La fórmula del éxito de Carlo Ancelotti: el “gran error” que le dio una de las mayores lecciones como DT y su método para administrar egos
Carlo Ancelotti dudó como pocas veces en su vida. El exquisito mediocampista, quien había brillado en el Milan bicampeón de Europa del mito Arrigo Sacchi antes de su retiro a los 33 años con las rodillas destrozadas y un calvario de lesiones sobre su físico, afrontaba su primera experiencia como director técnico: “Dejé a los 33 porque la rodilla empezó a molestarme y jugaba con Fabio Capello y no lo entendía. Y él me dijo: ‘Cuando seas entrenador lo entenderás’. Y tenía razón”.
Asistente de Sacchi en la Italia finalista del mundo en Estados Unidos 1994, la Reggiana que había descendido a la segunda categoría del Calcio le ofreció la chance de presentarse como entrenador en el club de su pueblo. “El equipo necesitaba un nombre y yo tenía el nombre”, recuerda el propio Ancelotti en su libro Liderazgo Tranquilo. Sacchi, uno de sus mentores, lo impulsó a aceptar el cargo pero el arranque de su aventura estuvo plagado de resultados negativos.
Después de los siete primeros partidos, la Reggiana había cosechado cuatro empates y tres derrotas: “Durante aquellos primeros siete partidos pensé que no encajaría como entrenador”. Pero en la octava jornada llegó el desahogo y puntapié inicial de una remontada que concluyó en el retorno a la máxima división del fútbol italiano. Fue entonces cuando Ancelotti tomó nota de su primera lección como entrenador: mantener siempre la calma. “Heredé la tranquilidad de mi padre, que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial. Estuvo en el frente de Grecia y los alemanes lo hicieron prisionero”, profundizó en un diálogo con El País de España.
Algunas enseñanzas las había asimilado durante su etapa como jugador. Del sueco Nils Liedholm, su DT en la Roma, adoptó el ritual de contar chistes en la charla previa de cada partido: “Tuve entrenadores que me decían que tenía que hacer determinadas cosas porque ellos lo ordenaban. Nunca entendí eso. No puedo ser autoritario”, detalló en una entrevista con Financial Times. De Sacchi abrazó su identidad y el sistema táctico con cuatro defensores, cuatro mediocampistas y dos delanteros: “En mi experiencia, era la única manera de jugar al fútbol. Sacchi fue el mejor entrenador que tuve porque prestaba atención a las cosas pequeñas del juego y era muy preciso y exigente”.
Tras conseguir el objetivo trazado con su Reggiana, el Parma en el que había comenzado su carrera lo sedujo para suceder al exitoso Nevio Scala, que había conducido al club al éxito local y continental. Ancelotti aterrizó con su innegociable e inflexible libreto en un elenco que tenía a Gianluigi Buffon y a Fabio Cannavaro como líderes jóvenes. Fue en aquella experiencia en la que descubriría nuevas conclusiones que moldearon al Ancelotti actual. Tras prescindir de Gianfranco Zola y Hristo Stoichkov por no adaptarse a su formación, rechazó la contratación de Roberto Baggio porque Il Divin Codino pretendía jugar como enganche y ese puesto no encajaba en su estructura: “Le dije: ‘No, tenés que jugar como delantero’. Baggio se fue a otro club. Ese año marcó 22 goles para el Bologna. ¡Me perdí 25 goles! Fue un gran error. Si me lo preguntara ahora, le diría que venga y cambiaría el sistema”.
Sexto en la Serie A, semifinalista de la Copa Italia y eliminado en primera ronda de la Champions, el balance de su etapa dio déficit desde los resultados pero fue positivo porque le imprimió a Ancelotti una nueva perspectiva: debía flexibilizar su sistema táctico para adaptarse a las características y perfiles de sus jugadores. Aquel pecado original que significó desestimar a Baggio se transformó en una bendición para un entrenador que enterró su ego y enarboló la versatilidad como una de sus banderas durante las siguientes dos décadas para ajustarse a nombres propios e incluso a su ecosistema: “En Inglaterra los equipos tienen menos habilidades tácticas en el aspecto defensivo. En Francia los equipos son duros físicamente. En España, los equipos tienen el placer de jugar al fútbol. Hay que adaptar la metodología a esas diferencias”.
Ancelotti se transformó en un gran gestor, el metrónomo capaz de tocar las fibras íntimas de cada jugador para obtener su mejor versión. Kaká, Balón de Oro bajo la conducción del italiano en el Milan, destacó su principal virtud en una entrevista con Sky Sports: “Carlo fue el mejor entrenador para mí. El mayor valor que tiene, en mi opinión, es su habilidad para manejar a la gente. El manejo del jugador es muy importante. Por supuesto, es muy bueno tácticamente y entiende el juego, pero la clave fue cómo manejó a los jugadores. Esté donde esté, cuando se va, deja una fantástica sensación en el corazón de los jugadores”.
