Rescató a una perrita que escapaba del frío, la adoptó y ahora juntas recorren Latinoamérica en moto
Valeria no recuerda los pensamientos que envolvían su cabeza mientras caminaba por las calles de San Rafael, Mendoza, cuando en una fría noche de invierno se cruzó con una cachorra esquelética que, temblando, caminaba sin rumbo. Notó que buscaba un lugar que le sirviera de refugio para dormir y vio cómo se echaba detrás de una planta.
La mujer se le acercó, la notó temerosa pero dejó que quien le ofrecía una mirada buena le diera la primera caricia. Se dejó levantar en brazos y aceptó irse con ella. Con unos lengüetazos le demostró agradecimiento porque en ese instante, sin ninguna saberlo, la vida de las dos comenzaba a cambiar. A los días, sucedió algo mágico: tuvo su propio nombre, Uma, y se convirtió en la compañera de vida de la motociclista que hace tres años y medio comenzó la aventura de recorrer las rutas sobre dos ruedas.
Luego de un tiempo sin viajar, para no dejarla sola y cuidarla, Valeria comenzó a necesitar salir a la aventura y el año pasado ideó el caminó para llegar en su moto hasta Venezuela. “Viajar sin ella no era una opción”, cuenta y buscando la manera de poder llevarla supo de un emprendedor de Córdoba que hacía butacas adaptadas para motos. No lo dudó: encargó una para y desde el 27 de diciembre pasado realizan un viaje de ensueños.
La perra empoderada
Valeria comparte la aventura con Uma en su perfil de Instagram unachicanomada: “Son miles los mensajes que recibimos y todos con tan buena energía, con tanta empatía y amor que emociona… ¡La gente se alegra de nuestra alegría, comparten nuestras historias y forman parte de esta aventura”, dice la mujer que dejó la vida rutinaria en un comercio para vivir el sueño de viajar en su moto y recorrer el mundo.
Decida a volver a las rutas y con el deseo flote de esta vez llevar a Uma, lo único que la frenaba era pensar qué haría si tenía miedo de subirse a la moto. Pero, le demostró ser una perrita de carácter.
“¡Me sorprendió! ¡Su primer día de moto fue genial! Yo llegué de Córdoba con la butaca ya instalada en la moto y pensando en probar si se adaptaba o no, si le gustaba o no. La verdad, no tenía idea de cómo se iba a sentir y probé… Le puse las antiparras, se la dejó súper tranquila; le puse un pañuelo para protegerle las orejitas (¡ama los pañuelos!) y la subí a la moto… Cuando la encendí, como ya conocía el ruido, no se asustó. Despacito, salí a dar una vuelta cortita, alrededor de la manzana para ver cómo se comportaba y cuando miro por el espejo… ¡iba sonriendo! ¡Estaba como alucinada, así con esa expresión de disfrute que ves en los perros cuando sacan la cara por la ventanilla del auto, bueno ¡Así estaba! Iba muy feliz. Ahí me di cuenta que le encantaba. No intentó largarse, ni moverse, nada. Iba con su pretal y bien ajustada. Desde el primer momento la noté súper tranquila. Y así va todo el tiempo, ¡toda empoderada!”.
Emocionada, mientras se hace un tiempo para hablar con Infobae, durante la parada nocturna en Potosí, la mira y recuerda: “Apareció en mi vida un 26 de junio, siete años atrás. Era de noche, hacía mucho frío y la vi atrás de unas plantas estaba desnutrida. Me acerqué, la alcé un ratito, en ese momento pensé que era por un ratito, y no sé, me miró de una forma que dije: ‘¡No la puedo dejar acá!’ ¡Y me la llevé a mi casa! Supuestamente era para bañarla y al otro día buscarle un adoptante, pero bueno, no nos separamos nunca más”.
Al año y medio, sufrió un accidente: una persona arriba de una camioneta la atropelló y le afectó una patita delantera. “Tuvo dos operaciones, pero la realidad es que perdió toda su masa muscular y ya perdió la movilidad de su bracito, por eso no no lo puede apoyar” cuenta y asegura que eso no la detiene.
Tanto así que en diciembre pasado comenzaron las gran aventura. Dejaron la casa de Mendoza y partieron a la bella San Carlos de Bariloche. “Yo quería que Uma conociera la Patagonia: hicimos Bariloche, Villa La Angostura y San Martín de los Andes. Estuvimos más o menos un mes ahí y luego comenzamos a subir el mapa, atravesamos la Argentina hasta Misiones, donde hicimos el cruce por la Triple Frontera, cruzamos por Brasil, rápido, y llegamos a Paraguay. Eso lo hicimos el mismo día; ya en Paraguay nos quedamos en Asunción y de ahí pasamos a Bolivia: subimos hasta Santa Cruz de la Sierra y ahora estamos en Cayara, en Potosí, estamos bajando hacia el Salar de Uyuni; mañana salimos para allá”, cuenta sobre el recorrido.
Seguirán en subida hasta La Paz para conocer el Lago Titicaca y hacer el Antiguo camino a los Yungas, también conocido como el temeroso nombre de “la ruta de la muerte”, y llegarán al Lago Copacabana.
“Ahí hay un montón de lugares que nos han ido informando que son hermosísimos para conocer, y lo queremos ver. De ahí pasamos a Perú… La idea, es recorrer todo Perú, Ecuador, Colombia y llegar a Venezuela”, adelanta. En Colombia harán una parada obligada para Uma. “Allí vamos a conseguir la ortesis que Umita necesita para su patita, para que pueda volver a caminar y a correr. Ese también es uno de los objetivos del viaje”, admite.
