Israelíes y palestinas buscan juntas una salida pacífica al conflicto en Medio Oriente
“Estoy en el kibutz Beeri, que es mi hogar. Estoy sentada en mi patio. Mi casa está a tres minutos desde la Franja de Gaza”.
Vivian Silver —pelo corto y cano, lentes, sonrisa que abre hoyuelos y acentúa la expresión de sus ojos de más de siete décadas— mira a cámara. Es canadiense, hace 50 años que vive en Israel, y es una de las fundadoras de Nashim osot shalom (Mujeres activan por la paz), una agrupación integrada por mujeres israelíes (árabes y judías) que nació después del conflicto bélico con la Franja de Gaza de 2014 y tiene presencia en muchos países del mundo, entre ellos, Argentina. Es 2022 y está siendo entrevistada por el documentalista y expresentador de la BBC en el Reino Unido, Tim Samuels.
“La violencia, no importa de dónde provenga, tiene que parar. Y tenemos que comenzar a conversar” —dice Vivian. Que además del movimiento pacifista de mujeres trabajaba con organizaciones palestinas y llevaba, de forma voluntaria, a niños y adultos con cáncer que necesitaban atención médica de Gaza a hospitales israelíes.
“Pasé mucho tiempo en Gaza porque fui directora de una ONG que trabajaba con organizaciones palestinas de mentalidad similar, tanto en Gaza como en Cisjordania. Todas esas personas quieren vivir con dignidad y con reconocimiento de su identidad nacional. Me llamo a mí misma ‘sionista condicional’: creo en el derecho del pueblo judío a tener un Estado, siempre y cuando les demos el mismo derecho a los palestinos”. “Este podría ser un refugio para ambos pueblos. Tenemos más en común de lo que tenemos diferente. Tenemos increíbles recursos humanos, acá. Tengo vínculos y amistades de veinte años con personas del otro lado, sé cómo podría ser la vida si dejáramos las armas”.
Por vivir en un kibutz muy cercano a la Franja de Gaza estaba bajo la amenaza constante de misiles y cohetes. Sin embargo, mantuvo todo el tiempo, implacable, su compromiso y su convicción de lograr una coexistencia pacífica. Deseaba para sus nietos “un futuro en el que tengan amigos árabes, amigos palestinos, donde no tengan miedo”. “Soy una persona inusual para ellos, no conocen habitualmente personas con mis ideas, personas que tengan amigos en Gaza, Cisjordania o en aldeas árabes. Quiero que crezcan así”.
El 4 de octubre de 2023 Vivian marchó por la paz.
El 7, a las 7.54 am, su familia recibió este mensaje: “Esto es un caos absoluto. Terroristas entraron a Beeri. Hay disparos y gritos”.
Se estaba escondiendo detrás de un armario.
“Creíamos que estaba secuestrada, a los 50 días recién supimos que estaba incinerada. Eso fue un palo tremendo para nuestro movimiento. Hay muchas que eran muy amigas, muchas israelíes, árabes israelíes. No fue la única del grupo a la que mataron, pero lo de Vivian fue algo muy, muy fuerte. Y ahora su hijo decidió seguir trabajando por la paz, tomando el legado de su mamá”.
Adriana Potel —argentina, integrante de Mujeres activan por la paz desde hace ocho años, nexo entre el movimiento en Israel y en Sudamérica— habla desde México, donde está por estos días. Cuenta cómo se vieron atravesadas ellas, desde su organización, por los ataques del 7 de octubre. Y qué sucedió a partir de ese día.
Con miles de mujeres participantes, esta agrupación pluralista, política no partidaria, es uno de los movimientos pacifistas más importantes de Israel en la actualidad. Lo integran mujeres árabes, judías, cristianas, beduinas, laicas, religiosas, de todo el país (y de muchos otros países), de izquierda, de derecha, del centro, de kibutzim y de las ciudades. Y hace una década realizan un activismo con un compromiso inquebrantable para lograr una salida pacífica al conflicto entre Israel y Palestina. La primera vez que hablé con Potel, en 2020, por otro estallido en el territorio, describía su trabajo de esta manera: “Estas mujeres se pusieron una meta: cambiar la manera que tiene la humanidad de resolver los conflictos entre los países”. Nada más. Nada menos.
Cuatro años después no solo no han cambiado esa meta: se han fortalecido enormemente como organización. Uno de los puntos más importantes que destaca Potel, además del crecimiento en cuanto a la visibilización de su tarea en el plano nacional e internacional, y a la creación de un área de Relaciones Exteriores que trabaja intensamente con diplomáticas, cancilleres y embajadoras para lograr apoyo y promover su tarea en otros países, es el trabajo mancomunado con el movimiento hermano de mujeres palestinas Nashot hashemesh (en hebreo), más conocido por su traducción en inglés Women of the sun o, en castellano, Mujeres del sol. Un grupo creado en 2021 por mujeres de la ciudad de Belén, con el objetivo de promover los derechos de las palestinas y poner en el centro a la igualdad de género y la justicia social como elementos fundamentales para lograr la paz.
