Sociedad

Paco Fernández de Rosa: “No soy una figura, pero sí un buen actor de reparto y la gente me quiere”

Alberto Fernandez de Rosa
Alberto Fernández de Rosa (Gentileza)

Caminar por la calle con Alberto Fernández de Rosa es una experiencia tan particular como maravillosa. Algunos, los más grandes, se le acercan rememorando al irreverente Alberto de La Familia Falcón. Otros, de mediana edad, lo recuerdan como el Rosales de Mesa de Noticias. Y los más jóvenes lo identifican como el chef Saverio, de Chiquititas. “Posiblemente esos sean los tres personajes más memorables, pero también fue muy importante el tío Teo de Grande Pa”, recuerda el actor, que el próximo 25 de junio será reconocido como Personalidad destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en diálogo con Infobae.

—Estamos hablando de una tira de más de 60 puntos de rating a principios de los ‘90…

—¡Claro! Recién se habían privatizado los canales de televisión y, con Arturo Puig de protagonista, fue un batacazo. Y lo que pasaba con la gente en la calle era increíble. Pero todos mis personajes fueron increíbles.

—¿Cómo tomó la noticia de su próximo homenaje?

—La recibí con mucha emoción. La mía no fue una relación racional con la noticia, sino que fue afectiva. Porque en un momento en el que hay mucha división y muy poco trabajo para para la rama artística, desde los bailarines, los músicos, los plásticos y los actores por supuesto, fue algo que me sacudió. Porque, además, yo no soy una figura, soy un actor de reparto. Soy un buen actor y tengo mi prestigio, no es que me haga el humilde con esto. Pero no me pareció que tuviera un nivel en la profesión como una distinción de esa naturaleza. Así que fue fuerte.

—Puede que no sea un protagonista, pero sí es uno de los actores más queridos por la gente y recibe ese cariño en la calle…

—Sí, tal cual. Eso es algo que me sigue pasando a pesar de los años. Yo tengo una sobrina grande a la que no conozco más que por Facebook, porque ella vive en Tandil, que tiene dos hijas que son mis sobrinas nietas. La cuestión es que ellas me ven actualmente en Violetta, donde yo me llamaba Antonio. Así que me pidieron un videito hablándoles como si fuera el personaje. Y, al ver su reacción, se me caían las lágrimas de la emoción.

Alberto Fernández de Rosa
Paco junto a Gino Renni, Berugo Carámbula, Emilio Disi y Mario Castiglione (Gentileza)

—Convengamos que también ha trabajado en la cultura desde otros ámbitos, ¿no es verdad?

—Sí, yo trabajé en el departamento de arte de la Universidad de Buenos Aires, dirigí la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, fui asesor del Instituto cultural de la Provincia de Buenos Aires, fui director del Centro Cultural de la ciudad de Buenos Aires… Y también fui Subsecretario de Cultura de la ciudad de Buenos Aires. Trabajé mucho en políticas culturales. Y además me formé: aunque terminé la secundaria a los 60 años, porque empecé a trabajar a los 11 cuando era muy chiquito, de grande me metí en la Universidad para estudiar Administración cultural.

—¿Dice su edad?

—Cumplo 80 el 31 de octubre.

—O sea que ya tiene casi siete décadas de trayectoria…

—Exacto.

—Cuénteme cómo empezó a trabajar tan chico.

—Yo empecé a trabajar cuando recién empezaba la televisión, porque arrancó en el ‘55 y yo debuté en el ‘57 o ‘58. Tenía un tío, Horacio Mayrialle, que escribía para algunos programas. Y era un escritor de mucho éxito. Venía de trabajar en la revista Rico Tipo y fue el que empezó a hacer las comedias breves de media hora, a las que hoy los americanos llaman sitcom. Las hacía con Ana María Campoy y José Cibrián y con muchos otros artistas. En esa época hizo una tira que tuvo mucho éxito y se llamaba Todo el año es Navidad, en base a la cual después se hizo una película. El protagonista era Raúl Rossi, que hacía de Santa Claus. Y yo, que quería ser actor, le insistía que quería estar.

