Los secretos de Miranda!: el tema que no cantan más, la rutina con los chistes de Yayo y el insólito momento con Mirtha Legrand
No todo lo que brilla es oro. Pero, ¿y todo lo que suena? En el caso de Miranda!, pareciera que sí.
La noche estelar que el dúo conformado por Ale Sergi y Juliana Gattas protagonizó en los Premios Gardel lo afirmaría. Es suyo el mejor disco del año, Hotel Miranda!, que les valió a los músicos recibir el Oro, justamente. Y además, se alzaron con otros dos galardones: mejor álbum grupo pop y videoclip largo.
En la producción, Ale y Juliana reversionaron las canciones más emblemáticas de su prolífica trayectoria juntos -aquella que iniciaron más de dos décadas atrás con la placa Es mentira-, con la colaboración de artistas destacados. Algunos los acercaron a un público más joven, tales los casos de María Becerra y Emilia Mernes, mientras que otros levantaron las difusas barreras de los géneros musicales, tal el caso de Andrés Calamaro y Cristian Castro. Y no faltaron los viejos compañeros de ruta, como Chano.
“No inventamos nada: es un formato clásico que lo hacen muchos grupos, con suerte dispar; nosotros tuvimos la fortuna de que nos salió bien –se sincera Sergi sobre la búsqueda de Hotel Miranda!–. La colaboración ahora manda en la industria. Y María Becerra viene, canta con nosotros, y los chicos que la escuchan nos prestan atención. Pero también viene Andrés Calamaro, con un público que tal vez no nos daba tanta pelota, hasta no tener la venia de Andrés”.
En el umbral de las cuatro fechas en el Movistar Arena –18, 20, 21 y 22 de junio–, y luego de un 2023 de “locura”, como lo definen, que los llevó al Gran Rex, el Luna Park y el estadio de Ferro, al Cosquín y el Lollapalooza, se alistan también para presentaciones en México, España y Chile. Y para esta entrevista con Infobae, en la que hablarán de todo.
—Los de Miranda! son todos hits, todos himnos. ¿Cómo pasó?
Ale: —No lo sé. Si supiéramos tendríamos más… Eso no se puede controlar: las canciones son tuyas, pero una vez que las grabás la gente se las apropia y les da vida. Y eso es grandioso.
—En los shows, dejan todo en la puesta en el escenario.
Ale: —Tratamos de justificar el dinero que la gente pagó. Siempre fue así, desde el primer día. No importa para cuántos (espectadores) sea: nunca vamos a menos.
—¿Cómo fue grabar con Calamaro?
Juliana: —Una experiencia muy psicodélica. Fuimos con Ale hasta su casa para que quedara un día y no nos cancelara: “Vamos nosotros a grabarte”, le dijimos. Montamos como un estudio en el baúl del auto, bajamos, armamos todo y lo grabamos. Y fue muy emocionante escucharlo cantar “Tu misteriosa alguien”: cómo la interpretó, las inquietudes que tenía respecto a cómo cantarla. Todo el tiempo era fingir actuar normal, pero nos mirábamos y estaba Calamaro cantando como si fuese un show en vivo, cerrando los ojos… Yo no lo podía creer. Fue muy emotivo.
—¿Fueron a su casa porque había un miedo de que se cayera la colaboración a último momento?
Ale: —Y también fue para no molestarlo.
Juliana: —A Cristian Castro también lo fuimos a grabar a la casa. Ya medio que nos armamos como un reality de esto de ir a grabar a la casa.
—¿No hay una grabación de todo eso?
Juliana: —Nada. Ni siquiera nos sacamos fotos. ¡Ah, no! Con Andrés, sí.
—¿Lo cholulearon un poquito a Andrés?
Juliana: —Él dijo: “Saquemos fotos”.
Ale: —A mí me da cosa porque es como un momento muy íntimo. Sacar una foto así, de la nada…
Juliana: —No. Yo ni loca.
—¡Pará! Vos te chapaste a Lali, dale.
Juliana: —Bueno, pero no le pedí una foto… Lali tiene esa consigna: Chape Tour y no sé qué. Y yo voy y cumplo.
—Con Lali también laburaron.
Ale: —Sí. Grabamos su voz en Madrid. Estábamos girando por España, justo coincidimos con ella y aprovechamos. También es eso: con todos estos artistas el verdadero desafío era más bien encontrar el espacio para hacerlo, porque todos están siempre muy ocupados.
—¿Chano qué tal fue?
Ale: —Divino. Vino a nuestro estudio. Chano es un amor, nos llevamos muy bien con él y le tenemos mucho cariño porque, de alguna manera, sentimos que crecimos un poquito a la par.
