Sturzenegger, el economista optimista y obsesivo que va por una nueva revancha en la gestión pública
Es difícil pensar en un economista tan optimista como Federico Sturzenegger, el hombre que va por su tercera oportunidad en el Estado.
Este viernes pasó de ser asesor Premium a integrar formalmente el gabinete del presidente Javier Milei, con sus grandes ideas, su complejo carácter y su pasado de gran confrontación con Luis Caputo. Su designación al frente del Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado fue concretada en el Boletín Oficial.
“Muy inteligente, un animal del trabajo e ingenuo” son los tres conceptos más repetidos entre economistas consultados por Infobae que trabajaron con este autor de numerosos libros y trabajos académicos.
Nació en 1966, en la localidad santafecina de Rufino, en el limítrofe tripartito junto a las provincias de Córdoba y Buenos Aires, y estudió en la Universidad Nacional de la Plata la carrera de Economía. Luego se doctoró en el MIT, donde forjó una gran amistad con Alejandro Werner, el argentino-mexicano que años más tarde negociaría con él en su rol de auditor regional del FMI el crédito que pidió Mauricio Macri en 2018. Ambos fueron alumnos de Rudi Dornbusch, quien le generó tanta admiración a Sturzenegger que, cuando fue presidente del Banco Central, lo recordó con un retrato en una de las paredes de su despacho.
Junto con otro de sus amigos, Eduardo Levy Yeyati, compartieron dos claustros universitarios: Harvard y la Universidad Di Tella. Hijo de otro economista, Adolfo, fue economista jefe de YPF en la gestión transformadora de José Estenssoro en la década del 90 y luego dirigió la Escuela de Negocios de la UTDT.
La gestión en el 2001
Su primer paso por la gestión pública fue a los 35 años como secretario de Política Económica de las complejas gestiones del 2001 de Ricardo López Murphy y Domingo Cavallo como ministros en el gobierno de Fernando De la Rúa.
En su biografía, este hincha furioso del Club Gimnasia de La Plata recuerda ese período como “una dura experiencia en un momento muy difícil para el país”.
“Muchos en su momento le recomendaron que no aceptara, pero creyó que era más constructivo ponerle el pecho a los problemas, que simplemente criticar desde la tribuna”, expresó en tercera persona.
Sus compañeros de aquel primer paso por la función pública lo recuerdan como alguien “tan inteligente como inocente” y profundamente convencido de las ideas de Cavallo de poder eludir lo inevitable: la explosión de la convertibilidad.
“A los mercados les gustan las cosas sencillas”, comentó el tímido economista. De hecho, los inversores de Nueva York lo tomaron como un anticipo de una devaluación lisa y llana y Cavallo se enojó y los llamó “Miopes” mientras veía como el riesgo país se disparaba y pasaba a ser parte de las conversaciones cotidianas de las familias.
Mientras De la Rúa perdía poder en forma exponencial, su equipo económico trataba de sujetarse a todos los salvavidas posibles, entre ellos, la posibilidad de una unificación monetaria con Brasil. Con este objetivo, Sturzenegger viajó con el experimentado Mario Blejer a Brasilia, pero los funcionarios argentinos se toparon con una rotunda negativa por parte del titular del Banco Central, Arminio Fraga, quien no estaba dispuesto a atar su suerte a la de un país condenado al abismo.
Cuando se enteró de las gestiones, Cavallo les prohibió continuarlas. “No podemos confiar en Brasil porque siempre nos traicionó”, sentenció.
El final de la película ya se conoce: el gobierno cayó y Sturzenegger bajó su perfil para repartir su tiempo entre la vida académica y el acercamiento a Mauricio Macri, entonces candidato a jefe de gobierno porteño; cuando el ex presidente de Boca ganó la elección, el economista se transformó en presidente del Banco Ciudad, donde implementó una política dura con los empleados que repitió en el BCRA y que le generó un enfrentamiento fuerte con el gremio de La Bancaria y, en particular, con su jefe histórico, Sergio Palazzo. En ambas entidades Sturzenegger se dedicaba a recorrer los despachos de casi todos los empleados para ver si había gente trabajando y si existían cargos superpuestos.
Enamorado de las grandes gestas, le pidió al famoso arquitecto británico Norman Foster que diseñara el nuevo edificio para el Ciudad en Barracas, que luego quedó en manos del gobierno porteño. En paralelo, tuvo que enfrentar las consecuencias del proyecto del kirchnerismo de pasar los depósitos judiciales del Ciudad al Banco Nación, ideado paradójicamente por el ex presidente de la entidad porteña Roberto Feletti.
Luego de pasar un período como Diputado Nacional, dos de de sus mayores cruzadas en el Central fueron por el alto salario que recibían los choferes de la entidad y por el aporte obligatorio al gremio que formaba parte de los salarios y él redujo a la mitad.
La disputa con Caputo en la era Macri
Apenas ganó la presidencia a fines del 2015, Macri lo designó como presidente del organismo monetario y comenzó una convivencia compleja pero sin peleas abiertas con el nuevo ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, quien había sido titular del organismo monetario entre 2002 y 2004.
