Sufrió un duro accidente, le amputaron el brazo derecho y hoy representará a Argentina en París 2024: la historia de resiliencia de Juan Samorano
“Yo no hacía deportes, solo jugué a la pelota con mis amigos en el club hasta que la categoría se disolvió. Siempre trabajé desde chico con mi papá, ayudaba a mi familia, a mis padres y a mis hermanos en la casa. Me la rebuscaba, trabajaba en la vía pública y pegaba carteles. Era una persona normal hasta que el accidente me cambió la vida”, relata Juan Samorano en diálogo con Infobae.
El oriundo de Merlo (Buenos Aires), es otro de los atletas que viajará con la delegación argentina para representar al país en los Juegos Paralímpicos de París 2024. Sin embargo, para estar donde está hoy en día, el experimentado para-taekwondista tuvo que superar cientos de obstáculos, tanto físicos como mentales. El deporte se volvió su compañero y encontró en él una fuente de motivación para seguir adelante cuando parecía que todo había terminado.
“En el momento del accidente tenía 23 años. Yo trabajaba en la vía pública arriba de una camioneta. Pegaba afiches y hacía las carteleras de los paneles que estaban al costado de las autopistas. Ese día, mi compañero que manejaba se quedó dormido porque veníamos de mucho trabajo. Chocamos en Liniers contra un guardarrail”, explica sobre el accidente que protagonizó en 2007 y que marcó un antes y un después en su vida.
“A partir de ahí volví a nacer”, asegura Juan, quien tras el fuerte impacto sufrió una amputación del brazo derecho por encima del codo. “Yo soy diestro, imaginate. Se me complicaba todo. Tenía que tener mucha paciencia y justamente esa no es una virtud mía”, bromea. “Atarme los cordones, ponerme un buzo, cambiarme, bañarme. Es como que tuve que empezar de cero de vuelta, siendo grande, pero arrancando otra vez”.
Pero eso era sólo una mínima parte de lo que tuvo que atravesar. Las dificultades físicas pasaron a un segundo plano en relación con la parte mental: “Lo que me pasó me tiró muy abajo. Se me empezaron a cerrar un montón de puertas, se me cayó el mundo abajo en un segundo. Buscaba trabajo y no me lo daban por la parte estética o porque nadie se quería arriesgar a tener a una persona discapacitada trabajando. Mi pareja había quedado embarazada y teníamos que rebuscarnos la vida como podíamos para mantener a una criatura. Psicológicamente eso me tiró para atrás, estaba en la calle de acá para allá. Fue muy duro”.
“Hacía albañilería, cortaba el pasto, fui delivery de sushi y de pizzas para poder tener un ingreso.Tuve que hacer tratamiento psicológico y psiquiátrico. Estuve medicado un tiempo después del accidente”, reconoce.
En cuanto a lo estético, el taekwondista de 42 años confiesa que estuvo mucho tiempo encerrado en su casa: “No quería salir. No quería que nadie me viera, ni quería mirarme en un espejo. Era como que lo negaba, me escondía todo el tiempo. Hasta que aparecieron mis amigos. Pude empezar a volver a salir gracias a ellos que me venían a buscar. Mi familia lo mismo, pero yo necesitaba de ellos porque la familia siempre te va a dar contención. Necesitaba tener esa contención de personas de afuera, ajenas a mi familia y a mi casa, pensá que yo tenía 23 años, era un pibe”.
Fue entonces cuando sucedió lo inesperado. En medio de ese proceso de aceptación, Juan se topó sin pensarlo con el taekwondo. Después de superar esa barrera y salir nuevamente al mundo, en una de sus caminatas, hubo algo que le llamó la atención: “Nunca imaginé que iba a meterme en este deporte. Estaba caminando por una avenida y empecé a escuchar gritos que venían desde un salón que estaba arriba de un local. No sabía ni lo que había, pero el ser chusma me llevó a subir las escaleras y ver qué estaba pasando. Ese fue mi primer contacto con mi profesor, hoy mi entrenador personal, Eduardo Guzmán, y los chicos. Los vi entrenando, haciendo taekwondo y ahí arrancó mi historia deportiva”.
