Muchachos, aflojen con Demichelis…
River había ganado 2-0 en su debut de la Libertadores. En los días previos habíamos visto las dificultades para llegar a San Cristóbal (Venezuela) vía Cúcuta (Colombia) tras once horas de travesía alternada entre el avión y el bus. Demasiado tiempo para las exigencias competitivas que imponen hoy, como nunca, los calendarios internacionales. Téngase en cuenta que luego de arribar y jugar hay que regresar al país de la misma manera para seguir compitiendo…Tal vez resulte ésta la mayor singularidad de nuestras copas regionales pues lo que River -y por cierto otros equipos de la región– debió dedicarle al viaje y solo para llegar, un competidor de la Champions hubiese completado el total de sus travesías. Esto es que las once horas de River para ir y once horas para volver –22 en total- superan por mucho a las de cualquier equipo europeo que arriba a los play off para disputar sus cuatro partidos finales como visitante. Por cierto: se trata de una cuestión geográfica de nuestra región que excede cualquier observación organizativa. Pero existe y conspira contra la optimización del juego.
El tema es que tras el triunfo en su debut mostrando una mayor jerarquía individual y colectiva que su rival, el Deportivo Táchira, me quedé frente al televisor con el propósito de prolongar la visualización de ciertos detalles del partido. Son aquellos que a veces se pierden con la mirada simultánea al vivo. Sí, claro, los goles que fueron y los que pudieron ser; las jugadas polémicas; las decisiones arbitrales que ofrecieron dudas… Es muy lindo reiterar la mirada objetiva sobre la mirada emocional que ofrece cualquier evento deportivo pues bajo la óptica emotiva se vive el hecho y una vez consumado el mismo nacen o pueden nacer matices que enriquecen la opinión. Todo el residual analítico reconfirmaba un triunfo incuestionable de River.
Grande fue mi sorpresa al confirmar que una vez más Martín Demichelis, el director técnico de River, se convertía en el sujeto cuestionable de los debates periodísticos. Tal como vengo escuchando desde hace algún tiempo se lo critica por aquello que ocurrió y por aquello que se supone o interpreta que pudo haber ocurrido. No exagero al decir que todas las formaciones iniciales de River despertaron críticas aun antes de cada encuentro. Y todos los cambios realizados en cada partido generaron siempre objeciones basadas más en hipótesis teorizadas que en argumentos sustentables. Me costó pensar en aquello que escuchaba de los respetables colegas pues estaban refiriéndose al conductor de un equipo que obtuvo tres trofeos en un año: la Liga Profesional de Fútbol 2023 (desde dos fechas antes de su finalización), el Trofeo de Campeones 2023 y la Supercopa Argentina 2024. No es todo su mérito pues deberemos adjudicarle un logro muy difícil: ser el sucesor de Marcelo Gallardo, una estrella “millonaria” de luz eternizada, el Gardel riverplatense sin comparaciones ni tiempos. Después de Gardel tuvimos muchos y muy buenos cantores de tango pero desde ellos se aceptó y aún se acepta que Carlitos fue el número uno. No cualquiera podía dirigir a River después del Muñeco. Y la verdad es que la dirigencia de River encontró al mejor. Y ése mejor dejó al Bayern Munich –con grandes posibilidades de futuro asegurado- por su identidad con River. ¿Y cómo lo ve una parte del periodismo desde el primer día: mal, lo analiza como sujeto totalizador de las derrotas, no le atribuye méritos en los triunfos y lo llevan hasta el límite de la paciencia en las conferencias de prensa. La mayoría de las preguntas comienzan con la palabra por qué: “¿Por qué entró tarde o no entró el jugador tal? (por lo general el Diablito Echeverri) , o ¿ por qué insiste con el jugador cual? ( casi siempre por Nacho Fernández). Sin embargo, Demichelis les responde con vaticana serenidad.
Por cierto que el episodio con Enzo Pérez que prefirió dejar River tras aquella reunión del año pasado con invitados “incodificados” y desleales demandó recomponer la armonía convivencial del vestuario. Y vaya a saber si ya lo consiguió. O acaso la prematura eliminación de la Libertadores del año pasado yéndole a jugar al Fluminense de igual a igual en Río. Tal vez la última y llamativa derrota (0-4) en el amistoso frente a Independiente Rivadavia. Y finalmente tener la obligación de vencer esta noche a Central para asegurarse un lugar entre los 4 primeros para llegar a los play off de la LPF. Todo eso es nada para evaluar a Demichelis cuya contratación resultó un acierto pues se advierten fácilmente su inteligente adecuación al nuevo orden del fútbol de élite. Siempre resultará más fácil para cualquier entrenador administrar un plantel económico y limitado que otro lleno de costosas figuras. Todo cuanto obtenga en tales condiciones le será reconocido como mérito personal. El mix entre aquello que sus dirigentes consigan -sea por contrataciones o préstamos- más la inserción de los pibes de inferiores le darán más valor a su trabajo. Quedar a salvo de los descensos, entrar a disputar copas internacionales, avanzar en la Copa Argentina, vender un par de chicos…Ya está: misión cumplida. No es el caso de River.
