¡Atraso cambiario!
¿Qué pasa con el dólar que no sube? Extraña pregunta, dado que, para los argentinos, cada vez que sube el dólar es un escándalo nacional. Ahora que se queda tranqui, ¿también nos volvemos locos?
Antes de entrar en la pregunta central que motiva estas líneas, aclaremos que el precio del dólar en términos reales es como el precio relativo de cualquier otro producto. Es decir, cuando uno mira el valor del dólar contra la inflación está mirando un indicador que da una idea de la relación que tiene el precio del dólar con el precio del resto de los bienes de la economía.
Si se acepta este punto, no hay muchas alternativas para saber el precio relativo correcto que debe tener el dólar. Así como los economistas no pueden saber cuál es –a priori– el precio de equilibrio del kilo de papas, sino solamente a posteriori, una vez que opera el proceso de mercado, lo mismo podemos decir del dólar. Ahora bien, esta idea solo es válida para una economía de mercado con precios libres, no intervenidos por el Gobierno.
Si el gobierno aplica un precio máximo, por debajo del equilibrio, entonces sí podemos decir que ese precio es falso, y que a dicho nivel habrá faltante de producto. Esto es exactamente lo que pasa en el mercado oficial del dólar. Como el precio está por debajo del valor de mercado, entonces sobran compradores y faltan vendedores, motivo por el cual el gobierno impone restricciones al acceso.
Así que cuando miramos el mercado “oficial” del dólar, podemos decir que ese precio es ficticio, artificial, o que está “atrasado” respecto de otros bienes. Pero cuando miramos el precio del dólar libre, que hoy puede comprarse en el mercado paralelo, el tema no es tan sencillo.
¿Está atrasado el dólar?
Si uno mira los últimos 4 meses de historia argentina (remarco, los últimos 4 meses), observará que la inflación acumulada (25,5%; 20,6%, 13,2% y, digamos, 10% en marzo) fue de 88,5%. El dólar paralelo, por su parte, pasó de costar $990 en promedio en diciembre, a $985 si se miran las últimas cotizaciones que informa la prensa. Para ahorrarnos cálculos, podemos decir entonces que el dólar ni se movió, mientras el resto de los precios aumentó con fuerza.
¡Atraso cambiario! Pondrán algunos el grito en el cielo. Pero afirmar esto es sacar conclusiones sobre un período demasiado corto para poder ser tenido en cuenta.
Veámoslo de otra forma. Si dividimos el índice de precios al consumidor por el dólar paralelo, obtenemos una referencia de cuánto cuesta una canasta de bienes y servicios –en dólares– en Argentina. Al considerar la evolución de esta canasta desde diciembre de 2017 hasta marzo de 2024 obtenemos los siguientes datos. Entre diciembre de 2017 y octubre de 2020, los precios en dólares habían caído nada menos que 69,5%, algo que también hicieron, punto más o punto menos, los salarios.
Extendiendo el análisis a la actualidad, vemos que la variación acumulada de una canasta de bienes y servicios, medida en dólares, desde 2017 hasta hoy fue de -24,5%. Se trata, claro, de una caída muy inferior al enorme 69,5% pero, por esta medida, seguimos “más baratos en dólares”, al menos, que en diciembre de 2017.
Otra cosa que podemos hacer es una comparación con otros países de la región. Para ello podemos recurrir al Tipo de Cambio Real (TCR). Para que se entienda, si el tipo de cambio real cae, entonces nos volvemos “más caros en dólares” y algunos hablarán de “atraso cambiario”. Por el contrario, si el tipo de cambio real sube, nos “abaratamos en dólares” y algunos hablaran de “mayor competitividad cambiaria”.
¿Qué pasó con el tipo de cambio real en Argentina y en la región desde, digamos, diciembre de 2015? Que en Argentina el TCR subió 47,9% en todo el período, mientras que en Chile subió 23,5%, en Uruguay subió 7,9% y en Brasil cayó un 7,6%.
O sea, si nos vamos a quejar nosotros, los argentinos, de TCR bajo cuando éste literalmente subió un 47,9% en los últimos 9 años, ¿qué les queda a los brasileños, donde su tipo de cambio real sí bajó (es decir, “se atrasó”) un 7,6%?
Y, si está atrasado… ¿qué?
Para ir cerrando, estas dos métricas solo nos sirven para dar una idea de que, incluso entrando en la jerga del atraso o del adelanto cambiario, si bien es cierto que el peso se está fortaleciendo en los últimos meses, no es cierto que estemos caros en dólares de forma absoluta y problemática. Seguimos más baratos que en 2017, y definitivamente estamos más abaratados que Chile, Uruguay o Brasil.
Pero el punto más fundamental es que el tipo de cambio real, cuando el dólar es libre, es un valor de mercado establecido por el conocimiento disperso de millones de agentes que toman decisiones a diario buscando mejorar su situación. Un mercado libre de cambios solo refleja esas decisiones y ningún economista particular ni ninguna autoridad gubernamental puede saber más que el conocimiento colectivo que el mercado plasma en los precios.
Ahora, lo que sí pueden pedir los economistas y lo que sí puede hacer el gobierno es tomar medidas para mejorar la competitividad de fondo de la economía para que, incluso siendo “caros en dólares”, podamos tener una producción que crezca y genere buenos empleos con buenos salarios. Para eso se debe tener equilibrio fiscal (para bajar la inflación y el riesgo país) y, luego, mercados flexibles e integrados al mundo, con respeto irrestricto de la propiedad privada de los medios de producción.
Si todo lo anterior se lograra (y, hay que decirlo, el Gobierno está en búsqueda de ello), el valor real del dólar pasará a ser una simple anécdota. Ojalá.
El autor es Investigador Asociado del centro FARO de la Universidad del Desarrollo, en Chile, profesor universitario y consultor de empresas