La Juventus fue su siguiente travesía, una contratación que los hinchas jamás perdonaron por su pasado como jugador en la Roma y en el Milan. En la Vecchia Signora reinaba Zinedine Zidane y Ancelotti no cometería dos veces el mismo error: abandonó el 4-4-2 para entregarse al genio francés en su rol de clásico número diez en un esquema con tres defensores, cuatro mediocampistas, un enganche y dos delanteros. Después de desperdiciar una ventaja de cinco puntos en los últimos tres partidos y perder la Serie A ante la Lazio, un año más tarde también perdió el campeonato por dos puntos ante la Roma y el anuncio de su despido fue emitido durante el encuentro de la última fecha ante Atalanta: “No la pasé bien, pero ahí aprendí cómo debe ser un club de ese nivel”.
Cinco meses después, Silvio Berlusconi le abrió las puertas del club que había sido su casa en medio de la temporada tras los malos resultados del turco Fatih Terim. Aunque Ancelotti consiguió la esperada clasificación a la Champions League, Berlusconi lo criticó públicamente por sus ‘tácticas defensivas’ y Ancelotti sumó una nueva lección: un buen entrenador también debe conformar a los dirigentes de los clubes que dirige. Ya sin la rigurosidad de antaño, profundizó su versatilidad para diseñar un esquema capaz de potenciar a un plantel repleto de jugadores talentosos. Con la reconversión de Andrea Pirlo en un mediocampista defensivo, patentó el ‘árbol de navidad’ con cuatro defensores, dos mediocampistas, tres mediapuntas y un delantero.
Carletto fue el mentor de una de las épocas más prolíficas del club: conquistó la Serie A en 2003-04, ganó dos veces la Champions League y fue campeón del mundo en el Mundial de Clubes de 2007 ante Boca. Después de ocho años al mando, Ancelotti renunció en 2008 tras una de las etapas más exitosas y extensas de un institución que nunca volvió a ser como aquel poderoso Milan de Carletto.
Tras su desvinculación del Rossoneri, Ancelotti salió por primera vez de Italia para dirigir al Chelsea en Inglaterra en la primera experiencia de su nómade campaña. Con Les Bleus ganó la Premier League siendo el primer equipo en anotar más de 100 goles en una temporada y levantó la FA Cup tras una victoria ante el Portsmouth en la que les entregó a sus jugadores el mando para planificar la estrategia de la final celebrada en Wembley. En diciembre de 2011, sin trabajo tras su alejamiento de Stamford Bridge, se convirtió en el primer entrenador elegido por los jeques qataríes para liderar el proyecto del Paris Saint-Germain: Carletto estuvo a la altura, instaló un juego más vertical que coronaba el talentoso Zlatan Ibrahimovic y se quedó con la Ligue 1 en el primer logro del faraónico proyecto.
En mayo de 2013, después de un intercambio con el manager Leonardo que provocó su descontento, decidió marcharse para firmar con el Real Madrid. La Casa Blanca lo esperaba para continuar con las bases que había sentado José Mourinho, pero con la imperiosa necesidad de calmar un vestuario en ebullición. Aunque no pudo consagrarse en el ámbito local, Ancelotti rompió la maldición de la décima. El Real Madrid fue campeón de la Champions League tras vencer al Atlético de Madrid en una final dramática que se definió en tiempo extra tras el agónico cabezazo de Sergio Ramos que empató el juego a los 93 minutos. Fue en la previa a aquella campaña cuando Ancelotti, tras incorporar a James Rodríguez después de su gran actuación en Brasil 2014, le propuso a Cristiano Ronaldo cambiar de posición. Mano a mano, CR7 le dijo que prefería jugar de extremo para tener una visión más amplia del juego y Ancelotti aceptó: “¿Quién era yo para decirle no? No quería cambiarle la posición, ¿cómo podés cambiar de posición a alguien que hace un promedio de sesenta goles por temporada?”.
En mayo de 2015, Florentino Pérez decidió desprenderse de un Ancelotti que aprovechó para tomarse un año sabático, se sometió a una operación por su estenosis espinal y se mudó a Canadá. Karl-Heinze Rummenigge, CEO del Bayern Munich, lo sedujo para reemplazar a Pep Guardiola de cara a la campaña 2016-17. Campeón de la Bundesliga, se quedó afuera de la Champions League en una polémica definición en cuartos ante el Real Madrid. Su desvinculación se dio en septiembre de 2017, después de caer por 3-0 ante el PSG por la fase de grupos de la Champions League; Ancelotti fue despedido en una decisión plagada de rumores -después confirmadas- de al menos cinco históricos jugadores que estaban descontentos con sus métodos.
