Las historias más íntimas y el álbum de fotos de Franco Colapinto: el día que chocó su cuatriciclo con un Falcon y una juguetería convertida en pista
La sonrisa es una fija en las fotos de niño de Franco Colapinto. Esas imágenes irradian la felicidad de un chico que creció en un marco familiar de plena contención y amor. Desde los tres años que experimentó el maniobrar un vehículo motorizado, aunque fue de juguete. Al poco tiempo ya manejó un pequeño cuatriciclo en una quinta. Para conocer más detalles, Infobae habló con sus padres. Son quienes más lo conocen y guardan recuerdos entrañables e imperdibles anécdotas de esa época cuando ya soñaba con correr algún día en la Fórmula 1: este fin de semana lo hará por primera vez con un Williams. Será en el Gran Premio de Italia, en el Autódromo de Monza.
Franco nació el 27 de mayo de 2003 y es el hijo mayor de Andrea Trofimczuk y Aníbal Colapinto. En charla con su madre, recuerda que “Franco de niño era igual de apasionado que ahora. Desde chico le gustaron los ‘fierros’ y los juguetes tenían que ver con armar y desarmar cosas. Herramientas. Conectado con eso. Su abuelo también le inculcó el tema de la construcción. Después, cuando fue un poco más grande, todo lo que eran los chiches con ruedas eran sus preferidos”.
“Con la influencia que tuvo de su papá por los fierros el programa era, claramente, ver las carreras e informarse de todo lo que tenía que ver con los autos. Eso con el correr de los años fue incrementándose hasta que él mismo se metió sobre un auto. Primero fue el karting y después todo lo que ya se conoce de Fran”, afirma.
Con apenas tres años y en su primera experiencia sobre un vehículo motorizado demostró su habilidad para poder eludir obstáculos y su “manejo fino”, como destaca Andrea. Eso se potenció con el correr de los años debido a su perfeccionamiento constante. Suele combinar agresividad y una capacidad para mantenerse en pista tanto en la defensa de una posición como en el ataque.
Al respecto, Andrea relata una particular historia: “Tenía tres años y fue la primera vez que lo subimos a un triciclo que decidimos con Aníbal regalárselo para su cumple. Tenía motor eléctrico. Lo llevamos a una juguetería y nunca se había subido a nada que tuviese motor o algún tipo de propulsión más allá de sus pies. El empleado de la juguetería lo sentó y esperó para poder llevarlo y acompañarlo para pasear un poco por la juguetería y que lo pudiera probar. Y de golpe Franco lo aceleró, empezó a esquivar entre las góndolas y no lo podía parar nadie. Estaba como loco, como si siempre se hubiese subido a algo así. Era su primer contacto con algo a motor. Desde chico tuvo esa habilidad increíble para conducir”.
El flamante piloto de la Fórmula 1 contó desde chico con esa capacidad ya que “Franco siempre tuvo algo innato para la motricidad fina, esquivar cosas y su cuerpo, cómo hacer los movimientos para no perder la estabilidad. Por supuesto que después lo fue perfeccionando”.
También en diálogo con este medio, Franco recuerda esa anécdota y confiesa que “yo siempre estaba arriba de algo que tenga movilidad. Con tener algo para manejar que tuviese un volante me era suficiente. Siempre de muy chico fui muy fanático y me gustó mucho eso. Es algo con lo que crecí desde que era bebé y después llegó mi sueño de llegar a la F1. Siempre fui muy fanático del automovilismo en general”.
En tanto que Andrea cuenta que en la escuela “Franco fue siempre muy inteligente y capaz. De esos chicos que no estudian demasiado, pero por el solo hecho de haber escuchado lo que dijo el profesor en clase, iba, rendía y le iba bien. Aparte con ese carisma que lo caracteriza siempre logró que todo el mundo lo ayudara. Tenía notas excelentes y un chico que de haberse esforzado un poco más era súper calificado”.