—Emilia Mernes habla muy lindo de ustedes en su espectáculo.
Ale: —Y nosotros estamos también muy agradecidos con ella, no solo por haber aceptado la invitación a estar en el disco, sino también por proponer cantar “Uno de los dos”. No era la idea que le propusimos: habíamos decidido para Emilia una canción bailable, alegre, festiva, por lo que ella venía tocando. Pero dijo: “No, a mí me gusta ‘Uno de los dos’, que la escucho hace un montón”. Y no era de nuestros hits A.
Juliana: —Claro. Y ella lo trajo.
—Pero todos son hits.
Ale: —Sí, pero hay diferentes clases: A, B y C. Unos son top 1, otros top 10 y otros, top 20.
—¿Cómo los identifican?
Juliana: —Por cuánta gente escucha las canciones. Por las reproducciones; no tiene que ver con un gusto, con el amor por la canción.
Ale: —Claro. A “Uno de los dos” no la teníamos entre las diez que iban a ir sí o sí en el disco, pero Emilia la propuso porque le gustaba mucho. Y gracias a esa versión, la canción revivió. Estamos el triple de agradecidos con Emilia.
Juliana: —Hizo una interpretación muy linda, muy sentida. La cantó impecable. De hecho, en el estudio la empezamos a corregir: “Fijate que estás cantando esta parte, no es tan así…”. Y ella dijo: “Sí, es así”. Nos fuimos a fijar al disco… ¡y era así! Conocía la canción más que nosotros (risas). “Tenías razón, querida. Es así, muy bien. Era una prueba y la pasaste” (risas).
—¿Qué tal Cristian Castro para grabar?
Ale: —Increíble. Canta sin ningún tipo de monitoreo y clava todas las notas. Y notas difíciles, súper agudo. Era muy difícil darle alguna indicación porque salía oro de su boca, constantemente.
—¿Cómo es el post show de un recital de Miranda!?
Juliana: —En Ferro, estuve mucho en camarines con mi hija. En un momento me dice: “Voy a un lugar, má”, y no sé qué. Cuando volvió, me encontró en la cama toda tapada, viendo un video que miro muy seguido: 85 minutos de Yayo contando chistes, de diferentes épocas. Así es mi post.
—¿Todavía genera nervios subirse al escenario?
Juliana: —Yo no me pongo nerviosa. En el lugar que ocuparían los nervios estamos divirtiéndonos y poniéndonos en tono de lo que va a ser el show, haciendo jodas, chistes, comiendo, maquillándonos, vistiéndonos, riéndonos de cómo nos queda esto…
—¿La previa está buena?
Ale: —Sí, pero en esos somos diferentes. A Juli le gusta llegar temprano, maquillarse, prepararse. A mí, no. Prefiero estar todo el tiempo en casa y que me avisen diez minutos antes. Llego, subo y canto. Estar tanto tiempo… Me gusta la prueba de sonido y todo pero tengo que medir la energía porque me pasa al revés: no me da nervios pero me da ansiedad, y estoy caminando para todos lados. Voy a ver la consola, las luces, el merchandising. Y cuando llega el show, ya un poquitín, un 20% de cansancio, me lo gasté.
—Más allá de la música, Miranda! siempre tuvo una estética muy cuidada.
Juliana: —Siempre nos gustó poner mucho énfasis en la estética, especialmente a mí, que me gusta mucho la música pero también el cine, el arte y demás. En verdad, cuando empezamos, íbamos maquillados y vestidos para llamar la atención. Para que dijeran: “Tocó una banda que estaban todos maquillados y vestidos con ropa antigua”. O por ahí tocábamos en lugares más de rock, todos oscuros o con las paredes pintadas, y todos nos vestíamos de blanco para iluminar el escenario.
—Cuando todavía no eran estrellas, alguna vez esa estética generó bullying.
Ale: —Sí, pero en mi caso personal, no fue novedad: ya me pasaba un montón desde antes de Miranda!, en la adolescencia. Como me gustaba The Cure, Soda, me peinaba así, tipo pan dulce; me delineaba los ojos, me pintaba las uñas, me elegía ropa. Y aparte, no había: “Ah, él es dark o es algo”. No. Era: “Es puto”. Entonces, cuando eso empezó con Miranda!, no me llamó tanto la atención. Se ve que esa es la primera imagen que alguien se puede hacer de mí. Y nunca me pareció un problema.
—¿Pero en algún momento lo sufriste, te dolió?