El 26 de junio próximo, esta familia interespecie de dos seres que se retroalimentan en sentires, cumplirá ocho años, y emocionada, y con la voz algo cansada por el trajín del viaje, Valeria habla con el corazón en la mano cuando se refiere a Uma.
“¡Es mi familia! Es el ser más especial, más noble y más fiel que he conocido en mi vida. En unos meses se cumplirán ocho años de que estamos juntas y en este tiempo he pasado por muchísimas cosas, y con ella compartí las mayores alegrías y las peores tristezas y ella siempre al lado mío, consolándome, como solo ella sabe hacerlo. Cuando me ve triste, me toca el hombro con la patita, o me da besos en la cara si me ve llorar… Realmente es increíble… Se queda al lado mío, no se separa. Cuando tuve algún problema de salud, ella estuvo a mi lado, sin moverse. Por eso, valoro muchísimo todo lo que ella me da y mi forma de ‘pagarle’ un poquito todo ese amor es dándole la mejor vida que pueda darle, y hacer que tenga la mejor vida de perro que pueda existir”.
Desde chica, Uma tiene sus horarios y los sigue cumpliendo. Por la mañana, cuando se levantan, mientras Valeria prepara la moto y las cosas del viaje, la perra come, luego sale a caminar unos 15 minutos, para que pueda hacer sus necesidades y estirar sus músculos, y de regreso salen a la ruta.
“Cada una hora y media freno y paro. Ella es muy tranquila, no me pide bajar; de hecho muchas veces freno para darle agua y no quiere; prefiere durmiendo. A veces, la bajo para que camine un poco, pero se queda acostada al lado de la moto. Si es un viaje muy largo, hago una parada, más o menos al mediodía, en algún lugar donde haya aire acondicionado, si hace calor, para que ella se relaje y descanse. Luego continuamos. Este viaje está adaptado a ella, para que no se estrese. Cuando ya estaciono para dormir, lo primero que hago es sacarme todo el equipo de moto y salgo a caminar con ella en algún lugar donde haya pastito, para que se conecte con la naturaleza y se relaje”.
La vida sobre dos ruedas
Valeria comenzó a andar en moto hace tres años y medio. Antes era una peatona más que no imaginó el poder que ese vehículo traería a su vida. “No pensé que me iba a gustar tanto andar en moto. Justo fue ese período post pandemia en que no se podía salir del país, pero que permitían viajar dentro de la provincia. Así que, como siempre me gustó viajar, decidí comprar una moto para, por lo menos, recorrer San Rafael, mi ciudad, donde tenemos muchas montañas, lagos y ríos. Entonces comencé a ir de la ciudad hasta la montaña, empecé a hacer viajes cortitos para tener esa sensación que sólo la ruta genera. Pensé hacerlo durante dos o tres meses, el tiempo hasta poder salir del país, y luego vender la moto, comprarme un pasaje de avión e irme de mochilera… La cuestión es que cuando pasaron dos meses, en vez de estar comprado el pasaje para salir del país comenzaba mi primer viaje a la Patagonia”, cuenta risueña.
El viento en el rostro hizo que sus ideas se sacudieran. “La moto hizo que yo cambiara todo lo que pensaba hasta de la vida… ¡Me cambió creencias! La manera de concebir todo… Fue un antes y un después en mi vida. Realmente, conocí en mi a otra mujer arriba de la moto y me encantó esa versión mía que conocí y no quise volver a la vida anterior”, enfatiza.
Así comenzó la etapa que hoy la hace sentir plena. “Desde el primer momento me gustó muchísimo viajar sola en la moto, lo veía como algo insuperable, pero desde que comencé a hacerlo con Uma es otra cosa. Es muy divertido”, reconoce.
Cada vez que la observa por el espejo, Valeria revive. “Me río todo el tiempo. Cuando miro por el espejo y la veo que va con la lengua afuera, mirando para todos lados, que se sorprende, que mira para un lado y otro; cada vez que ve una vaca se queda mirándola y se da vuelta hasta que la pierde de vista. Claro, son animales que no conocía. Me encanta observarla”.
Todos esos gestos de Uma hacen que Valeria también aprenda a mirar todo por primera vez. “Aprendí a valorar mucho esos pequeños gestos de ella, me hacer ver las cosas dos veces. Me hacen muy feliz poder compartir esto juntas. Ahora la miro y deseo que sea inmortal… Sé que no, no quiero pensarlo, pero no sé qué haré cuando no esté más…”.
Al borde de las lágrimas, confía: “Ahora, cuando la dejo durmiendo en el hotel, o donde paramos, si tengo que salir a comprar algo en la moto, acto reflejo, miro por el espejo para ver cómo va y cuando veo la butaca vacía siento una cosa rarísima en el cuerpo… Y me digo qué horror será si, en algún momento, tengo que viajar sin ella… No lo puedo imaginar. Sé que eso será extremadamente difícil de superarlo”.
Mientras Uma sigue descansando, Valeria cuenta que lo que está viviendo es el sueño de su vida. “De chiquita, yo soñaba con andar con mi perro para todos lados, pero no me dejaban llevarlo a cada lugar que iba. Ahora sucede y, nada menos, que mientras estoy cumpliendo el gran sueño de mi vida, que es recorrer Latinoamérica en moto. Por eso, hacerlo con ella, que el ser que más amo en el mundo, es increíble. No hay palabras para expresar lo que estoy viviendo”, finaliza.
Al amanecer, el viaje continuará desde Potosí al Salar de Uyuni. Apenas tenga un rato de conexión, Valeria subirá fotos del viaje que realiza con su amada perra, la que rescató una noche de invierno sin pensar que, en verdad, sería quien la rescatara a ella.