Se apasionó por la moda y lanzó en Londres una marca de blazers de cuero reciclado fabricada en la Argentina


Manuela Rivadulla tiene 30 años y hace tres que lanzó en Londres una marca de ropa de cuero reciclado, llamada The Zur, confeccionada en nuestro país. El nombre de la marca remite a Avellaneda, su lugar de origen, una zona de curtiembres, donde transcurrió buena parte de su vida.
La relación de Manuela con la moda es más bien intelectual. Viviendo en Buenos Aires no quiso estudiar Diseño de Indumentaria. No le interesaba. Buscaba una perspectiva de la industria un poco más “sociológica, histórica, política”. Por lo que finalmente se decidió por la carrera de Relaciones Internacionales para tener conocimiento sobre lo que estaba pasando en el mundo y entender las dinámicas internacionales y globales. “En paralelo fui leyendo contenido de revistas, historias, películas, muchos blogs en ese momento. Y fui estudiando inglés con artículos de moda. Digamos que la bibliografía y notas de moda eran acotadas en español. Yo los leía todos, pero me quedaba con hambre de más. Suzy Menkes y un montón de periodistas y críticas de moda reconocidas no traducían sus artículos como hoy sí sucede”, relata.
Manuela sabía que tarde o temprano se dedicaría a la moda, dice aunque en ese momento desconocía la cantidad de ramas y posibilidades que ofrece esta industria gigante. Terminaba la carrera de Relaciones Internacionales y se daba cuenta de que estaba muy en otra, respecto de sus compañeros de aula, fuera de las discusiones, de sus primeros trabajos. “Tenía un final e iba leyendo mis libros o revistas de moda que no tenían nada que ver con la política internacional, con lo que tenía que rendir”, recuerda. De todas maneras, está muy agradecida con todos los conocimientos que le dio esa carrera.

Su primer acercamiento a la moda fue como estilista. Creaba sus propias producciones donde para ella era muy importante no solo el vestuario, sino la composición general de la imagen. Trabajó unos meses para una pequeña revista independiente llamada Numeral. Más tarde, consiguió una beca de estudio en Madrid para estudiar marketing y comunicación de marcas de lujo. Así empezó a trabajar en la moda en paralelo en España y ya estaba dedicada en un 100% a su gran pasión.
Los cursos que hizo en Madrid la conectaron con una editora de Vogue España en ese entonces, Eugenia de la Torriente quien le avisó que abrirían unas becas para el Máster de Comunicaciones y Marketing de marcas de lujo. Se postuló y se la concedieron. Primero hizo pasantías en Condé Nast y se quedó colaborando como estilista de Vogue España.
“Después de la beca decidí quedarme en Europa, pero cambiar de rumbo. Decidí irme a Reino Unido. España me dio una gran posibilidad de estudiar con una beca full paga, full scholarship, pero no era Madrid la ciudad donde me quería quedar. Siempre me gustó la importancia que tiene la moda en la sociedad británica. Mi ojo estaba en terminar en Londres y lo pude lograr”, explica.

La argentina se sintió atraída por una de las capitales de la moda, y por las universidades donde estudia la mayor parte de los grandes diseñadores, como lo es Central Saint Martins. También apreció la apertura de la ciudad hacia los estudiantes extranjeros, la diversidad cultural, y que la moda sea tratada como algo serio y no frívolo, como en otros lugares, según pudo constatar. Y compara: mientras Madrid es la meca del fast fashion, en Londres se le da más importancia al diseñador y está en súper auge las prendas vintage. Cuando visitó Londres por primera vez dice que le voló la cabeza por “la diversidad de prendas que había. Es una ciudad muy libre, todo el mundo se pone lo que quiere y nadie te juzga y no vas a pasar ni por ridículo y ni vas a llamar la atención, porque siempre hay alguien al lado tuyo que está como más extravagante. Y es espectacular”, subraya.
En Central Saint Martins hizo un curso de sustentabilidad, contenido que incorporó en la marca que se gestó a mitad de camino entre Londres y Buenos Aires. En junio de 2020 Manuela se mudaba a UK y en noviembre entraban en un nuevo confinamiento. “Yo automáticamente decido volver a Buenos Aires y escapar también del invierno. Y es ahí donde se me despertó la idea de crear algo que estuviese relacionado a las dos culturas y que fuera propio. Y el cuero es muy intrínseco a nuestra cultura, por el gaucho y por todos sus elementos, accesorios y vestimenta. Y además es el subproducto de la industria cárnica, que es como una de las más grandes en la Argentina. El cuero también está muy relacionado a la cultura británica. Justamente por la música, sus orígenes en la estética punk de los setentas y porque nada no hay persona en Londres que no tenga una campera de cuero”, cuenta. De manera que optó por este material de larga vida para iniciar su emprendimiento.
A partir de ese momento empezó a investigar todas las posibilidades del cuero. Muchos de los materiales sustentables llegan de la mano de la tecnología, pero ella se preguntó cómo podría crear con algo ya existente y que tuviera en abundancia. “Me puse a averiguar las maneras que existen de restaurarlo. Mi papa tiene una campera de cuero desde que yo nací y pasaban los años y la campera estaba más espectacular. Todo el mundo alguna vez heredó alguna que otra campera de cuero y no pierde su valor. A veces se enriquece porque el cuero curtido tiene como años de vida y eso le da un extra. Encontré en el cuero una fascinación por la versatilidad y posibilidad de restaurarlo”, explica.