Ale: —No sufrí ni me dolió. Tampoco me detuvo. Pero obviamente, no es grato que te griten cosas ofensivas por la calle. Y nosotros porque no vivimos la explosión de redes sociales: veo que ahora también le pasa a un montón de gente, que le escriben cada cosa… De última, al que me gritaba en la calle, yo lo miraba y tenía la opción de pelearme y de contestarle. Pero en una red, ¿cómo haces? Es una costumbre bastante fea. Y no nace solamente de la gente: ya en los 2000 había bullying en televisión. Había cámaras ocultas terribles, que le hacían cosas a gente. Y eso lo veíamos todos. Y entonces, imitás eso
—Lo naturalizamos.
Ale: —Claro. Se naturalizaban muchas cosas. Cada tanto estoy haciendo el ejercicio, porque aparte me parece divertido, de mirar en YouTube programas de televisión viejos. Y no pasan tres minutos sin que haya un…
—No envejecieron bien.
Ale: —Para nada.
—¿Y todas las letras de Miranda! envejecieron bien?
Ale: —No todas. Hay una que no tocamos más: “El profe”. En el momento en que fue escrita, se entendía por el contexto. ¿Qué quiero decir? En el contexto en el que nosotros tocábamos, en una discoteca alternativa, con una propuesta súper abierta donde venía un montón de gente y hablábamos de derribar prejuicios, se entendía que la canción hablaba de un juego de roles consentido. Y que estaba todo bien. Pero después vi un documental de unas gimnastas rusas que sufrían el acoso de los profes que las llevaban a competir. Ahí ya no me pareció tan gracioso. Esa canción la hicimos hace mucho tiempo, y ahora estaban viniendo chicos más chiquitos a escucharnos. Y ya no estábamos en el mismo contexto. Entonces le dije a Juli: “No la cantemos más, porque tal vez no se entienda lo que queremos decir”.
—¿Estuviste de acuerdo?
Juliana: —Sí. Re.
—Todas las minorías siempre se encontraron muy bien con Miranda! Veían una comunidad en la que no eran maltratados.
Ale: —Es que nosotros sentíamos que la onda era otra: generar una fiesta. Y cuanta más gente diferente viniera, mejor
—¿Desde el rock, había un prejuicio hacia Miranda!?
Juliana: —Lo sentíamos por sentirlo nosotros mismos. Porque teníamos las dos personalidades: en nosotros convivían rockeros y artistas pop, escuchábamos todas las músicas. Queríamos desprejuiciarnos, y desprejuiciar a nuestro público: que le gusten más cosas, que la música es una sola. Una cuestión de unirnos. Teníamos esa idea. Era un poco genuina y otro poco para romper las pelotas: fue nuestra manera de ser rebeldes. En un momento hicimos eso de ir un día a lo Badía, como van todas las bandas, donde es correcto tocar en vivo, y después a ir a la mesa de Mirtha, sentarnos y que dijeran: “Juliana Gattas, de Miranda!”.
—¿Te robaste el salero?
Juliana: —No, no me robé el salero. ¿Pero sabés lo que me pasó? Estaba tan nerviosa la primera vez que fuimos que no me di cuenta y apoyé la mano entera en el puré (risas). Estaba nerviosa, tipo de temblar. No podía creer estar ahí.
—¿Mirtha se dio cuenta?
Juliana: —No se dio cuenta nadie. Empecé a sacar un dedo, otro dedo, otro dedo, otro, servilleta… Y después, seguí. Pero en el ínterin sufrí un montón. Dije: “¡Me muero! No me conoce nadie, están todos memorizando mi nombre, el de mi banda, ¡y yo hago esto con el puré!”.
—¿Y a vos qué te pasaba en la adolescencia?
Juliana: —Yo era muy retraída. Me metía mucho en mis mundos: con la música, con el arte. No salía tanto. Atravesé estéticas diferentes: fui hippie, fui dark. Hasta que me animé a ser una cosa, que fue cantar, y salí al mundo. Pero ya era un poco más grande, ¿no?
—¿Le diste muchos dolores de cabeza a tus padres?
Juliana: —Sí, sí. Fui muy rebelde al pedo. Necesitaba comportarme así: me fijaba qué era lo que había que hacer, y hacía lo contrario. Pero no es que me nacía.
—¿Y la vida te lo cobró en Juana?
Juliana: —No. Yo ya odiaba a mi mamá a la edad de Juana, y entonces cada tanto le pregunto: “¿Y? ¿Cuándo me vas a tratar como el orto?” (Risas). Y no, Juana es un amor. Yo no fui así. Igual, todavía me puede odiar. Tiene toda su vida para odiarme (risas).
—¿En qué momento empieza a cambiar la posición económica?
