Fue campeón en San Lorenzo, tuvo un épico cruce con Guardiola y se lamenta de haberse “apresurado” a retirarse: “Me fue muy mal en los negocios”
Claudio Rivadero, oriundo de Bell Ville, hizo las inferiores en Talleres, donde se destacó como volante central pero también de interior por derecha cuando la situación lo requería. Luego de dos años, pasó a vestir la casaca de Belgrano, su clásico rival, en la temporada 93/94.
“Fue duro ese cambio y recibí muchas amenazas. Me tiraban piedras cada vez que pasaban por la puerta de mi casa, y me dejaron notas amenazantes. Pero terminé entendiendo que para los hinchas de Talleres fue como una traición lo que hice y por eso hacían eso”, sentencia el ex mediocampista.
En septiembre de 1994, el cordobés aterrizó en Buenos Aires para jugar en San Lorenzo. En el Apertura de ese año, obtuvo el subcampeonato a cinco puntos de un River Plate que se consagró de manera invicta. El otro semestre fue histórico para el Ciclón, que se consagró campeón luego de 21 años de sequía. “Fue un año tremendo, un torneo para el infarto”, recuerda el hombre de 53 abriles.
Campeón del torneo Clausura 95 de la mano del Bambino Veira, Rivadero se convirtió en una pieza clave del equipo y en un comodín para el entrenador, supliendo la ausencia de algún compañero cuando era necesario. “Soy un privilegiado de haber jugado con el Loco Abreu, Pipo Gorosito, Oscar Ruggeri, Paulo Silas, el Beto Acosta, entre otros. Y también de haber sido dirigido por el Coco Basile y el Bambino”, destaca en diálogo con Infobae.
Ese título con San Lorenzo le permitió jugar la Copa Libertadores 96, llegando a cuartos de final, y también las ediciones de la Copa Mercosur de 1998 y 1999. Tras cinco años en Boedo, fue cedido a préstamo a Gimnasia y Esgrima de Jujuy, previo a convertirse en un trotamundo del fútbol y completar su carrera en Chile, Bolivia y Venezuela, antes de retirarse con 34 años en Independiente Rivadavia de Mendoza.
“Me apresuré con la decisión de haber colgado los botines siendo muy joven. En mi época no estábamos preparados para dejar el fútbol, ya que pasás a ser una persona más, en un mundo donde antes eras visible y famoso. Así que invertí en varios negocios personales, pero me fue muy mal. Pensé que podía recuperarme, pero un día dije ´basta´”, asegura con un dejo de arrepentimiento.
– ¿Qué es de tu vida, Claudio?
-Hace un tiempito trabajaba en el estadio Mario Alberto Kempes como coordinador de escuelas deportivas en el sector de fútbol. Renuncié en diciembre pasado porque quería hacer algo más personal y estoy en la búsqueda de eso. Está la posibilidad de volver a San Lorenzo con esta nueva dirigencia, pero primero tienen que acomodarse. Estoy en contacto directo con Ángel Bernuncio, Néstor Ortega Sánchez y el resto de los integrantes de la Comisión de Fútbol, y me gustaría poner una Academia.
– ¿En Córdoba?
– Sí, esa la idea. Tengo contacto con ex jugadores de San Lorenzo que están acá, como Fernando Galetto y el Diablo Roberto Monserrat para armar algo; ya tengo el lugar elegido. No hay muchas academias de fútbol con el nombre de San Lorenzo, por eso mi cabeza está en este proyecto. Estoy en Mendiolaza, a siete minutos del Aeropuerto de Córdoba, donde hay mucho espacio verde. Estoy enfocado en eso. La última vez que estuve metido en el fútbol fue cuando fui ayudante de campo del Claudio El Pampa Biaggio en Chacarita Juniors. Luego, él tomó el rumbo hacia Uruguay y me quedé acá. Eso fue lo único que hice en el futbol, sumado a dirigir un equipo de Primera en Córdoba. Siempre estuve ligado, porque no sabemos hacer otra cosa. No me veo en otro lugar que no sea en el deporte, por eso estuve casi 15 años a cargo del fútbol en la escuela de iniciación deportiva de la Agencia Córdoba Deportes, con 150 chicos y chicas a cargo
– ¿Cómo fueron esos comienzos futbolísticos en Talleres?