—¿Era un deseo innato?

—Sí, yo hacía teatro en el colegio. Y por eso se lo pedía. Hasta que un día me escribió un papel para ese programa. Era una televisión en blanco y negro en la que no había videotape. Y, en el mismo estudio, había rincones con pequeños decorados para los avisos, donde los locutores de la época hacían las propagandas en vivo. Así que, cuando se cortaba una escena, venía una música y arrancaba la tanda. Y nosotros la veíamos en directo. Era muy primitivo y hermoso todo…

Alberto Fernández de Rosa
Fernández de Rosa trabajó con Lali Espósito en Esperanza Mía (Gentileza)

—Entiendo.

—La cuestión es que, cuando terminó el programa, mi tío me dijo: “No te veo mucho para esto”. Sin embargo, al poco tiempo armó otro programa que se llamaba Consuelo no tiene consuelo, que protagonizaba una viuda a la que interpretaba Elina Colomer y en la que el difunto que aparecía como un fantasma era Zelmar Gueñol, al que el único que lo veía era su hijo. Y me dio ese papel a mí.

—¿Qué tal le fue?

—Después del primer capítulo, mi tío me dijo: “¡Estuviste fantástico! ¿Qué te pasó la vez pasada?”. Y lo que me había pasado era que, para un chico de esa edad, era muy intimidante estar por primera vez en un estudio donde cuando estaba por empezar la escena sonaba un timbre como el de los bomberos para que todos hicieran silencio y donde todo pasaba en vivo. Pero, después de ese ciclo que duró dos meses, no paré nunca más de trabajar.

—Imagino que tuvo una infancia por demás atípica…

—Claro. Mis amigos eran todos adultos. Yo después, en el año ´60, entré en la compañía de teatro de Luisa Vehil junto con Marilina Ross, donde había dos funciones de los fines de semana que no podía hacer porque el Ministerio de Trabajo no permitía que los menores trabajaran determinada cantidad de horas. Pero estaba todos los días rodeado de actores. Y ellos me llevaban como a un chico a todas sus salidas. Para ese entonces tendría unos 16 años e iba a comer con ellos. Así que tanto mis conversaciones como mis intereses estaban más vinculadas al mundo adulto que al adolescente.

—¿Qué pasó cuando llegó el momento de tener sus primeras citas románticas?

—Era muy difícil el trato social porque yo ya era muy famoso. Primero tuve una noviecita en el barrio. Pero no por nada mi primera relación con continuidad que terminó en matrimonio fue con una actriz, Cristina Banegas, que era la hija de Nelly Prince, una de las figuras más conocidas de ese momento. Porque yo me movía en ese medio. Así que la conocí por eso y me pude acercar porque era amiga de mi hermana por la edad.

—¿Cuánto tiempo estuvieron casados?

—5 años. Con anécdotas muy graciosas. Porque cuando nos casamos yo tenía 20 años y ella 17. Así que yo era el marido y la iba a buscar a la secundaria. Entonces, un día que ella estaba en clase y había hecho no sé que revuelo, la profesora le dijo: “¡Señorita, siéntese!”. Y ella le respondió: “Señora”.

Valentina Fernández de Rosa
Paco y Cristina Banegas junto a su hija Valentina (Instagram)

—Con ella tuvo a su hija mayor, Valentina, que lamentablemente falleció hace dos años a los 55 de edad…

—Sí, mi querida hija. Ella había salido muy apegada a nosotros. Y, como buena hija de actores, venía y abría todos los cajones de las cómodas para disfrazarse cuando era chica. Después se dedicó a la actuación durante bastante tiempo y tuvo mucho éxito. Pero le gustó mucho más la tarea organizativa cultural y fue presidenta de la Asociación de Teatros Independientes de la Ciudad de Buenos Aires. O sea que heredó las dos cosas.

—Imagino que su partida debe haber sido el golpe más duro de su vida, ¿verdad?

