La historia de la primera “Ciudad Jardín” de Sudamérica: cómo es el barrio del conurbano que cumple 80 años
Desde una vista aérea puede parecer un laberinto, pero no lo es. Calles curvas, cortadas, y una traza urbana con diseño circular que respeta la disposición original de una plantación de árboles de principios del siglo XX, resguardan la historia de un lugar único de la Provincia de Buenos Aires. El espíritu de celebración sobrevuela en Ciudad Jardín, Lomas del Palomar, localidad del partido bonaerense de Tres de Febrero. Los vecinos están de fiesta por los 80 años de aniversario, con proyecciones y visitas guiadas durante la próxima semana, que invitan a un viaje en el tiempo hacia los orígenes de una creación sin precedentes en Sudamérica. Se toma como referencia el 29 de febrero de 1944, la fecha en que se mudó la primera familia, y aunque los festejos suelen trasladarse al 1° de marzo, esta vez no fue necesario por ser un año bisiesto. “Cuando llega esta ocasión cada cuatro años, se vuelve más especial todavía”, expresan en diálogo con Infobae las hermanas Cecilia y Eugenia Rodriguez Berisso, creadoras de La Montaña Museo-Taller, un espacio de investigación y creación artística que se propone la puesta en valor, conservación y restauración de los bienes culturales del barrio.
El sentido de pertenencia forma parte de los cimientos de la primera ciudad jardín de Sudamérica, que tiene su propio himno, bandera y escudo, desde sus años dorados, y se conservan hasta la actualidad. El fundador, el empresario alemán Erich Zeyen, registró en sus memorias, Así la levantamos a la Ciudad Jardín Lomas del palomar, todo el proceso, desde los inicios mismos, cuando solo había 120 vacas en el territorio, hasta el crecimiento vertiginoso de la población, que en un lapso de 12 años -de 1933 y 1956- aumentó de 162 habitantes a 12.600.
“El libro era un único ejemplar mecanografiado que tenía el nieto de Zeyen, y estaba muy deteriorado por haberse fotocopiado muchas veces para compartirlo con los vecinos, pero lo restauramos por completo para guardarlo; hicimos una copia que intenta ser un facsímil con las dimensiones exactas, y además creamos una versión digital que se descarga de manera gratuita, para que todos podamos disfrutar de ese material inédito”, cuentan Cecilia y Eugenia. A través de sus redes sociales, en Instagram @lamontania_ciudadjardin, y en Facebook “La Montaña – Museo Ambulante”, se puede acceder a la información y las actividades que organizan.
Un paraíso de campo y ciudad
Al leer cada una de esas páginas no hay duda de que Zeyen sabía lo que estaba por crear, y lo relata en primera persona, con toques de humor y mucha honestidad. “Hace tiempo que me ocupa la idea de una agrupación de viviendas en forma planificada, como las conocidas en Europa desde hace varias décadas, y en la Argentina no existe tal cosa”, dice el propio fundador en los primeros párrafos, que escribió a comienzos de la década del 30′. “Hacía mucho que mi socio, el Dr. German Wernicke, y yo, buscábamos un terreno apropiado a nuestros planes”, continúa. En aquellas líneas explica que exploraron bastante el Norte del Gran Buenos Aires, pero ninguna extensión de tierra parecía la indicada, y que tomar la decisión de apostar al Oeste fue arriesgado en ese entonces, porque no estaban seguros de quiénes querrían mudarse allí.
“Algo así no lo había visto nunca en la Argentina, me sentía como en un cuento de hadas, por doquier avenidas bordeadas de árboles, y la avenida de eucaliptus que atraviesa el terreno en diagonal, el paraíso que tanto había buscado; en ninguna otra parte debía surgir nuestra futura Ciudad Jardín”, sentenció el día que cruzó la tranquera de lo que en ese momento todavía era la estancia Pereyra Iraola. Fascinado por la naturaleza y las arboledas, destacó la labor de Don Leonardo Pereyra Iraola, el creador del paraje, y lo definió como “uno de los pocos argentinos que se han interesado en la plantación de árboles, que tanta falta le hacen al país”.
El empresario alemán quería seguir el modelo urbanístico ideado por el urbanista inglés Ebenezer Howard, que propuso la construcción de ciudades donde se priorizaran los espacios verdes, se cuidara la salud de los residentes, en contraposición al exponencial crecimiento de las principales capitales europeas, que generaba el hacinamiento de la clase obrera y viviendas precarias. Para muchos, era una utopía, pero cuando Zeyen leyó el libro Mañana: Un camino tranquilo hacia una reforma real, lo proyectó como algo posible, y se dispuso a hacerlo realidad. Mientras en paralelo se construían otras pruebas piloto, él fue el creador de la primera ciudad-jardín de Latinoamérica, junto a F.I.N.C.A, la sigla de la empresa constructora que levantó la ciudad desde “la primera palada”. Todavía permanecen grabadas aquellas letras en varias edificaciones históricas de la localidad.