– Hice las Divisiones Inferiores en ese club. Luego, estuve tres años en la Primera División de la Talleres antes de pasar a Belgrano.
– ¿Qué te generó ese cambio de un equipo al otro, siendo los dos rivales más fuertes de Córdoba?
– Es como pasar de Boca a River o de Unión a Colón, clásicos de toda la vida. Fue duro y recibí muchas amenazas. Me tiraban piedras cada vez que pasaban por la puerta de mi casa. Me dejaron notas con muchas amenazas. Pero terminé entendiendo que fue como una traición para los hinchas de Talleres y por eso hacían eso. En Belgrano no tuve inconvenientes. La gente me recibió muy bien. Además, gustó mi forma de jugar, de ser muy aguerrido y de mucha lucha. En ese sentido, pude haber jugado mal o bien, pero siempre con mucha garra y corazón. Así fue como Belgrano aceptó que llegara un futbolista de Talleres. Mi papá también jugó en Belgrano, Talleres y en Racing de Avellaneda con el Pato Fillol. Vengo de una escuela futbolística por la que sé cómo manejar esas cosas. Debutó a los 19 años en cancha de Independiente. Talleres lo tomó mal y jamás cuestioné la reacción de los hinchas, porque ellos nunca cambian de camisetas. Los jugadores, entrenadores y dirigentes han cambiado, y cambian, de equipos, pero los hinchas, no.
– ¿Viviste con miedo por haber recibido amenazas?
– No, porque sabía que era una amenaza de bronca, sin ensañamiento como para que me hagan algo más. Resultó ser una bronca de momento. Estuve dos años a préstamo en Belgrano y me vendieron a San Lorenzo; me compra el ex presidente, Fernando Miele. Hoy, con el paso del tiempo, digo que lo mejor que me ha pasado en mi carrera fue jugar en los dos equipos más importantes de Córdoba.
– ¿Cómo te enteraste de que ibas a jugar en San Lorenzo?
– Estaba en Belgrano y me enteré por televisión cuando concentraba para jugar contra Rosario Central en Arroyito. San Lorenzo contrató a Galetto que había sido compañero mío en Talleres. Entonces, le hicieron una nota al Bambino Veira, que dijo que estaban en tratativas por mí, pero yo no sabía nada. Le preguntaron “¿todo arreglado para la llegada de Rivadero?”. Yo ni enterado. Estaba Carlos Ramacciotti como DT de Belgrano, que ni sabía lo que estaba pasando y me pregunta “¿vos sabes algo?”. “No”, le dije. En San Lorenzo, Daniel Primo se rompió los ligamentos cruzados, y se ve que el Bambi le preguntó al Nano Areán por mí. Llegué un lunes y el jueves me tocó debutar contra Ferro Carril Oeste, en septiembre de 1994. Hubo muchas cuestiones en el medio, porque había plata que se me debía. Pero se solucionó cuando me llamó Miele y me dijo que luego arreglábamos el tema del dinero, y fui. No fue un debut soñado, porque en el primer partido me expulsaron. Pero el fútbol es algo extraño y de coincidencias.
– ¿Por qué lo decís?
– Porque estuve cinco años en San Lorenzo. Debuté frente a Ferro en 1993 y mi último partido en 1999 fue contra Ferro en Caballito. En aquel último encuentro me puso el Cabezón Oscar Ruggeri porque Eduardo Coudet estaba suspendido. Ese día no anduve bien y llegó el final en ese club, cinco años muy buenos que pasé en San Lorenzo.
– Fuiste campeón en 1995 de la mano de Veira contra Central en Rosario.