—La pérdida de un hijo es algo que no debiera pasarle a nadie. Pero bueno, lo que fue maravilloso para mí y para toda la familia, fue que se despidió uno por uno de nosotros. Y su mensaje fue: “Yo tuve una linda vida. Realmente, me voy en paz conmigo misma. Así que no sufran, porque yo no estoy sufriendo. Me tengo que ir, pero estoy satisfecha con lo que he hecho”. Eso fue muy importante. Porque ella, desde su lugar y con un espíritu tremendo, solidario y amoroso, nos contuvo a nosotros.

—¿Tuvo otras parejas antes de su segundo matrimonio?

—Cristina fue mi primer gran amor, pero éramos adolescentes. Y hoy en día tenemos una relación hermosa y nos vemos con mucha frecuencia. Después tuve una relación muy fuerte en el medio, que fue más breve. Hasta que me casé con Marta López Pardo, que era la hermana de Carlín Calvo en Amigos son los amigos, y con ella estuve toda la vida. Con ella tuve a mis hijos Francisco de 42 años y Guadalupe de 50.

—Ya tiene también cuatro nietos…

—Claro. De Valentina tengo a Sofía y a Martín, de 31 y 28 años. Y de Guadalupe tengo a Tomás y Rita de 4 y 15.

—¿Cómo se siente en su rol de abuelo?

—Genial. Ellos me hicieron en la casa de mi yerno, Nico Stead, que era el esposo de Valentina y es un tipo increíble, una comida para celebrar la noticia de mi título honorífico como personalidad destacada de la cultura. Al mismo tiempo, festejamos que habían vuelto dos de los chicos de Europa. Y también brindamos por estar juntos, así que nos tomamos unos cuantos vinitos…

Alberto Fernández de Rosa
Paco junto a sus cuatro nietos (Gentileza)

—¿Los chicos tienen conciencia de quién es usted en el espectáculo?

—Al de 4 años, por ejemplo, y a la de 15, no es algo que les llame la atención. Y a los más grandes menos, porque su abuela también es recontra conocida. Los que sí sufrieron el tema de la fama fueron mis hijos. Sobre todo Francisco, porque para él yo era el papá y le molestaba no tener intimidad cuando íbamos a comer a algún lado. Así que le resultaba un garrón que la gente me reconociera. Ahora nos reímos hablando de eso, pero lo odiaba. Guadalupe no, a ella no le importaba. Y ni hablar a Valentina, que nació en medio de eso y lo mamó de toda la familia en una época en la que todo el mundo miraba televisión.

—Usted ha trabajado con todos los grandes: Gianni Lunadei, Juan Carlos Mesa, Emilio Disi…

—Federico Luppi, Ernesto Bianco, Francisco Petrone…¡Actué con gente muy importante!

—¿Le faltó alguien?

—Yo tengo una sensación como si hubiera trabajado con todos los actores de mi generación y los más vigentes. Además, se produce una cosa de carácter muy familiar. Durante la filmación de una película, la grabación de un programa de televisión o una temporada de teatro, prácticamente convivís con tus colegas. Así que los terminás queriendo como si fueran tus parientes. Y a veces no me acuerdo si trabajé con algunos o no, porque igual te terminás vinculando. Yo hice teatro, por ejemplo, con Margarita Xirgu. ¡Imaginate qué monstruo! Así que me resulta difícil discriminar con quienes trabajé y con quienes no.

—Dice que le llamó la atención la noticia de esta distinción porque nunca fue protagonista, pero sin embargo fue testigo de la historia del espectáculo argentino.

—Por eso este premio a mí me emociona mucho. Porque yo creo que los actores formamos parte del patrimonio intangible de la cultura nacional. Puede sonar raro, porque patrimonio intangible son las recetas de cocina, el diseño de los bailes populares…Pero como el actor es finito y en algún momento se muere, lo que queda es su obra. Y eso es un patrimonio intangible, como la literatura. Así que forma parte de la columna vertebral de la nación, de su identidad. Y, de no tener claro eso, es imposible que haya desarrollo en un país.

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