El peronismo abrió una nueva etapa en la que pondrá en discusión la conducción de Cristina Kirchner y el rol de Máximo Kirchner
Andrés “Cuervo” Larroque destapó la olla. Se sinceró. Expresó en público lo que muchos dicen en privado. No es una novedad para los integrantes del circuito político nacional. Hace tiempo que en los distintos sectores del peronismo cuestionan la conducción de Cristina Kirchner y el rol que tiene Máximo Kirchner en el armado de las listas. No es nuevo. En todo caso, lo único nuevo es que, por primera vez en 20 años, los cuestionamientos salieron del riñón K. De los que tienen la misma sangre.
“Ya no se puede tapar el sol con las manos. Es la puja por un liderazgo emergente”, dijo un ministro bonaerense
“Es el año para asumir el costo político de la pelea con el camporismo”, sostuvo un intendente bonaerense.
En el peronismo hay dos versiones bien marcadas sobre la disputa entre Axel Kicillof y La Cámpora. Algunos creen que es una pelea que se limita a la conducción del kirchnerismo y el armado de listas del año que viene en la provincia de Buenos Aires. Otros piensan que es el principio de un debate interno en el que está involucrado todo el peronismo, porque se trata del lugar que van a ocupar madre e hijo en el esquema de poder de la fuerza política.
Lo cierto es que son las dos versiones al mismo tiempo las que se entrecruzan y estructuran los posicionamientos. La única jefa del kirchnerismo es la ex presidenta. Su influencia es determinante. Está muchos escalones por encima del resto. Sin embargo, hay dirigentes que entienden que debe ocupar un rol distinto al de ahora. Darle lugar al gobernador bonaerense para que crezca en influencia en el armado político, y contenerlo y cuidarlo para que llegue fuerte a las próximas elecciones presidenciales pero, sobre todo, a las legislativas del año que viene.
Los que están inmersos en esa línea de pensamiento aseguran que hay una necesidad muy marcada, por parte de un gran sector de la dirigencia, de trazar una línea que divida el pasado del futuro, y cambiar el estilo de conducción para poder abrazar a más sectores de la oposición. Y, además, mostrar una renovación de liderazgos de cara a la sociedad. Reclaman un cambio de época. El principio de un nuevo proyecto político.
“Axel es el único kirchnerista con votos y lo quieren desgastar. Es un absurdo”, fue la sentencia de un senador provincial.
“¿Quién quiere dañar a Axel? Es una mentira”, afirmó un influyente dirigente del peronismo a nivel nacional.
Hay una realidad que es innegable y que Larroque la retrató en su polémico discurso en la Quinta de San Vicente. Kicillof genera una empatía en un sector de la sociedad que no provoca ningún otro dirigente del peronismo. Los resultados de las últimas elecciones dan cuenta de que es de los pocos – tal vez el único – dirigentes K que tiene capacidad de obtener votos a gran escala. Eso lo pone en un lugar de privilegio en el peronismo. A diferencia del resto, Kicillof tiene proyección presidencial.
El esquema político que rodea al Gobernador, bautizado como kicillofismo, tiene una relación compleja con La Cámpora. En el gabinete conviven sin demasiados problemas con ministros como Nicolás Kreplak (Salud) o Juan Martín Mena (Justicia), pero cuando se activa la rosca política y la gestión genera choque de intereses, los resquemores florecen a gran velocidad. Interpretan diferentes formas de manejar el poder y tomar decisiones. En el entorno del gobernador bonaerense están convencidos que el camino hacia el 2027 estará plagado de tensiones internas para limitar su crecimiento. “En el peronismo las cosas son así”, dicen en La Plata.
“Estamos trabajando para sobrevivir y que Buenos Aires no explote. Y para que nuestra fuerza política presente un candidato que pueda ganar en el 2027″, indicó un funcionario de gabinete bonaerense.
“Si Axel cree que el futuro es sin la conducción de CFK, es un grave error. Si el kirchnerismo no está unificado, él tiene pocas chances de ser un candidato competitivo”, advirtió un intendente del conurbano.