Juliana: —Cuando dejamos nuestros trabajos. Cuando tocar se puso estable, lo hacíamos todos los fines de semana, y Lolo dejó su trabajo de azafato, vos (por Ale) dejaste de sonidista. Y yo, justo en ese momento, no trabajaba…
Ale: —No dejaste nada (risas).
Juliana: —Empezamos a poder vivir, a pagar el alquiler con la banda. Pero muchas veces me gastaba todo lo que ganaba en ropa y maquillaje, no me daba cuenta de que me iba a venir una cuenta de algo, y no tenía nada de plata…
Ale: —¿Te acordas que una vez encontraste plata tirada y fuimos a Musimundo y nos compraste discos a todos?
Juliana: —¡Viste qué buena persona! Íbamos a ensayar y me encontré un sobre tirado en la calle. Busqué por toda la cuadra a ver si a alguien se le había caído. Fui reexcitada al ensayo y les digo: “Encontré plata, no sé qué hacer. Porque si se la doy a alguien..”.
—¿A plata de hoy, cuánto sería?
Juliana: —Eran dólares: 700. Lolo se eligió todos los tomos de Harry Potter.
Ale: —Se eligió uno recaro; estuvo re mal. Yo elegí uno normal, uno común. Claro, tampoco me voy a aprovechar de mi amiga. Hijo de puta…
Juliana: —La felicidad que tenía… 700 dólares. ¡Saltando iba! (risas).
Ale: —Es muy buen dinero.
Juliana: —Bueno, pero así me manejé: quemando todo en el día (risas).
—Mencionaste a Lolo. ¿En algún momento podría haber una colaboración con él?
Ale: —Qué sé yo… No sé, ¿viste? Pasó un montón de tiempo.
—Y hoy, hay una banda muy consolidada.
Ale: —Claro. Los músicos que están ahora con nosotros, están hace más tiempo que todos los demás. La formación original del grupo duró siete años, y con esta, ya van como 12, 13 años.
—¿Cómo se llevan ustedes con los proyectos individuales de cada uno? ¿Se apoyan o hay una cuota de celos?
Juliana: —Yo me pongo cero celosa. Representa un poco de aire también que el otro tenga una vida más, ¿no? Me parece como sano. Yo también soy actriz. Me dedico a cosas diferentes a las que se dedica él, dentro de Miranda! inclusive. No es todo el tiempo juntos, como la gente piensa. Cada uno tiene su…
Ale: —Yo soy receloso, en todo aspecto de la vida. Y con el tiempo me di cuenta que no va..
Juliana: —¿Celoso o posesivo?
Ale: —Puede ser posesivo… Me gusta controlar y que todo sea como yo digo. Pero si lo pienso fríamente, a mí me conviene que a ella le vaya cada vez mejor porque ese éxito me va a rebotar. Es inevitable, estamos tácitamente unidos en un proyecto.
—¿Es tan sólido Miranda! que nada lo hace peligrar?
Ale: —No. Nunca peligra Miranda! Pero supongo que con cada proyecto que cada uno fue haciendo, cada quien fue ganando también un poquito más de notoriedad. Fuimos mostrando cosas diferentes, yo en los proyectos que tuve y Juli en los suyos. Hizo televisión por su cuenta. Ahora está haciendo streaming, películas, un disco. Y yo digo: “Ay no, quiero que Juli esté todo el día en el estudio para cuando a mí se me ocurra una canción, ella la pueda cantar”. Es una cosa que yo me reprimo, es un defecto que tengo.
Juliana: —¿Y si me clono?
Ale: —No, no, peor. Porque va a haber otra Juliana.
—¿Y a vos, en ese momento te da ternura lo que le pasa?
Juliana: —Yo me estoy enterando de buenas a primeras, acá, que tiene esta sensación este señor, y me da un poco de miedo, la verdad (risas). No, no, a mí me pasa todo lo contrario. A mí me da placer que llame la atención otra persona. Y no te puedo explicar lo feliz que soy en mi casa, con el día vacío. Me llama alguien para hacer algo… ¡Ah, la puta madre! “¡Sale cenita! ¡Te paso a buscar!”. La puta madre… Ya se convierte el día en tener que ver cómo cancelo este plan.
—Vos, si no vas al estudio, te empieza a agarrar abstinencia…
Ale: —El estudio es mi lugar de paz: a veces voy no para hacer algo, sino porque estoy bien ahí, rodeado de equipos. Si hay algo que hacer, me pongo a componer, a escribir, y sino, me pongo a escuchar música, a pasar el plumero, a limpiar los equipos, enchufo y desenchufo algo, actualizo el software. Si no voy, me siento mal. Si pasa una semana y no compuse algo, me da culpa.