En privado, ambos juraban que, pese a la lucha por los espacios de poder, pudieron coordinar sus respectivas estrategias y creen que el pecado original de esa presidencia fue la “ley de reparación histórica” para los jubilados, impulsada por el vicejefe de gabinete Mario Quintana.
“Federico era demasiado optimista e ingenuo respecto de la capacidad del banco para bajar la inflación, pero es verdad que el modelo de gestión tan dividida, con los vicejefes de gabinete encima de los funcionarios del equipo económico era muy malo y no funcionó. Ese fue un error”, afirmó un economista que integró la gestión en aquellos tiempos.
Según la opinión de sus pares, Sturzenegger se rodeó de gente con buena capacidad técnica pero nulo roce político –como Demian Reidel, Lucas Llach y Andrés Neumeyer- y si logró mantenerse en su cargo más de dos años fue por su amistad con Macri, que no quería desprenderse de él.
Lo primero que hizo en su despacho del segundo piso de Reconquista 266 fue llenarlo de maquetas y muñecos alusivos a Star Wars y vestirse, a diferencia de sus colegas del PRO, con traje y corbata. Llegaba siempre temprano al banco con un maletín de cuero marrón algo desgastado que generaba cierta piedad entre sus colaboradores.
Sturzenegger cree en la intimidad que logró armar un esquema que le otorgó mucha credibilidad al BCRA y que logró bajar la inflación desde mediados del 2016 y todo 2017. “Esto es Maastricht”, le comentaba a sus colaboradores, en referencia al tratado que creó el Banco Central Europeo y le otorgó independencia de los gobiernos de la comunidad.
El banquero central jura que el problema lo generó el sucesor de Prat Gay, Nicolás Dujovne, cuando planteó que la baja de la inflación del 2017 se desarrollara en forma más lenta para poder financiar mejor al Tesoro y la Jefatura de Gabinete porque lo presionaba para bajar la tasa de interés. Para Sturzenegger, la forma más saludable que tenía el país para crecer era con una tasa real positiva. Al respecto, asegura que su postura no interfirió ni en el proceso de crecimiento económico –tras una recesión del 1,8% en 2016, el PBI creció 2,7% en 2017- ni en la cuestión política, ya que el gobierno ganó con comodidad las elecciones de medio término en 2017 con el 41,7% de los votos frente al 19,8% del kirchnerismo.
Sin embargo, en la Casa de Gobierno creía que la política monetaria del Central ahogaría la recuperación y por esa razón lo presionaron para que bajara las tasas. “Si te querés quedar, bajá la tasa”, le dijo el jefe de gabinete, Marcos Peña, al banquero central, que también culpaba a Dujovne por no apoyarlo:
-Lo querés hundir a Macri para salvarte vos- le gritó en una de las duras discusiones que tuvo.
La partida la perdió Sturzenegger, que el 28 de diciembre de 2017 se sentó en una mesa frente a un grupo de periodistas en la Casa de Gobierno con Peña, Dujovne y Caputo para anunciar la reducción de las tasas a la que tanto se resistía. Cuando sus colaboradores más íntimos le plantearon que no apareciera en esa foto para preservar su integridad, Sturzenegger les dijo que si se ausentaba debía renunciar y que prefería “lucharla desde adentro” y apoyar al presidente que había confiado tanto en él, al menos hasta ese momento.
“El 28 D” fue un punto de inflexión para una parte del mercado que interpretó que el Gobierno relajaría sus metas por cuestiones políticas y para Sturzenegger fue el comienzo del final de su gestión, que recién se concretaría un semestre más tarde En la intimidad, Sturzenegger cree que en esa jornada se pulverizó el régimen monetario -que él defendía con toda su energía- y el programa de deuda en moneda local.
Junto con la reforma impositiva que impulsó Dujovne –por la presión de Macri para bajar impuestos, pese al alto déficit fiscal- en el Central afirmaban que Peña y el ministro los dejaron con “las manos atadas” para bajar la inflación, mientras el resto del gabinete lo cuestionaba por su política generosa con las Lebacs, los instrumentos de esterilización monetaria que podían comprar inversores extranjeros y que, según algunos funcionarios, alimentó el ingreso de “capitales especulativos” de corto plazo.
Sin embargo, Sturzenegger jura que las Lebacs le permitieron al BCRA acumular USD 40 mil millones de reservas y que en 2017 apenas entraron USD 10 mil millones, por lo que no había un problema de “hot money” por causa del Central, sino por la deuda del Tesoro que estaba financiando el déficit fiscal.
El vínculo con Milei
El año pasado, luego de la derrota de Patricia Bullrich, a quien le había armado un ambicioso paquete de reformas del Estado, retomó el contacto con Javier Milei, quien había elogiado su gestión en el Central. “Coloso” lo llamaba el entonces analista de la Corporación América al presidente del Central.
Milei compró ese “digesto” a libro cerrado y lo volcó en el primer DNU de su gestión y en la “Ley Besos” que fue perdiendo peso hasta su versión actual que, finalmente, logró ser aprobada en las dos cámaras del Congreso.
En estas horas, las preguntas de los economistas rondan en torno del alcance de su nueva misión y por la relación con Caputo. Le tocará al presidente arbitrar entre ambos. Milei dijo que podrá administrar el ego de ambos y el de Reidel, al mismo tiempo.