La disputa por la presidencia del PJ: danza de nombres, reclamos de unidad y el factor Cristina Kirchner
“Se siente, se siente, Quintela presidente”. El cántico que entonaron algunos dirigentes riojanos en la residencia del gobernador Ricardo Quintela le sacó una sonrisa a los diputados y senadores nacionales que habían viajado a La Rioja para estar presentes en el mega acto que “El Gitano” organizó para presentar la reforma de la constitución provincial.
La presidencia a la que se referían no era la nacional. Falta demasiado tiempo para empezar con la campaña electoral entre asados y vinos de la rosca política. Pedían por la presidencia del PJ Nacional, a la que el mandatario quiere llegar, tal como le confirmó a Infobae un puñado de semanas atrás. “Quiero ser el candidato del consenso”, aseguró.
El riojano es, a esta altura del partido, el principal candidato a presidir el PJ. Es el único de todos los nombres en danza que manifestó públicamente su ambición de ocupar el sillón que tuvo Alberto Fernández durante los años de gobierno del Frente de Todos y el sanjuanino José Luis Gioja en la era macrista. Quiere ser y lo dice. Lo que hace falta para que en el peronismo entiendan que va en serio por el premio mayor.
En los últimas semanas Quintela intensificó sus actividades vinculadas a generar consenso y llegar a la presidencia del partido. El último viernes estuvo en Paraná, Entre Ríos, protagonizando un capítulo de la gira que dio en llamar “Federalismo en tiempos libertarios”, en la que diagramó varias actividades para afianzar su candidatura.
“Necesitamos dejar de lado los celos, los personalismos, saber que tiene que ser una construcción colectiva. Tenemos que debatir en qué nos equivocamos. Tenemos que saber que hay compañeros que piensan de otra manera”, explicó en ese encuentro.
Además estuvo en Jujuy, Chaco, Entre Ríos y San Juan. Se reunió con la juventud sindical de la CGT, que le brindó su apoyo, y con el secretario general del sindicato de Camioneros, Hugo Moyano. Esta tarde encabezará una charla con militantes universitarios que se realizará en Matheu 130, la sede del partido que quiere gobernar. Pide que lo acompañen, que quiere ser uno de los motores que ponga al peronismo de pie.
La elección del PJ está agendada para el domingo 17 de noviembre. El 19 de octubre se vence el plazo para presentar las listas de candidatos. El PJ Nacional no tiene un padrón propio, sino que suma los padrones de todas las provincias del país y CABA. Cada sede local le envía el padrón al juzgado electoral. El 23 de septiembre el partido exhibirá el listado de afiliados de cada distrito.
En el río revuelto que hoy es el peronismo hay varios nombres que se mueven sin demasiado rumbo. No por responsabilidad de ellos, sino que la propia dirigencia es la que no tiene claridad sobre cuál es la mejor opción para relanzar la vida partidaria y revitalizar el sello de un partido que viene muy castigado por los reveses políticos, electorales y judiciales.
Entre los nombres que aparecen en la ruleta está el de Cristina Kirchner. Era improbable que no fuera de esa forma. La ex presidenta es la dirigente más importante del peronismo pero, al mismo tiempo, conduce solo a una parte del peronismo: el kirchnerismo. Ya no es como en el tiempo de su gobierno, donde todos eran tan kirchneristas como peronistas. De hecho, aseguraban que era lo mismo.
Esa diferencia es cada vez más profunda. Hay dos extremos para visibilizarlo. Desde los legisladores, intendentes y gobernadores que se definen como peronistas a secas, hasta el trabajo de los consultores más importantes del país, que en el comienzo del gobierno de Javier Milei empezaron a encontrar en el electorado una diferencia marcada entre kirchnerismo y peronismo no K. La gente los diferencia y los divide.
La ex presidenta fue empujada al centro de la escena pejotista por La Cámpora y los cristinistas de la primera hora. Los que ven en ella la solución a todos los problemas. Y aunque la ex mandataria nunca fue demasiado cercana al partido -lo visitó muy pocas veces en los últimos 20 años – la catapultaron como candidata a la conducción del PJ.
Los que enarbolan la bandera de su candidatura ven en CFK una figura potente, que puede arrastrar al partido a una vida más activa y que convertiría el espacio en una trinchera anti Milei en la antesala de las elecciones de medio término. “Cristina es la única que tiene la capacidad de conducir y el PJ necesita conducción”, sentenció un dirigente de largo recorrido en el camporismo.
