La ONG de ingenieros que construyó desde un patio de juegos en una cárcel hasta un puente en un barrio
Allí donde hay un problema o falencia, la Asociación Ingeniería Sin Fronteras Argentina busca dar solución. Lo hacen desde 2012 cuando un grupo de profesionales, que antes no se conocían, decidieron poner su saber al servicio de los sectores más necesitados del país.
Hasta el momento diseñaron y terminaron 40 proyecto, otros cinco están en ejecución y hay tres en desarrollo. Entre los realizados destacan el patio de juegos para las infancias en la Unidad Penitenciaria N.º 46 de José León Suárez, de San Martín, una pileta climatizada en Quilmes, unas cuarenta redes agua potable y un puente peatonal en Puente Negro, Santiago del Estero, que benefició a 500 personas que se encontraban aisladas debido al mal estado de los caminos de los parajes rurales.
Los trabajos son proyectos de ingeniería que tienen un enfoque integral y que llevan a cabo en conjunto con comunidades de toda Argentina. Además, trabajan con distintas instituciones, cooperativas y organizaciones sociales en sectores urbanos y rurales, y universidades. También comparten su enfoque y experiencia ofreciendo programas de formación académica y capacitación; comparten el trabajo voluntario, la participación y la formación de alianzas colaborativas con instituciones y organizaciones del sector público y privadas nacionales y de otros países.
“Lo asombroso de cómo nació Ingeniería Sin Fronteras es que no nos conocíamos entre nosotros, no nos conocíamos ni teníamos personas en común, sino que la ‘casualidad’ unió a este grupo. Éramos personas desconocidas que nos fuimos agrupando con la idea de fundar una asociación que llevara la Ingeniería donde no llegaba para trabajar en lugares que, como decíamos, están por fuera de las fronteras, porque trabajamos en comunidades rurales dispersas en el monte que viven con mucho aislamiento geográfico; llegamos a comunidades que están a orillas de arroyos contaminados o sobre la cuenca del Arroyo Santo Domingo, en Quilmes; el Arroyo Las Piedras, en Varela; y también en contexto de encierro, en las cárceles”, resume la antropóloga Natalia Zlachevsky, una de las fundadoras de la ONG, sobre el alcance que tiene la tarea que desarrollan.
La necesidad del otro como motor de trabajo
Ingeniería Sin Fronteras Argentina nació como proyecto social en febrero de 2012 en un café armenio del barrio de Palermo. Fue durante una comida que compartió un grupo de personas con formación técnica y del mundo de las ciencias sociales donde salieron a la luz sus grandes deseos de crear una asociación para trabajar por el cumplimiento de derechos en comunidades postergadas del país.
Primero, buscaron la manera de hacer visible su trabajo para que otras personas con intereses similares se sumaran al proyecto. De a poco, se fueron sumando profesionales con trayectorias, edades y experiencias muy variadas para lograr conformar un grupo único, diverso y apasionado por darle forma a esta idea.
“Nuestra idea es trabajar con soluciones de ingeniería frente a problemas sociales, pero no lo hacemos con una impronta colonizadora ni como una solución mágica a los problemas sino de manera participativa junto con los protagonistas de la población destinataria, que participa desde el diseño del proyecto, la toma decisiones del diseño, la planificación de lo que va a pasar y la ejecución de las obras. Otra característica es que, al trabajar con enfoque de Derechos Humanos articulamos con el Estado, que es el garante de eso derechos, para que participe de esa solución. Es el modo de visibilizar un problema que por ahí no está en la agenda de prioridades de los gobiernos, entonces articulamos con gobiernos locales, municipios y diferentes gobiernos provinciales o nacionales, de acuerdo a la causa”, detalla Zlachevsky y cuenta que también lo hacen con empresas del sector privado y las universidades.
De esa manera, arman una red de actores que hacen posible proyectos que parecen imposibles. “Acabamos de inaugurar una plaza dentro de una cárcel de mujeres. Es una plaza con juegos para niños que ahora funciona en la cárcel de San Martín. Es un espacio para las infancias dentro de un penal y todo fue diseñado con las mujeres detenidas. Parecía imposible tener un lugar tan lindo dentro de un penal, pero no lo fue. Y se logró por poder articular estas redes de actores, con una magnitud que no es lo más común dentro del tercer sector o de las asociaciones civiles, como hacer puentea vehiculares o edificios porque son cosas bastante contundentes y con mucho volumen que exigen muchos factores involucrados, y con un financiamiento grande”, explica sobre el trabajo integral realizado por 15 personas en el equipo rentado, 300 voluntarios más los 70 socios y socias de la asociación civil.
El primer proyecto logrado fue un salón comunitario en el barrio Ramón Carrillo, en Villa Soldati (CABA). “Está ubicado atrás de la parroquia y terminó siendo sala de velatorio, salón de casamiento, sala de deporte, salón para los cumpleaños y aula para apoyos escolar. Todas las soluciones que hacemos son colectivas. Solamente en Santiago del Estero laburamos en sistemas familiares de agua, pero se deciden las cosas colectivamente con toda la comunidad”, asegura y cuenta que en Córdoba y en Buenos Aires desde los puentes, los salones, los jardines y las escuelas “tienen la particularidad de ser soluciones que promueven lo colectivo y lo asociativo porque nuestra apuesta como organización es salir adelante en comunidad”.