“Pertenecemos a un espacio político que conduce Cristina Fernández de Kirchner. Es, fue y será siempre asi”, explicó un funcionario bonaerense de estrecho vínculo con Kicillof.
La línea de dirigentes que entienden que la discusión interna del kirchnerismo tiene impacto directo en el peronismo, sostiene que son válidas las críticas al extenso liderazgo de Cristina Kirchner – la gran mayoría en forma subterránea – y al lugar de influencia que tiene su hijo para armar las listas legislativas. El líder camporista desde hace tiempo que está al mando de la lapicera con la que se validan o tachan los nombres propios que compiten en las elecciones. Cada vez son más los que creen que esa etapa se tiene que terminar. No quieren estar supeditados al puño de Máximo Kirchner.
En gran parte del peronismo le reconocen a CFK la capacidad de mantener su liderazgo a lo largo del tiempo, pero advierten que es momento de que se termine un ciclo. La fuerza política no puede seguir mirando, en forma permanente, lo que hace o deja de hacer la ex presidenta. Ni puede seguir especulando con una posible candidatura. No se trata de los votos que podría juntar – que siguen siendo muchos – sino de la necesidad de ofrecerle algo nuevo a la sociedad.
El peronismo afronta el desafío de reconstituir su identidad como fuerza política y de construir una figura que pueda generar empatía en la sociedad. Néstor y Cristina Kirchner lo hicieron, pero veinte años atrás. Sin contar al gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, que es un peronista que tiene su central de poder por fuera de Unión por la Patria (UP), en la fuerza política no sobresale ningún nombre propio con capacidad de construir un perfil electoral atractivo. Salvo Kicillof. Por eso la idea de “cuidar a Axel” empieza a instalarse en varios sectores de la coalición.
En las terminales que avalan el conflicto que abrió Larroque, mas allá de que no formen parte del círculo de Kicillof, destacan que el actual es un buen momento para dar la discusión política de fondo. ¿El motivo? Advierten que es mejor hacerlo ahora, que falta más de un año para las elecciones legislativas, que el año que viene, cuando la necesidad de ampliar el poder de influencia en la provincia y a nivel nacional, sea mucho más necesaria.
“La pelea por la lapicera hay que darla ahora. Aunque sea contraproducente porque la gente no quiera ver eso”, señaló un legislador nacional.
“En esta pelea no puede haber ganadores ni perdedores. Terminará con una tregua”, aseguró un funcionario de La Cámpora.
Respecto a los tiempos, son muchos dirigentes que ven como un hecho peligroso que la interna se haya abierto ahora. Porque así como sirve para dirimir los confictos con antelación, también genera un desgaste muy grande sobre la figura de Kicillof, ya que el gobernador queda expuesto en dos frentes. De un lado recibe cuestionamientos del gobierno nacional y del otro queda parado en la línea de fuego de la interna peronista.
De fondo también hay un fuerte malestar del peronismo del interior y de algunos sectores del peronismo bonaerense con el comportamiento de Máximo Kirchner durante el último gobierno y con su supervivencia al frente del PJ Bonaerense. Lo critican por tomar decisiones en una mesa pequeña junto a sus leales y dejar afuera de la discusión a la mayoría de la fuerza política. Malestar que se materializó en el último congreso del PJ Nacional.
El peronismo ingresó en una etapa nueva. Empezó la discusión sobre los lugares que Cristina y Máximo Kirchner ocuparán en el tiempo que viene. Todos saben que es necesaria una renovación. Todos tienen posturas diferentes sobre cómo realizarla. Todos entienden que si no hay cambios, la sociedad volverá a darle vuelta la cara. Los egos y las mezquindades del poder atraviesan el nuevo conflicto peronista.
“El ´Cuervo´ era el primero en venir a contar y bajar línea sobre los mensajes que le había mandado Cristina. Ahora habla de los mensajes de WhatsApp. Se debe haber olvidado del pasado”, dijo un dirigente con largo recorrido político en las filas de La Cámpora.