Seis “Fititos” y un drone recrearon el videojuego Pac-Man en las calles de Parque Chacabuco: la divertida historia
Diez días antes de la filmación del video que en pocas horas se hizo viral, Matías De Caro, que es dueño de un coworking y creativo, contactó a “Reunidos por el 600″, el club de fanáticos de ese simbólico modelo de Fiat. En un instante, tuvo una lista con los nombres de los seis conductores de los Fititos amarillo, rojo, azul, celeste, naranja, amarillo y bordó que iban a darle vida a uno de los juegos más emblemáticos de todos los tiempos: el Pac-Man.
“La idea la tenía en mente desde hacía mucho tiempo. La había plasmado hace un año, mas o menos, en un cuadernito y en el grupo de WhatsApp que tengo conmigo, aunque sólo pensé: drone y Pac-Man. Pero, comenzó a tomar forma hablándola con mis amigos, a los que les propuse plotear los techos de los autos con un fondo oscuro: a uno ponerle el Pac-Man y a otro en fantasma; y armar una persecución sobre una avenida. Algo tranquilo”, cuenta De Caro el inicio de la idea que, finalmente, dio un giro que dejó un resultado que hasta a él lo sorprendió.
Demostrando que cuando un amigo tiene una buena idea, otro es capaz de no dormir pensando en una solución, a la semana, Matías recibió una llamada que cambió todo. “Uno de mis amigos me dice: ‘Estuve toda la semana pensando en tu idea… ¿por qué no lo hacés con Fititos?’… En ese momento sentí que era por ahí”, admite. El resultado pasó por una detallada edición y logró un resultado único.
Un barrio enloquecido
Una de las características que engalanan al barrio de Parque Chacabuco son sus pasajes, esas callecitas angostas de adoquines —algunos de los pocos que siguen intactos en la CABA— y la tranquilidad reinante. Y fueron, justamente, las que sedujeron a Matías para grabar su idea durante el último sábado por la tarde. En plena hora de la siesta, cuando “no se escucha ni al loro”. Excepto en la zona más arboladas y corazón del barrio, el parque que da nombre al barrio.
Pero, mientras comenzó el rodaje, lo inesperado. “Los vecinos empezaron a salir de sus casas y a mirar lo que estábamos haciendo”, revive Matías, ideólogo del proyecto que llevó a cabo solo “por diversión”. Los sorprendidos vecinos tomaron fotos, filmaron sus propios videos y hubo mucho detrás de escena en una tarde sin igual para la zona.
Pero, ¿cómo surgió la divertida idea? Así se lo cuenta a Infobae: “Yo me dedico a otra cosa, completamente distinta y en mis redes me gusta hacer cosas que me diviertan. Entonces, cuando mi amigo me tiró la idea (y levantó la vara) quise hacerlo, pero no tenía claro cómo. Como toda persona que se queda con una idea en la mente, en momentos de duchas y noches con la cabeza en la almohada y momentos de caminatas comencé a darle forma. Con todo ya armado, tuve un problema: dónde hacerlo”, revive.
Necesitaba un barrio de muchas calles angostas y unos cuatro o cinco Fititos. “Había pensado en cuatro, uno de cada color. No sabía cómo hacer para conseguirlos. Primero pensé en convocar gente que aún los tuviera, coordinar con cuatro personas distintas para ir a un lugar a grabar… ¡Se me hizo un lío! Por suerte, hace dos semanas exactas, recordé que un amigo que labura para la marca de ropa Bolivia había organizado un evento hace un año, más o menos, para el lanzamiento de una colección en Plaza Italia y había Fititos. Le pedí ayuda y me pasó un contacto. Me contó que hay un grupo de coleccionistas. Le escribí al contacto, a Pablo, el conductor del Fitito celeste. ¿Sabés qué fue lo loco? Diez días antes de grabar, le conté la idea y le encantó. En dos horas (literales), él ya tenía a los seis Fititos confirmados”.
