Dejó el fútbol por el automovilismo, es el estratega detrás de Agustín Canapino y sueña con correr en la IndyCar
Desde sus dos años que Leandro Juncos conoce el mundo de la IndyCar, ya sea por ver las carreras por televisión, correr en un simulador o acompañar a su padre Ricardo en su escudería, Juncos Hollinger Racing, la misma en la que corre Agustín Canapino. De hecho, cumple un rol clave en la campaña del arrecifeño, ya que es estratega y le arma el plan de carrera. Su primera incursión en el deporte fue como futbolista y llegó a jugar en la Argentina, pero el automovilismo pudo más y este fin de semana arrancará en la USF Juniors, el primer escalón para llegar a la principal categoría de monopostos en Norteamérica.
Nació hace 18 años en los Estados Unidos. Tiene acento portugués por su madre brasileña, pero también fuertes raíces argentinas por su padre, quien es un ex piloto que en 2002, en plena crisis del país, emigró a Miami con 400 dólares prestados por su abuela y llegó a armar su propio equipo. A sus diez años Leandro tuvo un esporádico debut en un torneo invernal de karting con cuatro carreras, pero a esa altura estuvo focalizado en el fútbol. “Empecé a jugar al fútbol a los tres años. Toda mi vida jugué al fútbol en Argentina, Brasil, Estados Unidos, España, Inglaterra. A los 17 años llegué a jugar en la Reserva de Central Córdoba, hasta que dejé. También entrené con la Primera cuando lo dirigió Madelón”, le cuenta a Infobae.
“Soy derecho, jugaba como un enganche y como diez, o quizá también como un ocho externo. A los 14 años tuve la oportunidad de probarme en un equipo de la cuarta división de Brasil, en Democrata y viajé solo. Después viví en Buenos Aires un tiempo porque entrené en las Inferiores en Defensa y Justicia, cuando tenía 16 años. Vivía con una tía en Núñez. En esa época me levantaba a las 5 de la mañana para ir a entrenar a Florencio Varela y así fue por dos o tres meses. Me llevaba un amigo de mi papá que trabajaba de remisero”, recuerda.
Estuvo en la Argentina en pleno Mundial de Qatar 2022 y cuenta que lo impactó la celebración con cinco millones de personas en las calles. “Viví la semifinal y final en Argentina. Fue una semana de fiesta. Parecía Navidad todos los días”. Reconoce que maduró de golpe en nuestro país. “Aprendí mucho en Argentina, como persona, por el sacrificio, porque allá nada es fácil. Acá (por Estados Unidos) todo funciona y allá no, muchas veces hay quilombos y tenés que encontrar la manera de sobrevivir y triunfar. También tuve mucha ayuda de la gente de los clubes en los que estuve que me ayudaron a ser una mejor persona y eso lo puedo aplicar acá en los Estados Unidos. Me siento mucho más maduro por haber estado en la Argentina que muchos de mis amigos que son de acá de los Estados Unidos”.
Si bien en su país estuvo en eventos masivos, quedó impactado por la presencia popular en nuestro país. “La Argentina y la gente, no importa la situación económica o del país, cómo la gente se une con el fútbol. Como cuando fui a ver una carrera de TC, vi que van miles de personas. O también lo que viví en Santiago del Estero con la humildad de la gente que busca salir adelante. Acá con todas las facilidades veo que hay gente que no está tan contenta y allá con todos los problemas que se viven buscan tratar de vivir mejor y eso lo admiro mucho”.
Su última experiencia futbolística fue en Central Córdoba, donde estuvo un año, y lo marcó la competitividad. “En los entrenamientos, capaz que éramos cinco contra cinco y era a matar o morir cada pelota. No podías perder, las ganas de ganar a cualquier cosa que se vive en el fútbol argentino me llamó la atención. Poder entrenar con la Primera y ver a futbolistas como el Pulga Rodríguez con casi 40 años, con su sacrificio y las ganas que le mete, fue muy impactante para mí. Me di cuenta de que no es solo talento, sino un conjunto de cosas. como saber trabajar en equipo”.
Sobre el Pulga revela una anécdota que describe el talento innato del experimentado delantero. “En mi primer entrenamiento un amigo me dice ‘vas a entrenar con el Pulga Rodríguez’ y yo no sabía bien quién era. Lo vi en videos de YouTube y dije ‘es buenísimo’. Ya en la práctica, la primera pelota que tocó la agarró con tres dedos y la clavó en el ángulo. La calidad que tenía, te das cuenta por qué es distinto y es una oportunidad única que pude compartir con él”, afirma.
Aunque decidió colgar los botines pese a que tenía proyección para poder debutar en Primera División. Explica los motivos y relata que “vivir solo en la Argentina no es fácil, menos en el ambiente del fútbol que es muy exigente. Cada día es una lucha para ganarse el puesto, entrenarse, cuidarse. También porque yo siempre tuve la posibilidad en el automovilismo y con la presencia de Agustín en el equipo todo fue sumando para tener más ganas de volver. Pero seguí con el fútbol hasta que me di cuenta de que iba a tener que firmar un contrato, ser profesional y no era algo que disfrutaba. Lo sentí como una obligación. Salió la oportunidad de tener una prueba sobre un auto de carrera. Entonces dije ‘prefiero hacer algo que siempre quise hacer y no quedarme trabado en algo que no estoy ciento por ciento convencido, que no me cerraba, como el fútbol’”.
