Dimas, el único Santo de la historia que canonizó Jesús y es el protector de ladrones, prisioneros y alcohólicos
Por los Evangelios, sabemos que Jesús no fue llevado al Calvario para ser crucificado solo. “Al mismo tiempo llevaban a dos malhechores que iban a ser ejecutados con Jesús. Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, allí lo crucificaron junto con los dos, uno a la derecha y otro a la izquierda” (Lucas 23:32-33). Por el contrario, Juan el Evangelista no se detiene en estas dos figuras. Y en Mateo y Marcos se lee que los dos ladrones insultaron a Jesús. Pero en el evangelio de Lucas notamos una diferencia significativa: el ladrón de la derecha, conocido en los textos apócrifos como Gestas, insultó amargamente a Jesús, mientras que el otro, Dimas, lo habría defendido y recomendado a él: “¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate y sálvanos! Pero el otro lo reprendió y le dijo: ¿No temes a Dios tú que sufres la misma condena? Para nosotros es justicia, porque recibimos lo que merecieron nuestros crímenes; pero este no hizo nada malo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:39-42). San Dimas, o “Dimas, el buen ladrón”, fue uno de los crucificados con Jesús. En otros textos apócrifos también es conocido como Tito, como el Evangelio árabe de la Infancia de Jesús, o como Rach por la Iglesia Ortodoxa Rusa.
El nombre Dimas no aparece en los evangelios, pero fue tomado de los Hechos de Pilato, un texto apócrifo griego escrito entre mediados del siglo II y III y posteriormente incorporado al Evangelio de Nicodemo. No sabemos nada de él, ni cómo fue detenido ni qué delito había cometido. Pero sabemos de Dimas, en el final de su vida, reconoció su culpa y aceptó el castigo que le infligían por sus ofensas y pecados. Pero no solamente eso. En el momento de la tortura, mientras cada hombre está solo con su dolor y remordimiento, Dimas logra distraer su atención de lo que está sufriendo y se acerca a Jesús, quien sufre su mismo dolor, aunque no tiene culpa. Y en Él, compañero del verdugo, reconoce la facultad de concederle la salvación, si no en esta vida, en la otra. Esto es lo que hace especial a San Dimas, este acto de fe que se consuma en el último momento de su vida, este reconocimiento de Jesús en la cruz, en el momento en que Él mismo es sólo un hombre clavado en un madero, presa del dolor y la burla de sus verdugos. Y a pesar de ello, para Dimas él es el Rey, el Salvador que puede darle la paz. Es precisamente esta capacidad de reconocer la grandeza de Jesús en el momento más bajo y terrible de su parábola humana lo que hace que Dimas sea el primero entre los redimidos, digno de santidad y de ser recordado y venerado aún hoy. Dimas nos muestra que nunca es demasiado tarde para arrepentirse y tomar el camino de la salvación.
No sabemos mucho sobre los crucificados en el Calvario con Jesús. Sabemos que la muerte por crucifixión estaba destinada a delincuentes y esclavos que huían de sus patrones. Se creía que merecían una muerte más horrible que otros y, además, tenían un papel de advertencia para sus pares. En los evangelios se los define con la palabra griega “kakourgoi”, indicando a hombres culpables de crímenes aberrantes, pero también como agitadores políticos. Jesús no es condenado por temas religiosos, a los judíos no les estaba permitida la pena de muerte. Jesús es condenado a muerte por Roma en la persona de Poncio Pilato por temas políticos: se declaró Rey. Y el motivo de su condena está escrito sobre la cruz, como leemos en Juan 19:19 “Pilato también escribió un letrero y lo puso sobre la cruz. Y estaba escrito: JESUS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDIOS. Entonces muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, en latín y en griego. Por eso los principales sacerdotes de los judíos decían a Pilato: No escribas «el Rey de los judíos; sino que Él dijo: «Yo soy Rey de los judíos… y Pilato respondió: lo escrito, escrito está”.
Pero acá surge un tema importante que se desprende del propio texto del evangelio: ambos condenados conocían muy bien a Jesús y su prédica. En el fin de sus días relatan los hechos que había realizado Jesús: había salvado a otros, por tanto, podría salvarlos a ellos también. Uno de ellos le dice “no eres el Cristo (es decir el “ungido del Señor). Dimas da pública fe de la divinidad de Jesús: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condena?” le reclama a Gestas.
El Evangelio apócrifo de Nicodemo o Narración de José de Arimatea contiene referencias a los motivos de condena. Gestas era un merodeador y asesino, que masacraba a los viajeros, torturaba a las mujeres cortándoles los pechos y se complacía en el mal que hacía, sin respeto por los hombres ni por Dios. En el mismo evangelio apócrifo, se describe a Dimas como un nativo de Galilea donde era dueño de una posada. Robaba a los ricos, pero a menudo también daba limosna y ayudaba a los necesitados.
En muchas escenas antiguas de la Crucifixión se representan el sol y la luna, acompañados de las inscripciones Este y Oeste en las cabezas de los dos ladrones. Basándose en representaciones muy antiguas de la Crucifixión encontradas en Siria, algunos expertos han llegado a la conclusión de que el nombre Dimas, y por tanto el propio ladrón, provenía de allí. De hecho, “Dimas” se parece a la palabra griega utilizada para indicar Oriente y, en las antiguas monedas siríacas, se indican el sol y la luna y las palabras “Oriente” y “Occidente”, como en las escenas de la Crucifixión. Otros llevan la etimología del nombre Dimas al griego antiguo δυσμάς (dysmas) o δυσμη (dysma, dusmé), “puesta de sol” o “muerte”.
La Iglesia católica recuerda a San Dimas el 26 de marzo, mientras que en las Iglesias orientales el 23 de marzo. Es el santo protector de los prisioneros y moribundos, el protector de quienes ayudan a los alcohólicos, jugadores y ladrones.
La Iglesia católica posee más o menos ocho mil santos canonizados. Juan Pablo II fue el que más canonizó: 482 santos a lo largo de sus 26 años de pontificado. ¿Qué hace que este personaje, que sólo aparece en unas pocas líneas en uno de los evangelios canónicos, sea tan especial? Bueno: Dimas fue el único santo que hizo directamente Jesús. En efecto, ante su sincera súplica, “Jesús le respondió: En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Lo interesante para la devoción popular católica, es que el único santo canonizado directamente por Jesús, que sabemos que está junto a él por la promesa realizada, no posee grandes basílicas, catedrales y apenas dos templos (uno en México y otro dentro del Centro Correccional Clinton de Nueva York, para el que el gángster Lucky Luciano donó materiales) dedicados a él. Ni siquiera hay grandes manifestaciones populares en torno a este santo, ni procesiones, ni fiestas del pueblo, nada. Sin duda es un santo original: hasta poco antes de morir, un ladrón, un malhechor, de familia seguramente innoble, sin ningún milagro en su haber y por la sola profesión de fe en Jesús, le otorga la vida en el paraíso. Mucho para aprender sobre este personaje. Dimas se nos presenta ya convertido, como creyente en la divinidad de Cristo: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio?
A pesar de no tener culto público notable, es fácil en una crucifixión saber quién es: está a su derecha mirando a Jesús, mientras Gestas está a su izquierda y voltea el rostro para no ver a Jesús en la cruz.
Si era Dimas su nombre o no, lo importante es que para los creyentes cristianos la misericordia y el perdón del Señor son infinitos, y con solo reconocer nuestras faltas, ese hecho nos abre las puertas al paraíso. Como “el buen ladrón”, que logró tocar el corazón de Jesús.