La primera colección la hizo enteramente en Buenos Aires con cueros vintage. Se topó con una persona que en los años 90 exportaba cuero a Estados Unidos y dejó de hacerlo. Tenía una habitación en un taller repleta de cuero, que estaba estacionado y en perfectas condiciones. Algunos estaban más curtidos, como más duros. Y para restaurarlos los nutrió con ceras de abejas, con los que fue reforzando su color y mejorando al tacto. Esa producción estuvo enteramente realizada con cuero reciclado de la Argentina.
Lanzar una marca al mercado británico supuso un gran desafío, tratándose de un mercado sobresaturado. “Tenía que tener algo nuevo para mostrarle al mercado desde la innovación del material hasta lo sostenible, el upcycling, la técnica que utilizamos”, explica. Sus diseños, de prendas más atemporales que de tendencias, pueden verse en la cuenta de Instagram que creó en el Reino Unido (@the.zur).
— ¿Seguís fabricando en la Argentina?
— Sí, Empecé 100% en la Argentina con talleres argentinos y sigo produciendo hoy en día en la Argentina. El tema es que hoy en día ya los cueros no los consigo tanto en la Argentina, sino en el Reino Unido y en Florencia, Italia, donde están las fábricas, donde las casas de lujo compran el cuero. Hay muchísimos cueros que son viejos, que son recortes y como Europa es una sociedad capitalista, se utiliza absolutamente todo. Y cuando digo que se utiliza absolutamente todo es que también se le da el cuidado necesario para que después, por ejemplo, un cuadrado, un pedacito de cuero se pueda vender, porque es utilizable. Lo que me empezó a pasar en la Argentina es que empecé a encontrar cuero, los restos en muy mal estado. Imposible de restaurar porque estaba mal guardado, el cuero estaba sucio. Es una pena porque se puede hacer muchísimo con restos de recortes o con cuero vintage.

— ¿Cómo son los diseños?
— Hacemos blazers de cuero que los blazers tienen entre cuatro y cinco cueros diferentes con sus recortes en bajo manga, en mitad de brazo, en cuello en solapa, con algunos recortes en la espalda que está dividida en dos, en bajo, solapa. Y también, carteras.
— ¿Quiénes son tus clientes?
— Mis los clientes mayoritariamente son de UK y de Dinamarca y es gente que realmente está interesada en la moda sostenible y en tener algo de diseño con un storytelling detrás que sea diferente. No son muchas las marcas en este rubro porque es muy difícil sacar una ganancia de esto. Lógicamente con los vaivenes que tiene y además de que la ganancia en la moda se saca cuando diseñás en grandes cantidades. El cuero siempre es un producto muy caro, entonces la ganancia es pequeña en comparación a otros tipos de negocios. Las clientas, en su mayoría son mujeres, se interesan por la moda, la innovación y tener una pieza que sea realmente única.
Todavía no cuenta con un espacio físico. Se comercializa online a todo el mundo desde su Web y a través de retailers y showrooms en Londres y Copenhague. Dice que The Zur pudo lanzarla gracias otros trabajos que hace en Londres, como el de fotógrafa, en un primer momento y como consultora de marcas de moda, tanto en branding (estrategias para hacer una marca relevar para el consumidor) como comunicación, en la actualidad. La marca está hecha a pulmón, la inversión sale de su bolsillo, después de pagar las cuentas. Su sueño londinense.