Como le gustaba mucho la mecánica decidió estudiar en un industrial. “Fue tremendo el esfuerzo que hicimos todos. Teníamos que llevarlo al instituto para que se pudiera preparar. Todos los días de la semana y con la nena (Martina, la hermana menor de Franco) envuelta en una frazada, cargándola en el auto, yendo de Pilar a Don Torcuato a que hiciera la preparación para su curso de ingreso. Era súper exigente, de miles de alumnos que se presentaban quedaban menos de cien chicos”, cuenta. Franco aprobó los exámenes de ingresos para los colegios de Ford y Techint, pero se decidió por el segundo. “Amó ese colegio, pero algo que no tuvimos en cuenta fue que comenzó a incrementarse su demanda en el exterior porque tenía que viajar más por sus carreras. El colegio era técnico y si bien había cosas que las podía hacer a distancia y le permitían una cantidad de faltas superior a las de otros alumnos por estar federado, hubo materias que requerían la presencialidad. Llegó un momento que no fue viable. Entonces volvió al colegio en el que había hecho la primaria. Llegó hasta sexto año y le quedaron algunas materias”, agrega Andrea.
Con esos primeros viajes a Europa por las carreras de karting llegaron los primeros momentos complicados. Andrea valora la contención de los representantes de Franco, María Catarineu y Jamie Campbell-Walter, y el de una pareja que lo acompañó antes en Europa. Pero admite las dificultades de la distancia familiar y lo ingrato que suele ser el automovilismo. “Hubo muchos momentos, porque es un deporte en el que se tienen más frustraciones que éxitos. El problema más grande era que estaba con poca contención familiar, si bien María y Jamie, y antes de eso, Emi y Romi que fue la pareja con la estuvo viviendo un año y pico, supieron cómo llevarlo y contenerlo, la necesidad de la familia se notó en muchos momentos de su carrera”, afirma.
Admite que “momentos feos y de frustración hubo muchos, también hubo buenos, pero con la ayuda de su psicólogo (Gustavo Ruiz) aprendió a compensar un poco mejor las frustraciones o los escollos que fue teniendo”, confiesa. También cómo atravesó el hecho de que Franco se haya radicado en Europa con 14 años por sus carreras de karting: “Fue duro porque es el primer hijo, siempre tuvimos una relación muy pegota. Fue difícil. Hubo necesidad de ayuda, de contención, porque es dura la separación”.
En tanto que Aníbal, un entusiasta del automovilismo y ex piloto de Speedway en Bahía Blanca, también guarda una rica historia de Franco. “A los cuatro años le compré su primer cuatriciclo y andábamos en una quinta en un barrio semi privado en Capilla del Señor. Andaba para todos lados y había pocas casas. A los jardineros los conocía a todos. Un día me llama Andrea y me dice ‘no anda más en cuatriciclo, no sabés lo que le pasó, chocó’. Yo digo, ‘¿cómo puede chocar en medio de una quinta?’ Tenía cuatro años. Bueno, resulta que venía haciendo piruetas con el cuatri, saludó a uno de los jardineros y por mirar atrás se llevó puesto un Ford Falcon que estaba estacionado. Rompió el Falcon, el cuatri y casi se rompe la cabeza”.
Sobre esa historia, Franco recuerda que “era muy chico y fue una locura. Me tenía mucha confianza y creía que no pasaba nunca nada. Me reía cayendo o volcando en el cuatri. Esa vez me acosté en el cuatri y saludé al jardinero y cuando me di cuenta había un Falcon ahí adelante (risas). Yo siempre me preocupaba mucho por lo que le pasara al cuatriciclo. Por mí, no. Entonces, cada vez que me caía, volcaba o me pasaba algo, me preocupaba por el cuatri. Cuando fue lo del Falcon me preocupé de que al cuatri no le pase nada. Al final, ahora me estoy cuidando un poquito más, aunque no parezca. Pero tuve una hermosa niñez”.
Aníbal, además, también relata la vez que perdieron un vuelo en Europa y pese a llegar un día tarde a una carrera de karting en la Argentina, ganó las dos competencias: “La primera vez que fuimos a probar un Fórmula fue cuando él estaba en Italia con los karting. Nos dan una prueba de Fórmula 4 en España. Teníamos que volver al otro día porque era una fecha del Campeonato Argentino de Karting, en un circuito que inauguraban. Nos suspendieron el vuelo, nos tuvimos que quedar a dormir en el piso del aeropuerto. Llegamos al día siguiente y le digo, ‘Fran, no vamos a ir a Río Cuarto, perdiste un día de pruebas’. Me dijo ‘no, vamos, está el equipo, el karting’. De Ezeiza agarramos la camioneta y nos fuimos directo a Río Cuarto y fue una carrera maravillosa la que hizo, ganó el sábado y el domingo”.