El 29 de febrero de 1944 se toma como aniversario porque fue el día en que los primeros habitantes, la familia Zimmerman, se mudaron a una casa F.I.N.C.A, pero hay varias fechas importantes. Semejante hazaña requirió de varios intentos, y hubo momentos en que sino hubiesen perseverado, el proyecto habría quedado trunco. “Los creadores vienen a conocer el terreno en 1933, y el 13 de septiembre de ese año firman un primer contrato, pero por problemas económicos de la década infame, no pudieron avanzar, entonces volvieron más adelante, el 12 de noviembre de 1942 logran comprarlo, y recién el 15 de junio de 1943 inicia la construcción”, detallan las hermanas.
Zeyen documentó todo en sus memorias, desde los problemas que tuvieron para solicitar corriente eléctrica, la escasez de cemento como un impedimento casi diario, la preocupación por pozos hundidos, la lucha por los servicios públicos, la construcción de la primera torre de agua, la creación de la Asociación de Fomento Amigos de la Ciudad Jardín (AFALP), entre muchos otros eventos. “Figura el primer accidente de tránsito, el primer nacimiento, la primera muerte, y los obstáculos de gestión para conseguir cada trámite”, agregan las creadoras del museo de Ciudad Jardín, que actualmente funciona bajo la modalidad itinerante. Antes disponían de un espacio físico para realizar las actividades -anteriormente tenían un local frente a la icónica Plaza Plate-, pero ahora van rotando en las instituciones del barrio con diferentes propuestas audiovisuales y talleres.
“En los años ‘40 era realmente un lujo poder vivir en un lugar así, con un contacto con la naturaleza tan fuerte, y al mismo tiempo tan cerca de la ciudad, porque muchos iban a trabajar al centro, tenían dos trenes a disposición, la línea Urquiza y la San Martín; era realmente un beneficio muy grande esa conexión y desconexión a la vez, de llegar a sus casas y poder estar en familia”, indican Cecilia y Eugenia. En 2018 estrenaron la serie documental Muchachas F.I.N.C.A, donde charlaron con mujeres históricas, y si hay algo que se repite en sus testimonios es que todas recuerdan haber tenido una “infancia dorada”, donde convivían algunas tradiciones propias de la ruralidad, en cuanto a la producción y calidad de los alimentos que consumían, junto a las veredas verdes, cubiertas de pasto, con la proximidad al centro de Buenos Aires.
“En uno de los capítulos participó la primera bebé nacida en Ciudad Jardín, que hoy es profesora de sensopercepción, y contó que ella iba a volar en planeador con su padre; a su vez otras chicas de la calle Lorenzini recordaron cómo sus padres, carpinteros italianos, construyeron determinados lugares”, relatan las hermanas, que ya van por el quinto episodio de la saga, también de acceso gratuito. Actualmente uno de los puntos de encuentro de los residentes, y el más llamativo para los turistas que pasan por allí, es la Plaza de los Aviadores, también llamada Plaza del Avión, porque allí se destaca a modo de monumento un avión FIAT G-46B, que fue producido en Italia y desprogramado en 1958. La aeronave se restauró en un trabajo conjunto de la Fuerza Área, y también colaboró Pablo, un vecino fanático de la aviación y el aeromodelismo, que realizó la renovación de las luces de navegación originales del avión. Muchas de las calles de la ciudad tienen nombres de aviadores y aviadoras de distintas nacionalidades, que realizaron diferentes hazañas, otro sello propio de la localidad.
La diversidad étnica
Cada vez que se viraliza algún video de la localidad, resurgen algunas historias, la mayoría con poco apoyo teórico. Algunos la han llamado “la ciudad alemana del conurbano”, y otros han mencionado el contexto de nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, son muchas más las afirmaciones que derriban los mitos, algunas de los propios vecinos, y otras que surgen del discurso del fundador, que pisó esas tierras mucho antes del conflicto bélico. Todo lo que contó en su diario coincide con lo expuesto en las publicaciones históricas de aquel entonces, como la Revista F.I.N.C.A, que circulaba en los años dorados, con entrevistas a los habitantes, noticias y eventos sociales.
La localidad se construyó sobre tierras que ya tenían historia, porque resguarda lugares como El Palomar y el Ombú, principales testigos de la Batalla de Caseros de 1852. Mucho después llegó Zeyen, y acertó en la ubicación. Aunque el terreno era irregular, tenía ciertas lomas y una disposición desafiante, sus esfuerzos sostenidos dieron lugar a “un barrio mixto” , tal como describe en su libro. Más allá de la presencia de la colectividad alemana, los primeros constructores vinieron desde Italia en barco, y luego se sumaron suizos, españoles, belgas, y ucranianos. “Como han explicado varios autores, Ciudad Jardín albergó una diversidad cultural que le dio identidad cosmopolita por la heterogeneidad de etnias, y acogió a mucha gente que pudo comprarse su casa acá”, comentan las hermanas Rodriguez Berisso.