Por primera vez, el gran gestor había perdido el vestuario. Todos los entrenadores suman títulos y triunfos o sufren fracasos y derrotas pero pocos, realmente muy pocos, pueden jactarse de ser mejores líderes que Ancelotti: “Mi enfoque se basa en la idea de que un líder no debería tener ninguna necesidad de discursear, despotricar ni mandar con mano de hierro, sino que su poder debería sobreentenderse. Debería estar claro como el agua quién es el jefe, y su autoridad debe derivar del respeto y la confianza, y no del miedo. Creo que yo me he ganado el respeto que me muestran, en parte por mi eficaz trayectoria profesional, pero quizá sea más importante el hecho de que respeto a quienes trabajan conmigo. Estas personas confían en que haré lo que sea justo y necesario, al igual que yo confío en que ellas cumplirán con el papel que tienen en la organización”, explica en su imperdible Liderazgo Tranquilo.
El fútbol italiano apareció nuevamente en su horizonte, aunque no pudo darle un salto de calidad a un Nápoli que no pudo quebrar la hegemonía de la Juventus y finalizó en segundo lugar a once puntos de distancia. Tras un cruce con el presidente Aurelio De Laurentiis, su siguiente paso fue en un Everton que pretendía escapar de la sombra que proyectaba el Liverpool de Jurgen Klopp. Ancelotti demostró aún más recursos tácticos implementando una línea de tres que le dio buenos resultados especialmente durante el arranque de una campaña 2020-21 en la que fue líder de la Premier League. Aunque finalizó en la décima posición la victoria por 2-0 ante Liverpool en Anfield Road -la primera en ese estadio desde 1999- auguraba un futuro prometedor para una sociedad que se desarmó ante la aparición del Real Madrid: “Si hubiera venido cualquier otro, me habría quedado en el Everton. La pasé muy bien ahí”.
2020-21 fue un año de sequía para el Real Madrid bajo las órdenes de Zinedine Zidane. Ayudante de Ancelotti en su primera etapa, Zizou heredó al primer equipo tras la salida de Rafa Benítez en un movimiento sorprendente que concluyó en una de las etapas más ganadoras de la historia de la Casa Blanca con la obtención de tres Champions consecutivas. Tras una desdibujado segundo ciclo y el alejamiento de Zidane, Florentino fue en busca de Ancelotti para afrontar una temporada que, en los papeles, sería de transición y serviría como antesala de una profunda renovación que incluiría nombres como Kylian Mbappé y Erling Haaland. Pero Carletto tenía otros planes: “No soy el mismo de hace seis años. Soy distinto. Tengo seis años más de experiencia, positiva y negativa. Hay una visión clara por parte del presidente y de la directiva de ganar títulos. Es algo que me atrae como entrenador”, dijo en su presentación.
Diez meses después, sin Cristiano Ronaldo ni Sergio Ramos, el Real Madrid de Ancelotti logró ser campeón de la Liga Española en un hito histórico para Carletto: se convirtió en el primer entrenador en ganar las cinco grandes ligas de Europa. Hoy acumula ocho títulos en esta segunda etapa, incluyendo una Champions League y la posibilidad de ganar una segunda este sábado en Wembley, en la final frente al Borussia Dortmund.
“¿Qué significa jugar bien? Cada uno tiene su opinión. La mía es hacerlo bien cuando tenés la pelota y cuando no. Si haces una buena fase de defensa o muy buena no significa que estás jugando bien si con el balón no lo estás haciendo bien. Y al revés. Jugar bien significa hacer bien las dos cosas. El fútbol es atacar y defender. Se puede hacer con un bloque bajo, medio o con una presión alta. Esto es el fútbol para mí y nadie me puede cambiar la idea. Me gusta mucho el fútbol, es mi pasión, pero intento manejar las cosas de la manera más simple posible. Hay dos aspectos: defender y atacar. Creatividad y organización. Creo que puedo darle más a los jugadores a nivel defensivo. El ofensivo es talento y no quiero ofuscar este talento. No puedo enseñar a Karim Benzema dónde ponerse en el área de penalti o a Modric cómo dar un pase”, fue una de sus réplicas a los que lo tildaban de defensivo. Su mayor virtud está en la muñeca. En el Liderazgo Tranquilo…