¿Vale la pena para Argentina ser un líder global en Inteligencia Artificial?
La propuesta de convertir a Argentina en un hub global de inteligencia artificial lanzada por el presidente Milei en su visita a Silicon Valley ha causado todo tipo de reacciones. ¿Es factible que Argentina llegue a ser un actor central en IA? ¿Tenemos las capacidades, recursos y madurez suficientes para tal fin? ¿Es una prioridad de nuestro país alcanzar esa posición frente a tantas otras demandas sociales y económicas que nos aquejan? Estas y otras preguntas relevantes han alentado un rico debate en las últimas semanas. Intentaremos dar algunos aportes a esta discusión.
En primer lugar, es necesario destacar que el liderazgo económico en el siglo XXI está motorizado por los países con mayor desarrollo de tecnologías disruptivas: hoy el conocimiento intensivo es el principal motor de generación de riqueza y, sobre todo, es el ordenador de la sociedad postindustrial.
Estas tecnologías están en permanente evolución, impulsando la creación de valor de todas las cadenas productivas. El impacto de la inteligencia artificial, la ciencia de datos, el machine learning, las redes sociales, internet, la robótica, el IoT, los dispositivos móviles, la nanotecnología, el blockchain, la nube, la geolocalización, la impresión 3D, y la biotecnología, entre otras tecnologías avanzadas, es el factor de creación de la riqueza de este siglo.
Se observa una correlación directa entre los países con mayor crecimiento de su PIB per cápita y los países que lideran la llamada economía del conocimiento. No acompañar este ritmo evolutivo implica condenar a los países a un retroceso progresivo, relegándolos a un rol secundario y cada vez más irrelevante.
Es necesario destacar que el liderazgo económico en el siglo XXI está motorizado por los países con mayor desarrollo de tecnologías disruptivas
Argentina se ubica en una posición intermedia entre los países tecnológicamente innovadores y los meros usuarios de tecnología. Sin embargo, se observa que en la última década nuestro país se está estancando en el mapa global. Si bien nuestras exportaciones tecnológicas crecen, no lo hacen al ritmo del resto del mundo. Según datos de la OMC, nuestra participación en las exportaciones globales de servicios basados en conocimiento cayó de 0,37% en 2010, al actual de 0,25%. En Latinoamérica y Caribe, nuestro share pasó de 17% a 13%.
Los países que tienen estrategias de desarrollo tecnológico avanzadas muestran los crecimientos más significativos: las exportaciones basadas en conocimiento de Corea del Sur fueron 3,3 veces mayores que las de 2010; en tanto, el multiplicador de Israel fue 4,7. En ese mismo período, el multiplicador argentino fue de solo 1,5 veces. Es evidente que en el contexto global Argentina está perdiendo posiciones.
Pero ¿puede Argentina aspirar a ser parte de ese grupo de naciones líderes en tecnologías avanzadas y, más precisamente, en la inteligencia artificial?
Nuestro ecosistema es uno de los más desarrollados entre los países que conforman el segundo estadio de desarrollo de la economía del conocimiento. La creación de nuevas tecnologías es fruto de la interacción de diversas especialidades del conocimiento que habitualmente se localizan en entornos –hubs– de alta concentración de capital intelectual. Argentina tiene materia prima intelectual ampliamente reconocida en el mundo y una tradición muy rica en generación de emprendimientos de base tecnológica. Especialidades como la biotecnología, la ingeniería nuclear, la ingeniería satelital, la genética y la informática son clústeres consolidados en nuestro país, con niveles de innovación valorados en el mapa tecnológico global.
Según datos de la OMC, nuestra participación en las exportaciones globales de servicios basados en conocimiento cayó de 0,37% en 2010, al actual de 0,25%
Producto de estas cualidades, en nuestro país se han desarrollado once unicornios que han combinado innovación tecnológica, visión empresarial y gran resiliencia frente a las dificultades macroeconómicas que debieron, y aún deben, enfrentar.
Pero no estamos solos en este camino. Muchos países procuran la radicación de las industrias del conocimiento en sus fronteras por el gran impacto social y económico que producen. Colombia, por ejemplo, en el año 2019 emitió un plan de desarrollo denominado Política Nacional Para La Transformación Digital e Inteligencia Artificial. Entre sus objetivos, el plan colombiano se propone “Definir un plan de transferencia de conocimiento en IA en el sector científico colombiano, con el fin de que Colombia supere la frontera tecnológica mundial. Este plan establecerá los pasos para que el conocimiento técnico-científico pueda ser adaptado por las empresas del país y sea un insumo del mercado de IA. Así mismo, comprenderá elementos para la creación de áreas de I+D dentro de las empresas colombianas. Desarrollarán un mecanismo de enrolamiento de expertos en temas de IA para favorecer la movilidad de estos hacia el país y transferir conocimiento en el tema”.
¿Cuáles serían las acciones que nuestro país debería emprender para llegar a ser un hub de importancia mundial en IA?
La primera condición ya está en proceso y es definir una clara estrategia nacional, promoviendo la iniciativa privada y articulando competencias de los gobiernos nacionales y provinciales con agentes productivos, financieros y académicos. La visita del presidente Milei a Silicon Valley fue el paso inicial en este sentido.
Argentina enfrenta una nueva oportunidad para redefinir su matriz productiva apalancando sus industrias en las innovaciones tecnológicas que hoy definen la frontera del progreso
Otros requisitos indispensables son completar las reformas macroeconómicas necesarias para proveer competitividad global a nuestra oferta exportadora, ya que las industrias del conocimiento solo pueden operar bajo estándares internacionales, y proveer un entorno de libertad creativa, con regulaciones razonables que se enfoquen en el uso responsable de las tecnologías sin entorpecer sus procesos innovadores.
Sostener el ecosistema de alta tecnología en el tiempo requerirá mejorar la oferta educativa, que si bien es amplia –más de 2,5 millones de estudiantes universitarios en 132 universidades– no tiene la eficacia deseable ni el foco en carreras STEM.
Un paso muy importante ya ha sido dado con la inclusión del rubro tecnológico en el RIGI –Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones de la Ley Bases–, ya que la instalación de nuevos data centers y polos de innovación requerirán la atracción de capitales internacionales.
El fortalecimiento y despliegue de polos tecnológicos federales, el apoyo al financiamiento privado de nuevas startups de base tecnológica, la simplificación del registro de propiedad intelectual, la digitalización de los servicios públicos con introducción de IA y un eficaz desarrollo de la “marca argentina” en el mundo, como sello de garantía de nuestros servicios y productos, son otros aspectos a tener en cuenta en la hoja de ruta del proyecto argentino.
No hay camino posible al progreso en el siglo XXI que no sea a través de la economía del conocimiento. La convocatoria a las principales empresas globales a radicar nuevos centros de alta tecnología en nuestro país es esencial para potenciar las capacidades ya existentes, renovar nuestra fuerza de innovación y aumentar la oferta de bienes y servicios que producimos y exportamos. Es un objetivo posible y alcanzable con una relativamente baja inversión de capital financiero, ya que las industrias del conocimiento se basan en el capital humano.
Argentina enfrenta una nueva oportunidad para redefinir su matriz productiva apalancando sus industrias en las innovaciones tecnológicas que hoy definen la frontera del progreso. Es importante ver esta oportunidad no como un logro sectorial ni como una bandera de una posición política sino como una clave de nuestro desarrollo futuro.
El autor es Director Ejecutivo de Argencon