El por qué juegan siempre Esequiel Barco y Nacho Fernández y no juegan de entrada Echeverri, Mastantuono –potencial figura del fútbol mundial- o por qué prefiere a Fonseca –autor de un golazo frente al Táchira- y no a Villagra que costó 12 millones de dólares son preguntas que resultan inadecuadas para el fútbol de hoy. Pues los Echeverri –ya vendido al Manchester y por lo tanto con recaudos tal vez acordados- los Villagra, los Mastantuonos, los Rubertos, los Boselli o los Solari – brillantes pibes del plantel- alternarán con los Armani, los Nachos, los Paulos Díaz, los Borjas, los Gonzalez Pires, los Aliendro, los Herrera, los Cascos o los Enzo Díaz –solo por nombrar algunos ejemplos- y serán mejores. Esa es la tarea que están llevando a cabo Demichelis y su cuerpo técnico integrado por Germán Lux, Javier Pinola más 8 profesionales de otras tantas áreas que atienden al plantel.
Deberemos entender que al conjuro de la evolución del fútbol en todos sus aspectos habrá que adjudicarles un nuevo rol a los entrenadores. Estos se dividirán en dos categorías: los ortodoxos y los de élite. Los primeros administrarán aquello que poseen en calidades de plantel, de infraestructura, de logística y de disponibilidad económica. En cambio los de élite deberán administrar la riqueza proporcionándola a todos los objetivos que es ganar todo lo que dispute. Y eso requiere de una tarea distinta al resto. En el caso de River la inició Gallardo con su revolución y la continúa Demichelis de enorme futuro, con sabiduría. Tal vez algún otro técnico cuente con estas facilidades. Pocos diríamos. Tevez o Insúa hacen algunos silencios frente a las preguntas post partidos pues cuesta mucho decir: “Chicos, esto es lo que tengo…”. Y ni hablar del resto, con las pocas excepciones de Diego Martínez (Boca) y Gustavo Costas (Racing) que cuentan con los mismos medios pero aferrados en lo personal a estilos tradicionales de conducción.
Ya no se pueden repetir los equipos de memoria. Sería imposible juntar figuritas. Se juegan 2.5 partidos de promedio por semana. Hubo 19 roturas de ligamentosa en 17 fechas. Se viaja una vez por semana al interior o al exterior. Los técnicos -que son los únicos que saben sobre las condiciones de cada jugador- se ven acuciados por la propia exigencia y por dos verdaderos flagelos: los programas partidarios y las redes sociales desde donde cualquiera potencia su condición de imbécil. Más aún, propongo que tras cada encuentro los entrenadores ofrezcan dos manifestaciones mediáticas: una para la prensa en general –la tradicional conferencia- y otra para los programas partidarios –una rueda en zona mixta- pues está claro que el “partidismo”, cada vez mayor aborda temas de otro interés. O intereses, de los cuales no está exenta la política interna, absolutamente direccionada y microclimática…
Volvemos al comienzo. Un equipo viene de viajar once horas en avión y en omnibus. Gana su partido inaugural por 2 a 0. Le esperan cuanto menos otras once horas de regreso. Y una vez que su director técnico se apresta a dar respetuosa respuesta a todas las preguntas de la prensa allí presente, éstas resultan de cuestionamiento requiriendo antes que nada explicaciones al por quévno se hizo o por qué no jugó o por que no cambió a…
Fue entonces cuando frente al televisor surgieron estas módicas reflexiones con la esperanza de que advirtamos nosotros, los periodistas deportivos, que hay un nuevo orden en el fútbol, que en los clubes donde se puede se acabaron los titulares y los suplentes, que nadie conoce mejor al protagonista que su conductor, que éste debe liderar a su grupo, generar la competencia interna y administrar inteligentemente los esfuerzos.
Es difícil subir a cantar después de Gardel. Y es por ello que me permito decirles: Muchachos, aflojen con Demichelis…que pronto será un Polaco Goyeneche.