Por ese entonces no existía el para-taekwondo, por lo que Samorano comenzó a entrenar con luchadores convencionales. Se preparó como si fuera uno más, asistió a torneos y se destacó sobre el resto: “Se notaban las diferencias físicas, obviamente yo tenía una discapacidad, pero a la hora de la acción no tanto. Tuve un buen formador que me enseñó todo lo que un convencional podía hacer (usar el cuerpo, el brazo, las guardias). Nosotros sabíamos que ellos iban a atacarnos por el lado faltante, entonces empezamos a trabajar mucho ese perfil. Estuvimos mucho tiempo trabajando”.
“Me ayudó mucho enfrentarme a ellos, hasta me siento más cómodo peleando con un convencional. A la hora de prepararme para los torneos, siempre pedía entrenar con convencionales porque son más complicados, pero eso me da más chances. Saber que si a ellos les meto dos o tres puntos, a los para-taekwondistas podría hacerles 10″, considera.
Su crecimiento dentro del deporte fue a pasos agigantados, al punto que para 2019 se adueñó de la categoría en los clasificatorios de República Dominicana para los Parapanamericanos de Lima: “Me fue muy bien en ese torneo. Fui progresando de a poco pero cada vez más. Mi entrenador y mis compañeros siempre me ayudaron en el proceso. Ya en Perú me quedé con la medalla de bronce, que me dio la llave para los clasificatorios de Tokio en Costa Rica. Ahí ganamos la plaza, salí primero y fui a mis primeros Juegos Paralímpicos”.
En Tokio fue el debut del para-taekwondo y, gracias a Juan Samorano, Argentina tuvo su representante. “Fue único. Lo viví con muchos nervios y tensión. No tenía idea de lo que era estar en una villa paralímpica, ver tantos deportistas y estar rodeado de tanta gente. Más allá de la pandemia, fue hermoso”, recuerda Juan, que se quedó con la medalla de bronce en una pelea épica que resolvió con una patada a dos segundos del final.
Con la presea en su poder, el para-taekwondista siguió preparándose para el siguiente objetivo: clasificar a París, meta que cumplió después de sobresalir en varios torneos hasta culminar con una performance perfecta en los Parapanamericanos de Chile, en donde consiguió la plaza: “Veníamos viajando y juntando puntos, habíamos quedado quintos y teníamos que tratar de mantenernos porque entraban los primeros seis. Finalmente obtuvimos el oro en Santiago y aseguramos la plaza directa”.
Para los Juegos Paralímpicos 2024, Samorano competirá con 42 años. Sin embargo, reconoce que la edad no es un problema: “Para mí no tiene nada que ver. Si uno sabe mantenerse con un nutricionista y con ejercicios, la edad no influye. El para-taekwondo no tiene un tope de edad, lo hacés hasta que decís ‘basta’. Por el momento la edad no es un obstáculo, al contrario, me pone contento saber que estoy peleando con jóvenes de veintipico. Yo sería el más grande en lo que es mi peso (-70k) y sin embargo les peleo a la par. Tengo el mismo cardio y la misma velocidad. Puede cambiar un poco la estrategia, pero lo demás no me influye. La edad no es una excusa para mí. Me siento bien, me siento fuerte y tranquilo”.
Antes de finalizar, y haciendo un repaso de lo que fue su vida, marcada por un duro accidente, Juan reflexiona: “Yo empecé a hacer deporte como una terapia. Iba para sentirme bien, para sentir que podía hacer algo. Lo usé como una ayuda psicológica y mental. Me daba tranquilidad saber que estaba haciendo algo por mí mismo. El deporte me hizo ser la persona que soy. Me ayudó a poder tener una familia estable, que fue mi mayor logro a nivel personal, a poder sociabilizar y poder salir a la calle sin importar que me miraran. Fue fundamental y si no hubiese hecho deporte no sé qué hubiera sido de mí, quizás hubiera bajado los brazos y me hubiera quedado en la calle, no sé, uno nunca sabe para dónde puede correr uno cuando tenés un accidente así de grande y ves cómo todas las puertas se te cierran”.