– Sí. Fue un año tremendo, un torneo para el infarto. Nosotros fuimos desde atrás. Arrancamos con Gimnasia y Esgrima La Plata de local con empate 1-1. Después, igualamos con Argentinos en cancha de Ferro, y luego dijimos “chau, estamos al horno” porque nos tocaba Racing e Independiente de visitante. Pero ganamos los dos, y ahí se encaminó el equipo hasta el choque con Rosario, que fue una locura. Es increíble, ese año los hinchas nos siguieron a todos lados, ni hablar de cómo nos acompañaron a Arroyito. Tardamos casi 40 minutos para llegar a la cancha cuando teníamos que haber llegado en diez.
– ¿Cómo fue la noche previa a esa final contra Central?
– La noche anterior el Bambino nos dijo: “Muchachos, el diablo no metió a cola”. Estábamos todos con una incertidumbre terrible por lo que pudiese pasar, no tanto por nosotros, más por el partido en La Plata. El silencio que había en ese colectivo era tremendo, decíamos: “Por Dios, hay que darle una alegría a esta gente”; era impresionante. También Gimnasia hubiese merecido salir campeón, pero la madurez de nuestro equipo hizo que en esos momentos importantes usemos la experiencia para jugar el torneo. Teníamos a Oscar Ruggeri, el “Pampa” Biaggio, Norberto Ortega Sánchez, Oscar Passet, Paulo Silas, había una base sólida. Al final, ganamos con el gol del Gallego González. Fue bravo y una hazaña con mucha euforia
– Fue mucho tiempo sin ganar títulos para un equipo grande como San Lorenzo.
– Sí, fueron 21 años, y se notaba la presión de los hinchas. Inclusive, ya se había hecho el estadio en el Bajo Flores y lo único que quedaba era darle una alegría a la gente. Pero no fue fácil, porque Vélez estaba muy bien, River en su mejor momento y Boca con un equipazo. Luego de consagrarnos, a la semana y media arrancamos la pretemporada en Mar del Plata. Inclusive, hicimos un amistoso contra la Universidad Católica para festejar la obtención del torneo.
– ¿Fuiste parte de la peregrinación a Luján para festejar el título logrado?
– No, los jugadores cordobeses no fuimos, sino que visitamos a la Virgen de Lourdes en Alta Gracia. Fuimos con el Diablo Monserrat, el Conde Galetto y el Perro Albarello.
– ¿Cómo nació tu pelea con José Luis Chilavert?
– Cuando jugábamos contra Vélez, generalmente no era un partido de fútbol, sino una guerra (risas). De nuestro lado estaban Ruggeri y el Gallego González. Del otro, Chilavert y Roberto Trotta. El día que Oscar se le tiró de atrás, yo le advertí “cortalo”. Le dije así porque Chilavert lo había escupido en un córner previo. José Luis salta justo porque escuchó que dije “cortalo”, si no lo partía a la mitad. En 1998, me peleé con Claudio Husaín, y desde el arco vino Chilavert. Me decía: “Pégame a mí, qué lo empujás”, porque ya estaba enojado conmigo por haberme escuchado, era la cuenta pendiente. En un tiro de esquina para nosotros, fui al primer palo a peinar la pelota y cuando estaba llegando al vértice del área chica, vi que él venía con todo, así que lo único que atiné a hacer fue pegarle con la zurda en el mentón. No me vio nadie, pero al otro día salió en la tapa del diario Olé y me suspendieron de oficio.
– ¿Cuántas fechas te dieron?
– Dos fechas nomás. Porque el árbitro no puso en el informe todo lo que había pasado, y muchos periodistas me salvaron justificando lo que yo había hecho.
– ¿Chilavert era un rival complicado en el campo de juego?
– Sí, muy complicado, pero yo lo quiero en mi equipo, siempre. Pero para tenerlo de rival, lo querés pelear a cada rato.
– ¿También tuviste un encontronazo con Pep Guardiola en Barcelona?