Muchos inmigrantes dejaron la Europa de posguerra y vinieron a la Argentina en búsqueda de un mejor futuro. La posibilidad de adquirir viviendas a través de créditos accesibles en un llamativo y novedoso asentamiento, capturó la atención de muchas familias. El fundador asegura en su diario que en la mejor época entregaban una casa cada 16 minutos, y que la calidad de vida que se había alcanzado estaba a la altura de lo que soñó. “Aquí vive conforme tanto el empleado como el millonario, este último quizá en una calle un poco más ancha con chalets más grandes, pero ninguno necesita avergonzarse de su pueblo, cada uno puede decir con orgullo: ‘Yo vivo en la Ciudad Jardín Lomas del Palomar’, y la individualidad de cada uno debe ser respetada al extremo”, expresa Zeyen en la publicación.
“Al principio eran todas calles de barro y había muchos sapos; la Calle de los Aromos fue la primera calle donde se construyó, después Lorenzini”, cuenta una de las habitantes históricas en uno de los capítulos del documental Muchachas de F.I.N.C.A. En pleno auge de población hubo muchas parejas que surgieron en medio del avance de las construcciones, y contra todo pronóstico, se vencieron barreras idiomáticas y culturales. Sin compartir ni el idioma, hubo flechazos de amor en los que bastó una mirada y una frase monosilábica. Alemanes que se casaron con italianas, y lo mismo a la inversa. Surgieron los primeros casamientos, y se fueron amalgamando las tradiciones.
“El Colegio Alemán fue el primer establecimiento surgido de la colectividad alemana después de la Segunda Guerra Mundial en la Argentina”, afirma Zeyen en sus memorias, y menciona a cada uno de los habitantes que participó de la creación de la institución. Aunque el nombre parece indicar lo contrario, en realidad participaron vecinos de diferentes nacionalidades. “Lo que menos había acá eran alemanes”, afirma otro vecino histórico. Poco a poco, las investigaciones sobre aquellos años empiezan a arrojar revelaciones. “Nosotras estamos estudiando la obra de Luis Neu, un artista alemán con un recorrido importante en Europa, que se exilió por su origen judío, se escapó de la Gestapo y vino a trabajar acá, en la Ciudad Jardín; hizo murales en todos los locales que se fueron inaugurando, se compró su casa, y estamos buscando personas que lo hayan conocido o a sus familiares”, manifiestan Cecilia y Eugenia.
Es muy probable que hayan convivido diferentes ideologías, y seguramente resta mucho por descubrir, pero lo que primaba era el deseo de una buena calidad de vida y el sentido de comunidad entre los vecinos. Así lo refleja el himno de los habitantes, entonado por primera vez el 4 de junio de 1950, y como costumbre al final de cada función en el Cine Helios -que funciona en la actualidad gracias a los esfuerzos de los vecinos-, que dice: “Muchachos hoy cantemos, a F.I.N.C.A la canción, del pueblo de las flores, del pueblo en colores, que F.I.N.C.A levantó; del pueblo de los niños, cantemos la canción, feliz del joven padre, feliz la joven madre, bendicen su hogar; si quieren humillarnos, si quieren ofender, nosotros reímos, en F.I.N.C.A así vivimos, aquí en Palomar”.
Lo mismo expresa la bandera, que buscó unificar la variedad de etnias, y se creó para transmitir el mensaje de que todos los que eligieran Ciudad Jardín para vivir, podían gozar de los mismos privilegios, tener contacto con la naturaleza, cuidar los recursos, y acceder a una buena educación. “En la revista hay un fragmento donde cuentan que se preocupan por respetar la vida de cada árbol, y pedían disculpas cada vez que tenían que tirar un árbol para abrir una calle, sacaban fotos y eran muy conscientes de que ese acto no era cualquier cosa”, comentan Cecilia y Eugenia.
Ciudad sin par
Una de las claves del diseño urbano fue ofrecer casas de igual condición de precio en cada calle, y se priorizó que fuesen diferentes, tanto en las fachadas como en la distribución de los ambientes. “Quienes compraron, diseñaron, y crearon cada una de las instituciones, el cine, las escuelas, todo tiene el mismo sello de los mismos arquitectos, mentores detrás de esta ciudad; realmente fue una obra integral que entendemos como magnífica”, destacan las hermanas que preservan el patrimonio cultural.
