Del clásico en Inferiores por el que lo llamaron “Maradonita” a los detalles de su prueba en River Plate: las crónicas perdidas de Lionel Messi
Se cumplieron 30 años del fichaje de Lionel Messi para Newell’s en la Asociación Rosarina de Fútbol y los recuerdos de su paso y crecimiento en la Lepra asoman casi naturalmente. Las estadísticas difundidas por las planillas que guardó la Liga Rosarina en la que el pequeño Leo brilló desde 1994 hasta 1999, ya que en el 2000 pasó a AFA y fue el mismo año en que viajó a Barcelona para hacer su primera prueba allí, muestran cómo se destacaba y superaba sus propias marcas año a año.
Con edad de Prenovena, brilló en un clásico rosarino disputado en el predio de Rosario Central en Granadero Baigorria y convirtió un tanto en la goleada 5-1 de aquella categoría 87 que le metía miedo a cuanto rival se ponía enfrente. La crónica del suplemento Pasión Rojinegra de La Capital describió sobre aquel derby válido por la octava fecha del campeonato Gobernador Molinas: “A los 10′, llegó el gol que no podía faltar: el de Leo Messi -el Maradonita de la 10ma-, cuando enganchó, la bajó, se dio media vuelta y adentro. Era el cuarto gol y ya todos empezaban a disfrutar del espectáculo que Newell’s brindaba”.
Sí, con apenas 12 años, a Messi ya lo comparaban con Diego Armando Maradona, a quien casi no vio en vivo dentro de una cancha. En aquella época, Lionel acudía seguido al estadio Coloso del Parque Independencia que todavía no había sido rebautizado como Marcelo Bielsa: “Con siete u ocho años, me acuerdo que iba con mi papá, mi tío y mis hermanos. Siempre íbamos a la platea. Si no era un partido muy complicado que pudiera terminar en lío, como un clásico, íbamos siempre que podíamos”.
Si bien nunca ocultó que seguía mucho a Pablo Aimar en River y las juveniles de la Selección, a mano en la Lepra tenía a Damián Manso, Terremoto Cejas, Sebastián Cobelli, el Gordo Real y el Negro Zamora, contó hace algún tiempo en una entrevista con otro ex Newell’s campeón del mundo como Jorge Valdano.
Fue en ese año 2000 cuando la obra social del trabajo que tenía Jorge, su papá, dejó de cubrirle los costos del tratamiento hormonal que Leo llevaba a cabo desde hacía un tiempo. La familia Messi le golpeó la puerta al por entonces presidente Eduardo López, pero la directiva leprosa se negó a costear los 960 dólares mensuales de las inyecciones y por eso tuvieron que buscar “asilo” para que el mágico zurdito explotara las cualidades futbolísticas naturales que traía consigo.
Tres meses después de romperla en ese clásico contra Central, a Messi le preguntaron si estaba dispuesto a realizar una prueba en River Plate junto a un compañero de Newell’s. Federico Vairo, ex jugador de Central, el Millonario y la selección argentina, ofició de promotor ya que era una suerte de cazatalentos en Rosario. En una de las canchas de Ciudad Universitaria los recibió Eduardo Abrahamian, que estaba a cargo de las Inferiores de la entidad de Núñez. Junto a Lío viajó Leandro Giménez, uno de sus socios futbolísticos desde los primeros tiempos en la cantera leprosa.
Giménez, también 87, delantero de buen porte, fue probado enseguida entre las decenas de chicos que eran incluidos en cancha contra pibes 86 y 85 del club. Jorge Messi también había viajado a Buenos Aires. Desde lejos, vio que su hijo estaba relegado entre un enjambre de pequeños deseosos por mostrar su habilidad y se acercó a reclamarle al menor de sus varones que le insistiera a uno de los veedores para entrar. Uno de ellos lo divisó y le preguntó de qué jugaba. “De enganche”, respondió el crack rosarino, que se quitó la vergüenza de encima una vez que lo ubicaron adentro del campo y recibió la primera pelota.
Bastaron solamente un par de jugadas en apenas 10 minutos para que el coordinador abriera los ojos y empezara a buscar desesperadamente a su padre. “Lo queremos, eh”, le advirtieron a Jorge, que en ese momento explicó que el pase pertenecía a Newell’s y entonces River iba a tener que comunicarse para que lo liberaran o bien formaran un convenio, algo que desde el Millonario vieron complicado.
Sobre aquella prueba, el mismísimo Lionel Messi recordó hace unos años: “Jugué con chicos más grandes, eran categoría 85. Fueron 15 o 20 minutos, me tenían ahí y no me ponían. Estaba lleno de pibes. Después me dijeron ‘volvé dentro de diez días con tu categoría’. Volví a los diez días, hicieron un partido e hice tres o cuatro goles con los de mi edad”. Y ahondó: “Me decían ‘quedate, trae el pase y hacemos todo’. Estaba el tema de mi tratamiento. ‘Te vamos a ayudar’, me dijeron que se iban a hacer cargo, cosa que Newell’s nunca me bancó. Mi vieja renegaba en esa época porque era complicado, mi viejo hacia un esfuerzo grandísimo para poder pagármelo. La obra social de su trabajo lo ayudó para pagar algunas cuotas. Pero cuando fui a buscar el pase a Newell’s me sacaron cagando. Peleamos y peleamos, pero el pase nunca me lo dieron. Y después salió todo lo del Barcelona”.
Pasó menos de un mes para que Lionel alistara su pasaporte para probarse en Barcelona. El 13 de septiembre del año 2000, a escasas semanas de haber coqueteado con River, voló a España junto a su padre y representante Fabián Soldini de cara al examen en La Masía. Fueron momentos de incertidumbre, incluso tras su vuelta y estadía en Rosario hasta principios de 2001, cuando finalmente los culés le levantaron el pulgar y se instaló con su familia completa para comenzar su historia en el Barça.