Política

El peronismo se aparta de Alberto Fernández, pero teme por el daño que la denuncia le ocasionará al armado político

alberto fernandez reunion frente de todos
El peronismo se despegó rápidamente de Fernández y lo condenó públicamente por la denuncia de violencia de género

Alberto Fernández es parte del pasado. La afirmación deambula por todo el peronismo en las últimas horas y encuentra respaldo argumental en cada uno de los sectores que componen Unión por la Patria (UP). Ya nadie cuenta al ex presidente como un dirigente capaz de estar en una mesa política de la fuerza que integra. Quizás sea una sentencia apresurada, pero responde al estado de shock en el que está la dirigencia tras la denuncia en su contra por violencia de género.

El enojo y la decepción con el ex mandatario no aparecieron ayer después de la declaración de su ex esposa Fabiola Yáñez ante la justicia federal. Viene de hace tiempo. El punto de inflexión de su gestión presidencial fue un hecho del que participó la ex primera dama: la fiesta de Olivos. A partir de ahí los cuestionamientos se acumularon y su entorno político se fue achicando hasta quedar reducido a unas pocas personas de confianza.

En el final del gobierno, Fernández ya no tenía absolutamente nada de poder. Cristina Kirchner se corrió de la campaña electoral y Sergio Massa se transformó en una suerte de presidente virtual, luego de encolumnar a todo el peronismo detrás de su candidatura. Pero la derrota frente a Javier Milei hizo volar por los aires esa dinámica. Una vez culminado el gobierno, el ex presidente no tuvo más injerencia en la vida política del peronismo. Su voz perdió valor.

La ex mujer de Fernández dijo que tiene pruebas para demostrar el maltrato y las agresiones físicas (FE/Andre Borges)
La ex mujer de Fernández dijo que tiene pruebas para demostrar el maltrato y las agresiones físicas (FE/Andre Borges)
(Andre Borges/)

Enseguida comenzaron las presiones para que abandone la presidencia del PJ, decisión que tomó cuando regresó a la Argentina después de su primer etapa residiendo en Madrid, y más tarde florecieron las críticas por sus apariciones mediáticas hablando de la interna del Frente de Todos en los años del pasado. Finalmente, afrontó la acusación de estar involucrado en la causa de los seguros, que está atravesada por nombres propios de todo el gabinete peronista.

En ese contexto de la historia reciente, el agotamiento sobre la figura de Fernández llegó a su pico máximo cuando su ex mujer lo denunció por maltratos físicos y psicológicos. Abrió una etapa de críticas desnudas, sin filtro y con rencor. Le cayeron, en la factura de la dirigencia peronista, todos los males sobre su espalda. Lo que hizo mal y lo que no hizo. Todo se lo revolearon por la cabeza en el momento de mayor exposición y debilidad. Promesas incumplidas, decisiones dilatadas y grandes limitaciones para liderar desde su rol de presidente.

Fernández mintió cuando negó la foto de la fiesta de cumpleaños en la Quinta de Olivos. Los hechos fueron tan contundentes que no le dieron lugar a la extensión de esa construcción falsa. Hace pocos días se despegó de su intervención para que el marido de su secretaria acceda a negocios que resultaron ser en perjuicio del Estado. Los hechos, que expone la investigación, volvieron a desmentirlo. Ahora asegura no haber golpeado a su mujer. Yáñez dice lo contrario y está dispuesta a presentar pruebas.

Después de los reproches, en el peronismo siguió la preocupación y el análisis sobre el tiempo que viene. ¿Cuánto le afecta al peronismo la denuncia contra Alberto Fernández? ¿Le quita credibilidad a la fuerza política? ¿Hasta dónde llegará el daño real del impacto político? ¿Absorbe el ex presidente el costo absoluto de la denuncia? Las preguntas giran sin respuesta. Son abstractas hasta que la gente las materialice.

Parte de la atención sobre el caso que involucra a Fernández y su ex mujer está centrada en lo que diga o no diga Cristina Kirchner en las próximas horas (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
Parte de la atención sobre el caso que involucra a Fernández y su ex mujer está centrada en lo que diga o no diga Cristina Kirchner en las próximas horas (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
(Juan Ignacio Roncoroni/)

“No se puede creer lo de Alberto. Hizo todo mal. Todo. Es un final de terror”, aseguró un intendente del conurbano, que hace tiempo le perdió la paciencia a Fernández, con el que supo tener un trato cordial. Las críticas se amontonan mientras la desazón invade cada rincón del peronismo. Imaginaban un final de la carrera política en el destierro por su insolvencia para llevar adelante el liderazgo político, pero no por estar acusado de ser un golpeador.

En UP se despegaron con rapidez y contundencia de la denuncia en la que quedó envuelto el ex Jefe de Estado. Las mujeres de La Cámpora sacaron un duro comunicado apoyando a Fabiola Yáñez, el bloque de diputados presentó un proyecto para condenar la violencia de género y la rama femenina del Frente Renovador condenó los hechos de violencia denunciados y aseguró que en estos casos “no existe color político”.

El peronismo siente también, en todas sus vertientes, la decepción de un proyecto político que fracasó. De una presidencia que se desgranó rápidamente y de un liderazgo político que falló desde el minuto cero. Y entre tantas sensaciones negativas advierte que será difícil volver a ser una opción atractiva.

Aún falta escuchar la voz de Cristina Kirchner, que en el momento en que se conoció la denuncia contra Fernández estaba en México. Por ahora hay silencio absoluto sobre el tema. Pero la ex presidenta es impredecible. Nadie sabe cuándo va a hablar y qué va a decir. De regreso en la Argentina, parte de la atención respecto al caso, se centrará en su silencio o en sus expresiones.

El peronismo no sabe si el escándalo en el que quedó inmerso el ex presidente afectará o no a la fuerza política. Saben que, en el barro del debate político sin límites, el argumento será utilizado sin preámbulos. Tal vez por eso, con el fin de contener el daño generado por el ex mandatario, haya una avanzada pública para relegar a Fernández a vivir en el ostracismo.

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