Desde la Municipalidad de Tres de Febrero, suelen mencionar la localidad como “ciudad sin par”, porque no tiene punto de comparación con ninguna otra localidad. Otro de los nombres que tuvo en la década del 50′ “Ciudad Jardín Eva Perón”, tres meses antes del fallecimiento de Evita, el 25 de abril de 1952, el Honorable Concejo Deliberante de San Martín estableció la denominación mediante una ordenanza. “Queremos para la Villa más linda, la Villa Lomas del Palomar, el nombre de Eva Perón, la ciudad de las flores y los niños debe ostentar el nombre querido que gravita en todos los corazones de los hijos del pueblo que ven en Eva Perón a la abanderada de la Argentina Justicialista”, decía aquel documento. Y Zeyen no tardó en reaccionar en sus memorias, donde plantea sus sentimientos encontrados al respecto.
“En la era de Perón nuestra ciudad había vivido su siglo de oro, así no la habíamos visto antes ni la vimos más tarde, pero por otra parte no me parecía nada conveniente que la tan discutida señora esposa de nuestro presidente diera nombre a nuestra ciudad; tenía cientos de miles de enemigos a muerte, que era seguro ninguno de ellos sería en el futuro uno de nuestros compradores”, argumentó el fundador. Los pocos años que perduró aquel nombre, cambiaron la metodología de construcción, y redujeron las edificaciones a casas pequeñas que tuvieron un éxito enorme. Los pequeños chalets atrajeron más ventas, de otro perfil de compradores, y la localidad siguió ampliándose.
La condición laberíntica de algunas calles se debe a que se mantiene intacta la plantación de árboles de la familia Pereyra Iraola, y los vecinos históricos han luchado mucho por mantener la fisonomía original. En 2019 lograron que el Concejo Deliberante la declarara Área de Protección Urbana, lo que implica la obligación de respetar el trazado urbano y su relación los áreas verdes, la tipología edilicia y la dirección de las calles.
“Los colegios están intactos, la escuela primaria está igual, hay muchas casitas originales, pero algunos tramos se han remodelado, como los centros comerciales principales, y hay gente nueva en el barrio, algunos han tirado abajo propiedades y han hechos casas de cero”, indican las hermanas. La unión vecinal fue una respuesta a la preocupación de que se perdiese la esencia, que tanto costó construir. “En la revista del barrio había planos de arquitectos que decían: ‘¿Quiere remodelar su casa? ¿Se agrandó la familia?’, y les proporcionaban una manera adecuada para remodelarlas de una manera en que no afectara la traza original”, revelan.
Hay heridas abiertas para los residentes, como la ausencia del bar histórico Takú, donde ahora hay una sucursal de una cadena de comidas rápidas. Con fotos, recuerdos y los documentos que conservan como tesoros, mantienen viva su ciudad. “Salvo para los que estudian o investigan el tema, sigue siendo bastante desconocida, y realmente fue una creación increíble, hecha por un grupo de personas adelantadas a lo que iba a venir, y representa un ejemplo por ser la primera de Sudamérica”, resaltan las hermanas, que actualmente siguen generando contenido sobre la localidad, y tienen varios proyectos en marcha.
Actualmente llevan adelante la investigación “Buscando a Luis Neu”, con el fin de reconstruir la obra pictórica y gráfica del artista alemán contratado por F.I.N.C.A, para retratar la construcción y la vida de los jardinenses en los murales realizados en el espacio público. También trabajaron arduamente en la producción del Bolero de Ravel, dibujado por los estudiantes de la Escuela Primaria N°28, a la que asistió el bailarín Jorge Donn en su infancia, y esta creación estará presente en los festejos. Por lo pronto, para todo aquel que desee saber más del hipnótico barrio, la fiesta por el 80° aniversario se realizará en la Plaza de los Aviadores de 12 a 24 hs., será de acceso libre y gratuito. Durante todo el fin de semana se podrá disfrutar de propuestas recreativas, espectáculos en vivo, la feria de artesanos locales y la feria gastronómica “La West”. Participan de la actividad las siguientes instituciones: El Baldío Teatro, A.F.A.L.P., Biblioteca Popular Ciudad Jardín, S.A.P.I., Club de Arte Katzen, Centro de Jubilados y Pensionados Unidos, Museo ambulante La Montaña, Bomberos Voluntarios, Naturaleza Urbana y Estudio de Danzas Danko. La obra “Jorge Donn baila en la plaza del Avión”, una pieza audiovisual de La Montaña Museo Ambulante, se proyectará el sábado 9 de marzo a las 22.30 y el domingo 10 a las 16.30. Y el domingo 10 a las 20 hs. habrá un concierto de Ara Tokatlian, fundador de Arco Iris, la mítica banda de rock que integró además Gustavo Santaolalla.
Para más datos consultar el siguiente link: https://www.tresdefebrero.gov.ar/ciudadjardin/