florencio Randazzo y Juan Manuel Urtubey. Sostienen, al mismo tiempo, que el propio Monzó sigue con ganas de competir por la gobernación bonaerense.

En el caso de Lombardi, se trata de un “halcón” que vuela en el mismo sentido que Bullrich y si está trabajando con la ex ministra de Seguridad podría pensarse que es porque Macri respalda su proyecto para 2023. Pero el primo del ex presidente, Jorge Macri, intendente con licencia en Vicente López, es el ministro de Gobierno de Rodríguez Larreta. ¿Un aporte del ex jefe del Estado al equilibrio interno? ¿Juega sus fichas a ambas candidaturas presidenciales para no perder nunca? Por las dudas, Bullrich también le pasó un aviso para que se mantenga prescindente: “La inclinación de Macri por Larreta o por mí sería la división de PRO”, le dijo al diario La Nación.
Macri quiere que Bullrich y Rodríguez Larreta compitan en las PASO para dirimir quién se quedará con la postulación para la Presidencia. La experiencia de las primarias fue una de las claves del triunfo de Juntos por el Cambio en las elecciones de 2021. Algunos asesores del jefe de Gobierno preferirían que no se llegue a esa instancia. Aunque hoy no creen que presentarse con dos candidatos del PRO en las PASO pueda favorecer a un postulante de la UCR, admiten que es un riesgo. Para contrarrestarlo, se perfilan fórmulas mixtas. Por algo el senador radical Alfredo Cornejo no descartó secundar a Bullrich en el binomio presidencial. Gerardo Morales insiste en que el sucesor de Alberto Fernández debe ser radical y bromeó con la posibilidad de llevarlo a Larreta como candidato a vicepresidente. “¿Y si fuera al revés?”, desafían en el larretismo. Si compite, Facundo Manes deberá enfrentarse a un partido que se especializó en ganar elecciones como el PRO. El neurocientífico tiene una imagen positiva elevada, pero aún mantiene el rol de un diputado más de la oposición.
Allí es donde Rodríguez Larreta cree que le puede sacar ventaja a sus competidores internos y externos. Cuenta con un equipo, planes y capacidad de gestión. El Círculo Rojo, ese conglomerado del establishment empresarial, político y mediático del que se quejaba Macri en su administración, apura al alcalde porteño para que brinde definiciones (y garantías) en medio de la zozobra oficialista. Es otra de las aristas del dilema gigantesco del jefe de Gobierno. No es la única. Todos lo presionan. El resiste. Falta mucho para 2023 y, al mismo tiempo, no falta tanto. Debe convencer primero a los propios. Luego a ese 70% que aspira representar. Y después, si gana las elecciones, debería gobernar esta Argentina regida por décadas de frustraciones. ¿Rodríguez Larreta tiene un dilema o una maldición?
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