“Ahí nomás, Pablo me dice: ‘¡Decime dónde y cuándo quedamos!’. Cuando definí la fecha, empecé a buscar lugar porque pensé en tres lugares potenciales: Liniers, que tiene una zona de calles chiquitas, cerca de Av. Rivadavia y General Paz; otro era Floresta, donde también hay una zona de muchos pasajes; y la otra era Parque Chacabuco. Fui a las tres. El sábado a la mañana Liniers era un quilombo y Parque Chacabuco, que es residencial, es todo lo contrario”, detalla sobre lo que el 28 de septiembre inició sobre pasaje Del Progreso, entre Tejedor y Estrada, a pocas cuadras del sub-barrio Cafferata.
Nacido en Flores, la zona le era conocida y al llegar a la que se convirtió en la locación supo que era el lugar indicado para lo que tenía en mente. La filmación llevó tres horas en la que se divirtió como un niño y no llegó a imaginar las repercusiones que tendría: “Tenía tres baterías para el drone y había que aprovecharlas bien. La primera fue usada en la toma inicial, que era las más difícil y que debía quedar bien prolija, porque tenía que frenar al Fitito amarillo a la mitad”.
Nada quedó al azar: “A cada conductor le entregué un mapa para que tengan en el auto y saber por dónde debían ir, las calles en las que tenían que andar. Me acompañaron dos amigas, que hicieron de asistentes para tener todo bajo control. El primer pedido fue que recorran esas calles, les pedí que entren y salgan todo lo que quieran. Esa fue la primera toma. Después, hicimos algunos planos más cortos y más cercanos sobre la calle De las Artes donde grabé ‘la persecución’. Hubo tomas muy puntuales, como cuando el dron agarra la pelotita grande o cuando los fantasmas se transforman en azules y blancos”, describe cada instante de lo realizado.
Una vez terminado, comenzó la edición. “Fue mucho laburo, el agregarle toda la parte gráfica para que quede como en mi cabeza. Eso que salió es lo que a mí me divierte hacer. Era la que tenía en mente y lo extra es que nos divertimos mucho haciéndolo. Y destaco a los chicos de los Fititos, que son unos genios. Son todos fanáticos de sus autos, los cuidan un montón y se prestaron enseguida a esta idea”, dice agradecido por la generosidad.
Sorprendido, cuenta: “El video se viralizó enseguida” y admite que pese a que eligió emular el Pac-Man, ese no fue su videojuego favorito en la infancia. “Yo era más de otros de los juegos de Arcade, pero claro que pasé horas jugándolo. Tengo 36 años y esos juegos lo eran todo”, reconoce el hombre que tiene un espacio de coworking, Huerta Coworking, y una agencia de marketing que se llama Zenda.
“Como te decía, vengo de otro palo, estudié Administración de Empresas, pero siempre le di mucha importancia a la creatividad. En 2018 me compré un drone para hacer una foto en particular. Soy muy fan del director Wes Anderson y empecé a consumir mucho de su mundo hace unos 10 años, entre ellos una cuenta que se llama Accidentally Wes Anderson, que sube todas las fotos que sacan diferentes personas en todo el mundo y que bien podrían ser una escena de una película de Anderson. Yo quería aparecer en esa cuenta y, entonces, un día pasé por el Hospital Naval, en el Parque Centenario, porque esas ventanitas que tiene eran perfectas para la foto”, dice sobre cómo comenzó en el mundo de las redes sociales hasta convertirse en un influencer.
Como aclaración del video, Matías dice: “El video está recontra acelerado porque la velocidad real no era la que se ve. Se respetó la tranquilidad del barrio”.
Al finalizar, agradece una vez más la ayuda recibida, cuenta que la próxima semana se publicará el backstage del video (en la cuenta de Instagram @luchiines) y asegura: “Esto para mí es un hobby y mi objetivo es divertirme”.