Los proyectos más destacados
Luego de realizar el salón comunitario en Villa Soldati, siguieron otros 39 proyectos de trabajo que, en caso de los barrios, se inicia junto a las organizaciones sociales que ya están instaladas en el lugar al que aportarán nuevas soluciones para fortalecerlas desde la infraestructura. Entre todos esos, hay tres que a la antropóloga social la conmocionan por el valor que tienen en las comunidades que fueron parte de ese desarrollo y que hoy lo disfrutan.
“El proyecto de la plaza en la cárcel es uno de los que más me conmovió y que fue muy disruptivo. Yo hice todo el proceso participativo. Otro que para mí es muy significativo (porque hay proyectos que son como gestos poéticos, que tienen un mensaje atrás) fue la construcción de una pileta de natación comunitaria climatizada, en Quilmes. Se la construyó dentro de una organización hermosa (Casa de los niños). Imagínate cuando íbamos a buscar fondos para hacer una pileta de natación climatizada… Todos nos decían que no, que a los pibes hay que darles de comer, que construir escuelas… Les parecía un lujo al que no tendrían que acceder chicos pobres con vulnerabilidad, pero lo logramos hacer y es espectacular: ahora los pibes tienen clases natación, aprenden a nadar, y el espacio está disponible para gente del barrio que tiene que rehabilitarse. El tercero tiene que ver con todo lo que es la ruralidad. En lo particular, como antropóloga, me interpela mucho. En estos 12 años en el lugar que estamos trabajando en Santiago del Estero, por ejemplo, pudimos hacer sistemas de agua para casi 200 familias, dos puentes vehiculares, ampliamos la escuela agrícola, hicimos una sala de extracción de miel para apicultura. Cuando vos te quedas en un territorio muchos años, haciendo obras de todo tipo, el impacto es grande porque porque son lugares fuera de las fronteras”, detalla.
Sobre el proyecto de la plaza de juegos en el Penal cuenta que fueron convocados por la UNSAM debido a que en esa Unidad está el Centro Universitario San Martín. “Nos contaron que había mujeres que estaban pidiendo mejorar el espacio para las visitas y empezamos el proceso de realizarlo, que duró cuatro años porque nos agarró la pandemia y porque fue muy difícil conseguir fondos para niños que transitan el espacio carcelario, hay que decirlo. Hay mucho prejuicio en la sociedad sobre la vida carcelaria”, lamenta.
Sobre lo que debieron hacer para lograr los fondos para esa construcción, amplía: “Nosotros no tenemos fondos propios para sostener los proyectos sino que salimos a buscar el dinero desde cero para cada uno de los proyectos. Para éste, en particular, fue muy difícil de conseguirlo. Pero, por suerte, el municipio se involucró. El municipio de San Martín está muy comprometido con la infancia. Aunque se involucraron, éste fue el primer proyecto en el cual pusimos fondos nuestros para que se pudiera hacer. En ese tiempo hicimos encuestas, talleres de diseño, se diseñó el mural, entre otros detalles”.
De ese proyecto participaron las mujeres privadas de la libertad. “Iban rotando porque algunas iban saliendo en libertad, otras eran trasladados a otros penales u otros pabellones, pero el espíritu del proyecto continuó a través de los años. Hoy, es un lugar muy bello para recibir a los niños que tienen que transitar ese lugar para ver a su mamá”.
El deseo es que sea un proyecto inspirador para que haya espacios similares en otros penales. “Hemos hecho otros proyectos en cárceles, pero con adultos no con las infancias. En Argentina hay 200 mil niños que tienen familiares detenidos y que son afectados por esas detenciones, de distintas maneras porque muchos van a visitar a su mamá o a su papá y los espacios carcelarios no son espacios preparados para que un niño o niña los transite”.
Este tipo de proyecto, asegura, ayuda también a “visibilizar problemas que están muy invisibilizados”. “No se habla casi de las infancias que transitan las cárceles, pero es algo que sucede. Lo mismo pasó con la pileta climatizada porque nadie se puso a pensar que los chicos de los barrios no saben nadar, que no conocen el mar y nunca se metieron en una pileta de natación en verano… Nadie piensa que eso es un derecho, por ejemplo. Entonces, en algún punto también, además de que resuelven problemas, los proyectos de ingeniería de este tipo invitan a conversaciones que son importantes tener como sociedad”, finaliza.
Además de esos proyecto, desde el inicio de la organización tienen dos diplomaturas: Gestión Estratégica de Proyectos Sociales, con la UTN, la cual coordina y dirige Estela Camarota, que es virtual, y tiene entre sus estudiantes directores de organizaciones, ingenieros que se quieren dedicar a los social, muchos de ellos son de otros países. La otra diplomatura es en Energías Renovables y se dicta en la Universidad Nacional de La Matanza desde hace 10 años. El objetivo es que las experiencias hasta el momento sirvan para el aprendizaje y generar nuevos conocimientos.
Entre otras actividades, crearon la plataforma Comagua (https://comagua.isf-argentina.org/) da cuenta de la situación de acceso al agua para consumo humano en la ruralidad. “Se realiza en el norte del país porque no hay datos en el censo nacional, no hay información muy detallada sobre la situación del agua de estas poblaciones, entonces todas las organizaciones que estamos a Salta relevamos datos de esta plataforma que los procesa en tiempo real”.
Todo el trabajo que realizan es mostrado en el perfil de Instagram @ingenieriasinfronteras_ar y en la web https://isf-argentina.org/