Las árabes israelíes de Mujeres activan por la paz las acompañaron y sostuvieron en el proceso de conformación de su movimiento. “Fueron un puente muy importante”, dice Potel. “Al comienzo las Mujeres del sol eran básicamente de Cisjordania y, de a poquito, se fueron sumando algunas de Gaza. Pero pese a las dificultades que tienen [por la idiosincrasia de sus sociedades] para organizarse, para manifestar, para salir, ese movimiento empezó a tener mucho cuerpo”, cuenta.
Desde entonces ambas agrupaciones trabajan hombro a hombro por el mismo deseo.
El grito de las madres
“El miércoles 4 de octubre, tres días antes del sábado negro, cientos de madres israelíes y palestinas llamaron a detener el círculo de sangre”. La pantalla negra, la letra escrita, contundente, hebrea y árabe, da paso a una marea de mujeres. De madres. Tienen diferentes edades, orígenes, colores, creencias. Visten de blanco y llevan carteles, pañuelos, consignas y banderas turquesas y amarillas. Los colores que representan a las dos organizaciones. Mujeres activan por la paz, identificadas con el primero, como símbolo de la unión del azul de la bandera israelí y el verde de la bandera palestina; y Mujeres del sol, con el de la gran estrella. El blanco de sus ropas es, de manera universal, por la paz.
Exigen un acuerdo. Exigen alcanzar el diálogo entre los Gobiernos, entre los líderes de los pueblos. Exigen incluir la voz de las mujeres en las mesas de negociación.
Exigen que la violencia termine para preservar lo más valioso de sus vidas: sus hijos.
“Sus vidas importan, no porque sean palestinos o israelíes, ¡sus vidas importan porque son niños!”, dice vehemente Priva Tavkoli, activista iraní por la paz. “No queremos perder más niños en este conflicto”, dice Huda Abu Arqub, activista palestina por la paz. “No debemos olvidar que se han resuelto conflictos grandes y difíciles en el pasado, ¡esto también puede suceder acá!”, enfatiza Yael Admi, una de las fundadoras de Mujeres activan por la paz. “Solo queremos una vida justa para nuestros hijos, sana y plena. Verlos sin temer si están riendo o llorando”, afirma Reem Hajajreh, fundadora de Mujeres del sol. “Una madre da a luz y se pone como objetivo proteger a sus hijos”, suma Hiyam Hanous, de Mujeres activan por la paz. “Acá todas somos madres. Aparece una luz gracias al compromiso de las madres israelíes y palestinas”, dice Samia Armoush, del mismo movimiento. Yahel Braudo – Bahat, también de Mujeres activan por la paz, proclama: “Nuestro llamado de las madres, el grito conjunto, debe fortalecerse y expandirse”.
Mientras transcribo este testimonio coral, una polifonía de deseos desesperados de cientos de madres que luchan para que sus hijos crezcan en un país diferente, uno en el que la guerra no sea la normalidad, el estado de situación cotidiano; uno en el que no teman que mueran en el frente o convertidos en mártires o, simplemente, que no vuelvan a casa de un festival, mi hijo menor, de seis meses, duerme plácidamente a mi lado. Lo miro, miro a estas madres marchando en la pantalla y no puedo ni imaginarme lo que es saber a tus hijos en riesgo. Temer cada día por sus vidas.
Pienso en eso, en las madres israelíes y palestinas y esta marcha multitudinaria que llamaron “Kriat haimaot”, “El llamado de las madres”, en castellano, y no puedo dejar de pensar en Hebe, en Estela. En nuestras Madres y Abuelas con mayúscula. En la histórica feminización de los movimientos de derechos humanos y de búsqueda de paz; en la feminización de las organizaciones que luchan por la memoria, la verdad y la justicia y en cómo el reclamo de todas estas mujeres y su búsqueda incansable las convirtieron en portadoras de la memoria social.
Y vuelvo a pensar, principalmente, en Hebe.
Hace algunos años, como parte de la Maestría en Comunicación y Derechos Humanos que cursé, asistí a una clase dictada por ella. En ese encuentro hizo un recuento de muchas de las acciones que habían llevado a cabo las Madres de Plaza de Mayo en sus primeros años. Entre ellas, contó sobre el Primer Encuentro Internacional de Madres que Luchan, que organizaron en París, a principios de los 90, con el objetivo de unirse “para defender la vida”. Volví a la desgrabación y apuntes de esa clase porque me recordó mucho de lo que sucede ahora. A aquel encuentro llegaron mujeres de todos los puntos del globo: Brasil, España, Guatemala, Honduras, Italia, Perú, Ucrania, Sarajevo, Serbia y también de Israel y Palestina.
