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La pelota siguió rodando: cómo se enteraron los jugadores de la Selección del golpe militar en medio de una gira increíble y fundacional del ciclo Menotti

Historia fútbol argentino
César Luis Menotti con parte del plantel en Ezeiza antes de comenzar la gira

El mandato de María Estela Martínez de Perón había ingresado desde hacía rato en la zona de desgobierno. La suba indiscriminada de precios, la violencia y el malhumor social eran los ingredientes del cóctel que se servía a mediados de marzo del ‘76. Se estaba terminando un verano atípico, lleno de restricciones, en el que la palabra golpe era más escuchada que sol, playa o montaña. El infierno llegó en las primeras horas del día 24, con la detención de Isabelita y la asunción de la junta de comandantes. ¿Y qué ocurría con el fútbol en ese momento? La tan mentada pasión de multitudes quedó atravesada por aquella situación, pero la pelota no paró de rodar…

En el atardecer del martes 23, mientras el rumor crecía en las redacciones periodísticas y en las charlas de barrio, en el estadio Monumental, River se preparaba para enfrentar al modesto Portuguesa de Venezuela por la Copa Libertadores. Un hincha llegó al estadio con la edición vespertina de Crónica, ansioso por compartirla con su amigo y compañero de tantos años de platea. Sin mediar saludo, se la extendió ante sus ojos: “Movimiento de tropas”, se podía leer allí. Quien aún permanecía sentado, no solo ni se inmutó, sino que desplegó La Razón, que guardaba en un costado y con el índice le señaló una frase en la tapa: “Es inminente el final: todo está dicho”. Quedaron en silencio, con una mueca cercana a la resignación en el rostro, presintiendo lo que se podía venir. La desazón se disipó enseguida, cuando entraron los equipos a la cancha.

Poca era la resistencia que podía oponerle el cuadro venezolano a los locales, que sentirían las bajas de dos titulares indiscutidos, que se encontraban de gira con la Selección: Daniel Passarella y Leopoldo Luque. En lugar de este último, actuó como centro delantero José Omar Reinaldi, que fue la figura de la noche, al anotar los dos últimos goles en ese período democrático en suelo argentino, y así recordó aquel momento y lo sucedido unas horas después: “Habíamos ganado un partido importante, porque con esa victoria quedamos a un paso de la clasificación a la siguiente ronda. Marqué un tanto en cada arco y parecía ser una noche normal para cualquier futbolista. Terminamos cerca de las 11 de la noche. Nos cambiamos y cumplimos con la rutina de ir a comer con algunos compañeros a uno de los carritos de la Costanera, cerca del estadio. En el trayecto, no se presentía nada en particular por las calles. Concluyó la cena tipo a las 2 de la madrugada y cuando quisimos salir, fue imposible porque ya estaban apostados los tanques y el ejército, que no te dejaban moverte para ningún lado. Fue una situación que nos sorprendió y tomamos conocimiento que se había producido el golpe. Debimos quedarnos allí aproximadamente una hora más”.

César Luis Menotti llevaba un año y medio como entrenador de la Selección y había sentado las bases de un trabajo serio como pocas veces había ocurrido. Con el objetivo de seguir respaldando esa idea y con la mira puesta en el Mundial ‘78, se organizó la primera gira importante de su ciclo para enfrentar a alguno de sus pares de Europa del Este.

El domingo 14 por la noche partieron desde Ezeiza en un agotador periplo de 50 horas: Buenos Aires – Las Palmas – Madrid – París – Zurich (descanso en un hotel) – Varsovia – Moscú – Kiev. La travesía no estuvo exenta de momentos complejos, como lo evocó Jorge Olguín: “Para mí era como estar viviendo un sueño, porque era difícil pensar que podía estar en la Selección y más hacerlo en una gira de esas características. Nos tocó ir a la Unión Soviética, en un viaje que fue muy extenso y en el que tuve que afrontar un problema. Muchas cosas se hicieron mal, a las apuradas y entre ellas, mi visa, que estaba a nombre de Asad, otro compañero. Apenas llegamos a Moscú, me detuvieron los soldados que te revisaban en la aduana. Por medio de señas, meneaban la cabeza y con los dedos me hacían “dos y tres, dos y tres”. Obviamente no entendía nada, ni las señas ni el idioma. El dos era porque en la visa había dos nombres, Julio Asad, y en el pasaporte, tres: Jorge Mario Olguín. Todo el plantel pasó y a mí me dejaron solo sentado en un banquito como en las películas (risas). La historia se solucionó cuando llegó gente de la embajada y pude sumarme al resto hacia Kiev”.