Afirma que tener un hijo que moviliza a la juventud le genera “orgullo. Emoción. Felicidad. Es un logro de muchos años. Por ahí uno piensa que porque estaba viviendo afuera las cosas son fáciles, pero es muy difícil porque, como él mismo lo comenta, con 14 años lo dejé en Europa sin saber si hacía bien o mal, cuestionándome si me equivocaba”.
Pero con esa edad, Franco mostró su madurez y convicción para seguir su vida a miles de kilómetros de los suyos. Hubo un diálogo entre padre e hijo que fue una bisagra en su campaña deportiva. Aníbal revela que “él fue muy claro, le pregunté ‘¿no te querés volver en dos años? Quizá a los 16 vas a estar un poquito más maduro y te traigo de vuelta’. Pero me dijo ‘no, papá. Esto es lo que yo quiero. Me la voy a bancar. Sé que los primeros meses la voy a pasar mal’. Me dijo ‘si vos me bancás, yo me quedo’. Te imaginás que lo banco con la vida”.
Al igual que Andrea esa distancia le costó y cuenta que “yo viajaba cuando podía. Él vivía arriba de una fábrica de karting que lo había contratado para correr. Fui a verlo bastante y al año siguiente cuando pasó a la Fórmula 4 Española vivía en la casa de un mecánico, que era el jefe del auto y era un argentino. Vivió en la casa de él y la verdad que el matrimonio se portó de primera. Emiliano y Romina. Ese año viajé a todas las carreras menos a la de Portugal. También fuimos a Nueva Zelanda (el mini torneo de la Toyota Racing series en el que terminó tercero en 2020), que fue un campeonato bárbaro. Luego la Fórmula Renault, que fue el año de la pandemia. Estuvo medio parado, volvió, debutó y ganó. Ahora ya está un poco más grande y no hace falta que uno viaje bastante”.
Colapinto es oriundo de Pilar y, como contaron sus padres, a los 14 años se mudó a Europa. Su campaña está a cargo de una empresa del Viejo Continente que representa pilotos llamada Bullet Sports Management, a cargo Catarineu y de Campbell-Walter. Desde sus inicios, corrió con un ciento por ciento de patrocinio europeo y desde 2022 cuenta con apoyo del Estado, de YPF. En los últimos tiempos se sumó Globant y otras empresas argentinas. También tiene la banca del productor musical Bizarrap, cuyo nombre luce en el casco.
Luego de ser campeón argentino de karting, en 2019 Franco fue campeón de la Fórmula 4 Española con el equipo de Fernando Alonso. En 2020 fue tercero en la Fórmula Renault Europea. En 2022 culminó noveno en la Fórmula 3 y en 2023 fue cuarto. En la divisional en estos dos años logró cuatro triunfos y 10 podios. En 2023 con el equipo MP Motorsport sumó puntos en 14 de las 18 carreras. Cosechó el 56,70 por ciento de las unidades de su escudería, que finalizó en el tercer puesto en el Campeonatos de Equipos.
En 2024 el salto a la Fórmula 2 y hasta su última carrera marchó sexto en el campeonato luego de un triunfo, en Imola, y dos segundos puestos en España y Austria. Cada vez que su auto fue competitivo lo supo capitalizar. De momento es el tercer mejor debutante en la especialidad en lo que va de la temporada, detrás de Gabriel Bortoleto y Paul Aron. Aunque ahora dejará la divisional antesala a la F1 para correr en la Máxima en lo que resta de 2024. Este fin de semana debutará en la Fórmula 1 en el Gran Premio de Italia, en el mítico Autódromo de Monza.
Ese momento único será seguido por Andrea y Aníbal, que son ejemplos del amor incondicional por un hijo. Pese a la distancia lo acompañaron en esta gran aventura. Viven con orgullo el presente de Franco, el primer piloto argentino en correr en la Fórmula 1 en 23 años. Los sueños de aquel niño que hizo malabares con un triciclo en una juguetería se harán realidad realidad.
EL ÁLBUM FAMILIAR DE FRANCO COLAPINTO