En cada país las madres habían perdido hijos o temían por sus vidas por diferentes razones: la guerra, las guerrillas, la droga, la mafia. “Eran todas cosas tan diferentes, pero en todas teníamos que ver las mujeres. En todas teníamos que ver las madres, las esposas o las hijas”, decía Hebe.
En esa clase ella contó que las madres israelíes que estaban allí se oponían a la guerra contra Palestina, se vestían de negro y se paraban en la vía pública para manifestarse, por lo que eran conocidas como “las mujeres de negro”. “Ellas fueron transmitiendo eso a otras mujeres, judías o no, de otros países, y los días jueves, en vez de marchar como nosotras, se paraban en las esquinas vestidas de negro. Hacían una pelea silenciosa pero muy dura”.
“Claro, cuando vinieron las palestinas y las vieron no querían participar: ‘No, con esas mujeres, no. Que ellas nos matan’. No les podíamos hacer entender que esas mujeres querían lo mismo que ellas, que no querían pelear contra ellas. Pasamos más de dos días sin que las palestinas quisieran ingresar al congreso. Hasta que yo le pedí a una que entrara porque Etna Yan, quien lideraba a las madres israelíes, iba a dar su discurso. Y realmente fue conmovedor. Fue tan fuerte lo que dijo que las palestinas que estaban afuera entraron y se abrazaron todas. ¡Hemos llorado ese día! Porque fue una cosa de mucha enseñanza, de cómo la paz viene por otro lado”, dijo Hebe.
Tres décadas después parecería que seguimos dando vueltas en círculos. Pero algo sí se allanó: el vínculo entre muchas mujeres israelíes y palestinas de las que los movimientos Mujeres activan por la paz y Mujeres del sol, dan cuenta. Otra cosa que decía Hebe ese día, de lo que estas mujeres también dan cuenta: “Los hombres en la guerra, la paz siempre está en manos de las mujeres”.
Por eso es que entre sus reclamos y consignas, las integrantes de estos movimientos demandan el cumplimiento de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que pone el foco en el impacto que tienen los conflictos armados sobre las mujeres y las niñas y busca garantizar su protección y su plena participación en las mesas de negociación para lograr procesos de paz.
“Lo que se comprobó es que en todos los lugares de conflictos bélicos en el mundo donde hubo mujeres en las negociaciones las resoluciones fueron mejores y más duraderas”, me explicaba Potel hace cuatro años. La demanda sigue igual de vigente que entonces.
“Después de más de cien años de conflicto, las mujeres israelíes y palestinas dicen ¡BASTA!”. Unidas exigen “un acuerdo no violento, mutuamente vinculante entre israelíes y palestinos, que involucre a mujeres en el proceso”. “No pararemos hasta lograr un acuerdo de paz”. “La paz será o no seremos”.
Será o no seremos.
Después del 7
Golpeadas, shockeadas, atravesadas como quedaron después de los ataques de Hamas, con sus propias pérdidas y duelos, ambos movimientos de mujeres se pusieron en campaña, más que nunca, para continuar con sus demandas de una salida pacífica. Lejos de debilitarse o de que sus convicciones tambalearan con la escalada de violencia que las apuñaló en el centro de sus movimientos —también una de las líderes de Mujeres del sol perdió a su hermano cuando iba a buscar comida para sus hijos, en Gaza—, se vieron fortalecidas. Luego de los ataques, desde el grupo palestino llamaron al israelí para saber cómo estaban y como forma de demostrar que entre ellas nada había cambiado.
Los días siguientes, las israelíes de Mujeres activan por la paz comenzaron a recibir miles de mensajes de mujeres que querían saber cómo sumarse a su agrupación, cómo colaborar con ellas. Luego empezaron a ser convocadas por la prensa nacional e internacional, fueron invitadas como oradoras en universidades y en eventos y charlas en muchos países. También comenzaron a surgir grupos de mujeres que deseaban armar su filial del movimiento donde no había, como en Uruguay.
En Israel, además, estas mujeres se pusieron a disposición de los familiares de los secuestrados, a quienes acompañan constantemente. También están conformando un gabinete de las mujeres y se aliaron con otras organizaciones para trabajar en conjunto y lograr mayor visibilidad y presencia.
Por todo el trabajo que realizan, que como contracara inesperada de los ataques terroristas después del 7 de octubre comenzó a adquirir mucha más popularidad, fueron nominadas al Premio Nobel de la Paz. Y Yael Admi, una de las fundadoras y referentes del movimiento israelí y Reem Hajajreh, fundadora y directora del movimiento palestino, fueron elegidas por el magazine Time como dos de las mujeres del año, entre 12 que escogieron en el mes de la mujer.
“De repente vemos que nuestro mensaje tiene otro peso que el que tenía antes”, dice Potel. Y eso reafirma el trabajo que realizan desde hace una década: [por más que ahora cueste pensarlo, dice ella] este es el camino.
La paz será o no seremos.
[Podés registrarte a la newsletter “Hasta acá” haciendo click en este enlace]