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Gatti en su gran partido contra Rusia

El sábado 20, día del choque con los rusos, lejos estaba Argentina de la calma. Los titulares de los diarios referían a un proyecto del poder ejecutivo para aplicar la pena de muerte en zonas de emergencia, un tiroteo contra un grupo de soldados en pleno San Telmo y el macabro recuento de 12 acribillados en el país. La violencia campeaba en cada esquina y la situación se le había escapado de las manos al gobierno. A muchos kilómetros de distancia, la Selección ganó 1-0 y dejó una tenue sonrisa en medio del caos, en un partido que quedó en el recuerdo por la victoria y las particulares circunstancias que lo rodearon, como lo evocó Hugo Gatti, una de las figuras: “Contra la Unión Soviética en Kiev las hice todas. Para entonarme, tomé un poco de whisky y el Flaco Menotti lo sabía. Yo tenía una botellita al lado del poste y cada tanto tomaba un traguito para motivarme y por el frío tremendo que hacía. Como ese partido, no habrá ninguno igual”.

También en esa dirección van las palabras de Jorge Olguín, uno de los dos debutantes con la casaca nacional en esa jornada, junto a Daniel Passarella: “Es inolvidable, porque hicimos un muy buen partido y el Loco Gatti tuvo una actuación increíble, las sacó todas y quedó en el recuerdo porque actuó con pantalón largo y un gorro de lana. Fue una experiencia muy especial, porque jugar en la nieve no es para cualquiera, al punto que cuando te caías al piso, debías levantarte rápido porque te quemabas. A la nieve la habían sacado en la previa con unas turbinas de avión, pero el césped quedó mojado y fue peor cuando volvió a nevar, porque los rivales si tenían experiencia en esas circunstancias, no se veían las líneas. Unos días más tarde, ya estando en Polonia, nos enteramos de que los militares habían derrocado a Isabel Perón, pero los argentinos estábamos lamentablemente acostumbrados a los golpes de estado por esos años, por eso no nos sorprendió la noticia ni nos condicionó a la hora de jugar, porque ya habíamos pasado por cosas de estilo en las décadas anteriores“.

Fernando Niembro fue uno de los escasos enviados especiales que cubrieron aquella gira y tiene grabadas impactantes imágenes de lo vivido: “Fue un viaje larguísimo desde Buenos Aires y la primera escala fue Kiev, en la Unión Soviética, de allí a Katowice, en Polonia, una pequeña ciudad cercana a Varsovia y luego a Budapest, en las tres primeras escalas para la Selección. El primer partido quedó en la historia por muchos motivos, empezando por el clima: había 10 grados bajo cero y teníamos la seguridad que no se iba a disputar, porque la capa de nieve que tenía el campo de juego era de un metro. Llegué allí varias horas antes y el que era el intendente del estadio, por intermedio del embajador que hacía la traducción, me dijo: ‘Quédese tranquilo, porque a la hora de comenzar, todo va a estar perfecto’. Y así fue, porque con turbinas de avión, tiraron la nieve hacia los costados. Argentina ganó 1-0 con gol de Mario Kempes y durante el transcurso del encuentro, comenzó a nevar. Al concluir, los periodistas fuimos a los vestuarios como era rutina y los jugadores estaba ateridos del frío, solo consumiendo el agua que habían llevado, hasta que de pronto, se abrieron las puertas y aparecieron mozos de guantes blancos portando bandejas de plata con té caliente”.