En perspectiva afirma que fue acertado dejar la pelota. “Tomé la decisión correcta y obviamente no me arrepiento de mi decisión. Dejé atrás 15 años de fútbol, pero lo que sentí en ese momento fue que creí que podía llegar a ser alguien importante en el automovilismo o al menos lo que yo quiero seguir. Lo que aprendí en el fútbol lo puedo aprovechar en el automovilismo, a nivel de trabajo en equipo. También la necesidad de ganar y de hacer las cosas bien. La exigencia de ganar en el fútbol argentino me sirvió. Eso acá no hay. Por ejemplo, conocí jugadores en la Argentina que si no ganaban no tenían para darle de comer a su familia. Era tanto el nivel de exigencia que acá no hay y, si puedo aplicarlo, puedo tener cierta ventaja”, revela.
Una vez de vuelta en los Estados Unidos se sumó al equipo de su padre y se forjó su rol que es clave en la campaña de Canapino. “Fui directamente a la carrera de Mid Ohio para ver cómo trabajaba el equipo y aprendí un montón. Ahí Agustín dijo ‘necesito a alguien que me ayude con la parte de análisis, pit stop (paradas en boxes), la estrategia’, que era algo que él no tenía. Yo no sabía mucho, pero en Iowa fue mi primera carrera en la que lo ayudé en un óvalo y llegó a ubicarse noveno con una buena estrategia. En la última carrera venía para ganar y avanzamos un montón”.
Respecto de su labor con Canapino, amplía y dice que “el equipo no tenía a alguien a cargo de la estrategia y había ciertas decisiones que había que tomar. Obviamente que yo veo carreras de la IndyCar desde los dos años. Corro en simuladores desde hace varios años y preparo mi estrategia. Pude ser una ayuda extra para mi viejo para tomar ciertas decisiones, como cuándo parar o saber qué gomas usar junto con Agustín”.
Además, resalta la impronta del arrecifeño en la escudería: “Lo que hizo Agustín fue impresionante, la manera en cómo le llegó al grupo, fue increíble y me ayuda ahora que yo voy a correr”.
Su primera experiencia en autos de carrera fue en una prueba con un Fórmula 4 en Homestead, que contó con el asesoramiento del ex corredor, Juan Manuel “Pato” Silva (campeón de TC, TC 2000 y Fórmula Renault). Más tarde ensayó en la Argentina con un Fórmula 3 Metropolitana en el Autódromo Roberto José Mouras de La Plata.
Este fin de semana debuta de forma regular en la USF Juniors, que es el primer escalón hacia la IndyCar. “Este es mi primer año completo. Todo lo que hice en mi vida fue para ganar. No voy a correr el campeonato si no creo que no voy a ser campeón. Será muy difícil en una categoría muy competitiva con 30 autos. El año pasado, en las siete primeras carreras, ganaron siete pilotos diferentes. Pero en la primera prueba con el auto, sin conocer la pista y encima se largó a llover, en la primera tanda quedé primero”, apunta y agrega que “me entreno mucho en el simulador y también trabajo en el taller”.
El estreno es en el Nola Motorsports Park, en Luisana, cercano a Nueva Orleans, y Leandro cuenta que “corro en el Deforce Racing, que es el equipo bicampeón”, y sobre la categoría detalla que “no se corre en óvalos. Sus autos tienen 170 caballos y llegamos a 220 km/h y caja de seis velocidades. Es un auto parecido a la IndyCar, pero con menos carga aerodinámica (alerones y otros aditamentos) y potencia”.
Pese a que el automovilismo norteamericano es uno de los más fuertes del mundo, a Leandro lo marcó su experiencia en la carrera del Turismo Carretera el año pasado en Buenos Aires, en ocasión de la vuelta parcial de Canapino. “Fue increíble haber estado en la hinchada de Chevrolet. Lo del TC es muy fuerte. Acá en las 500 Millas de Indianápolis ves 400 mil personas, pero no sentís esa pasión tan fuerte como lo vi en la Argentina. Fue una locura. No se compara tampoco a la NASCAR. Creo que si a una carrera de la NASCAR llevás un auto del TC, la gente se vuelve loca porque es mucho más lindo, más rápido y creo que el nivel de pilotos es incluso mejor y se corre muy bien”.
Hace 22 años su padre Ricardo Juncos dejó su país detrás del “Sueño Americano”. A fuerza de sacrificio y perseverancia llegó lejos. Su hijo Leandro también emigró y se forjó a nivel futbolístico en la Argentina, pero lo suyo finalmente fueron las carreras de autos. Hoy ambos trabajan juntos y comparten la pasión por el automovilismo.