– Sí, cuando fuimos a jugar dos años seguidos la Copa Joan Gamper con San Lorenzo. Nos estaban pegando un baile tremendo. En un cambio de frente, Sergi, el defensor del Barcelona, se me tiró con los pies para adelante, la pelota salió al lateral, y me dio un planchazo. Cuando se la volvieron a dar, fui de la misma manera. Ahí se armó el tumulto y lo agarré del cuello a Guardiola. Cuando vino, obviamente no pensé que me iba a pegar, pero le puse la mano en la cara y lo saqué, que fue lo que salió en la foto del diario. Yo tenía 24 años, ahora digo qué mal que estuve por no haber respetado al rival. En ese mismo tumulto, Luis Figo le pegó una trompada al Roly Escudero y quedó todo ahí. Pero yo le terminé pidiendo disculpas a Pep. Tengo una foto guardada de ese momento y, cuando la veo, me da vergüenza (risas). Íbamos ganando 1-0 con gol del Pampa Biaggio, a quien terminan expulsando.
– ¿Por qué te fuiste de San Lorenzo?
– Fue una etapa cumplida porque hacía cinco años que estaba. Necesitaba un cambio de plantel y hasta la gente se cansaba de ver los mismos jugadores de siempre. Ruggeri pasó a ser nuevo entrenador. Perdimos con Gimnasia de Jujuy y con Boca, y luego hubo un recambio de jugadores del plantel. Se fueron Damián Manusovich, Galetto, el Pipa Estévez se fue a la Universidad Católica y el Beto Acosta al Sporting de Lisboa. Con el Chapa Zapata, Juanjo Borrelli y Héctor Núñez entrenábamos apartados del grupo. Con el tiempo entendí que la decisión de Ruggeri había sido la correcta, pero no la forma de tratarnos, ya que nos dejó afuera del plantel. Oscar reconoció una vez que no había sido lo mejor. Igualmente, ya pasó y estamos en el mismo grupo de WhatsApp y nos juntamos a comer de vez en cuando.
– Luego, tuviste varias experiencias en Chile, Venezuela y Bolivia.
– Sí, a esa altura ya me divertía dentro de una cancha. Porque en San Lorenzo estuve cinco años, y si perdíamos, era una presión enorme. Estuve en Deportivo Táchira de Venezuela y me fue bien. Luego, me fui a San José de Oruro, a La Paz FC y al Rangers de Chile. Me retiré en Independiente Rivadavia de Mendoza en el 2004. Con 34 años colgué los botines, sin tener una lesión en mi carrera. Me costó asimilar la decisión de retirarme, porque al año entrenaba como si fuese a jugar el domingo como profesional. Estaba muy bien físicamente e iba al gimnasio. Creo que me apresuré en la decisión que tomé de haber colgado los botines siendo muy joven.
– ¿Cómo asimilaste el post retiro?
– Fue complicado, no fue fácil. En mi época, no nos preparamos para el retiro, sino que te llegaba de repente. Hoy, el jugador es más consciente de eso, sabiendo que en cualquier momento se le puede terminar la carrera. El haber sido futbolista te ayuda, te abre puertas, pero bueno, no te alcanza con eso.
– ¿Te metiste en algún negocio personal?
– Sí, invertí en negocios personales, pero es el error que comete el futbolista cuando deja el fútbol, pensar que puede meterse en lo que quiera y poner un negocio, que no es para nada fácil. Invertí en varios negocios, pero me fue muy mal. Pensé que podía recuperarme, pero un día dije “basta”. Uno no está preparado para hacer algo fuera del fútbol. Invertí en camiones para el traslado de azúcar y harina, y puse una financiera. No me fue bien, ni tampoco pude reclamarlo. Fue un error mío haberme rodeado de gente interesada que estaba a mi lado solo por interés. Gracias a Dios, siempre estoy con la moral alta, todos los días arriba, porque hay muchos excompañeros que les agarró la depresión y por ende están mal. Hay exjugadores que intentaron suicidarse. Otros, se echaron al abandono, porque insisto que en mi época no estábamos preparados para dejar el fútbol, ya que pasás a ser una persona más en un mundo donde antes eras visible y famoso.