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La delegación Argentina en Moscú

Con la desbordante alegría de un logro tan impactante, el plantel continuó su derrotero en busca del segundo eslabón de la gira, que era nada menos que la poderosa selección de Polonia, que se había alzado con el tercer puesto en el Mundial ‘74, donde fue la revelación. Así lo recuerda Fernando Niembro: “Estando en Polonia, la noche anterior al partido, nos enteramos del golpe de estado, a través del José María Muñoz, que era quien nos informaba en forma permanente. Mi padre tenía actividad política en ese momento como asesor en el Ministerio de Trabajo y quería tener datos, ya que, obviamente, la información de lo que ocurría en Argentina no abundaba. Llegué al estadio con varias horas de anticipación, me instalé en la cabina y Enrique Macaya Márquez, desde Buenos Aires, me dijo: ‘Fernando: el partido finalmente se va a televisar en directo’. Era la primera en mi vida que iba a relatar. Era dificilísimo conseguir una comunicación telefónica con nuestro país, pero al terminar el cotejo, logré hablar con mis padres, que me confirmaron que estaban bien y me ampliaron un poco los detalles de lo que se estaba viviendo. Pensamos que la gira se iba a suspender, pero siguió tal como estaba programada”.

En esos primeros minutos del miércoles 24 de marzo del ‘76, la población fue recibiendo la noticia de la aparición de un nuevo gobierno. Algunos con beneplácito, suponiendo que era la única manera de terminar con el caos, otros con indiferencia, y la porción restante con estupor, ante la posibilidad de una nueva represión, que nadie calculó que tendría semejante magnitud. Inmediatamente, la junta de comandantes dio a conocer su proclama de propósitos y objetivos básicos, junto a una serie extensa de 24 comunicados, donde daban a conocer sus directivas. El número 22 anunciaba la suspensión para ese día de los espectáculos públicos, en cines, teatros y actividades deportivas, pero el 23, se refería al fútbol: “Se pone en conocimiento público que se ha exceptuado de la transmisión por cadena nacional de radio y televisión, la propalación programada para el día de la fecha del partido de fútbol que sostendrán las selecciones nacionales de Argentina y Polonia”. Y así fue: las marchas militares y comunicados que inundaban la televisión, se detuvieron a las 13:30 cuando comenzó el encuentro.

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Ardiles trata de hacer equilibrio entre los rivales y la nieve

Ajenos a lo que estaba pasando en su tierra, los futbolistas nacionales volvieron a mostrar un alto nivel y se impusieron por 2-1. Héctor Scotta había sido el máximo artillero de la temporada ‘75, batiendo todos los récords, al convertir 60 goles. Esa performance le hizo ganarse un lugar en el elenco nacional y ser parte de aquella gira: “El señor Menotti no me quería (risas), pero me tuvo que convocar. Su preferido en la posición de puntero derecho era René Houseman, con quien disputábamos limpiamente el puesto y con el que jamás tuve un problema, porque era un tipo sensacional. Fui a la famosa gira del mes de marzo, pero en Rusia no jugué, pese a que el técnico me hizo hacer precalentamiento largo tiempo. Si no me avisan, todavía estoy ahí (risas). Recuerdo que unos días más tarde estábamos cenando y vinieron Menotti y el presidente de la delegación para contarnos que había habido un golpe miliar y que Videla había afirmado que la Selección debía seguir su curso y terminar la gira. Sinceramente, estábamos todos asustados, porque no sabíamos qué estaba ocurriendo realmente en el país. Ese día enfrentamos a Polonia y tuve la suerte de hacer un lindo gol tras una asistencia de Leopoldo Luque, pero no tuve ni tiempo de festejar, porque automáticamente me reemplazó por Houseman, que convirtió el segundo y ganamos 2-1″.

La gira continúo del mismo modo que estaba programada, con una derrota ante Hungría 2-0 en Busapest, otra con Herta Berlín 2-1 y un magro empate en cero frente al Sevilla. ¿La actividad se detuvo en el país? Por supuesto que no. En la noche del 25, Estudiantes goleó a Portuguesa 3-0 por la Libertadores y 24 horas más tarde, arrancó una nueva fecha del torneo local con River y Temperley.

La pelota siguió rodando por siempre, sin detenerse ante el avance brutal de la junta militar, que, pese a alguna reticencia inicial, se dio cuenta de la conveniencia de seguir adelante con la organización del Mundial. Ese que fue utilizado, pero que también le dio una inmensa y postergada alegría al pueblo futbolero argentino, que saldó la deuda de ser campeón, gracias a un equipo que comenzó a creer en si mismo en aquella gira histórica de marzo del ‘76.

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