En el entorno de la ex mandataria son cautos y dejan saber que, en principio, no tiene voluntad de asumir esa responsabilidad partidaria. Que lo que realmente le interesa es marcar las bases de un nuevo proyecto político electoral del peronismo. Insistir con la necesidad de que la fuerza política que integra se sumerja en discusiones sobre la reforma laboral, sanitaria y educativa, además de debatir con profundidad el alcance del Estado en la gestión y el modelo que quiere representar el peronismo.
“La presencia de Cristina ordenaría al partido y forzaría un consenso necesario”, indicó un ex funcionario de primera línea, de los que caminaban los pasillos de la Casa Rosada a menudo. La acción de forzar tiene una explicación. La ex presidenta no tiene consenso para llegar a la cima del partido, pero el tamaño y peso específico de su figura se impone frente a la de los demás. ¿O acaso alguien le podría decir a CFK que el año que viene no sea candidata a legisladora? No hay un freno real para una decisión que la involucre en el juego electoral. Sea cual sea la elección a disputar.
Lo cierto es que la ex mandataria tiene apoyo de la fuerza que conduce pero no junta lealtades afuera de esos límites. Incluso, aunque no se lo expresen directamente a ella, son muchos los dirigentes del interior que presionan para que se genere un armado interno en el peronismo, que tenga como fin último correr al kirchnerismo y debilitar la conducción de Cristina Kirchner.
La posible candidatura de la ex vicepresidenta parece dividir más que unir. Justo en una etapa donde el peronismo está lleno de grietas que podrían profundizarse en un abrir y cerrar de ojos. Además, no sería consecuente con su idea de darle lugar a las nuevas generaciones y renovar los debates del espacio político. Caras nuevas, discusiones nuevas. Esa es una cuenta más equilibrada.
Axel Kicillof parecería ser el candidato lógico, pero no lo es. Es el único precandidato presidencial que tiene el peronismo en su conjunto. Eso da por hecho que también es el único que tiene el kirchnerismo. Aparece en el horizonte como el sucesor natural de la ex mandataria y el dirigente K con más capacidad de recolectar votos. Sin embargo, no es la principal opción.
En el peronismo hay un consenso generalizado sobre las dificultades de Kicillof para conducir el PJ. ¿Cuáles? Una sola alcanza para marcar el camino de piedras que tiene por delante: su enfrentamiento con La Cámpora. Que Kicillof y Máximo Kirchner intercambien mensajes o que la agrupación ultra K tenga ministros en el gabinete bonaerense, no borra la interna que sacude al peronismo bonaerense. Los gestos de convivencia son solo eso. Nada más.
“Los pibes no van a dejar que Axel sea”, es la frase que se repite en la dirigencia peronista. En todos los sectores. En todas las franjas etarias. Hay unidad. Así como también hay algunas voces peronistas que sostienen que el camporismo bloqueó la llegada a la presidencia -en forma temporal – de Cristina Álvarez Rodríguez, actual vicepresidenta del partido y funcionaria del gobierno de Kicillof, solo para evitar que “haya alguien de Axel en el PJ”.
“Nadie le propuso ser candidato y él no está trabajando en eso. Pero si llega una propuesta, se analizará”, explicaron en el entorno del gobernador bonaerense.
El mandatario provincial tampoco conduce el PJ Bonaerense, que actualmente está en manos de Máximo Kirchner. En esos detalles es donde el grupo político que acompaña a Kicillof advierte que no hay una decisión clara en la fuerza política para que sea él el que se ponga al frente de una renovación y el inicio de un nuevo proceso político.
Más rezagados, pero con posibilidades, aparecen los nombres de Eduardo “Wado” de Pedro y Lucía Corpacci. El senador camporista, que fue candidato presidencial por un día, quedó bien parado en el mundo K. Desde ese momento su figura sobrevuela las proyecciones electorales del kirchnerismo. Lo mismo ocurre con otra integrante de la mesa chica de la agrupación, como lo es la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza. Son los dos perfiles que impulsa La Cámpora para alguna batalla electoral. Quizás el PJ Nacional. O el Bonaerense. Tal vez la gobernación de Buenos Aires. Hasta podría ser la presidencia de la nación. Todavía falta.
De Pedro aparece en el tablero como un dirigente con capacidad de hablar con todos los sectores y la expresión de una renovación etaria en la cúspide del PJ. Al mismo tiempo, por su lugar de pertenencia partidaria, acumula rechazos de sectores más tradicionales del peronismo, que aseguran que el kirchnerismo, en todas sus vertientes, debe entender que la gente se cansó de los ciclos políticos que gobernaron y que se pasó su tiempo para la conducción.
Lucía Corpacci se sube al tren de los nombres posibles por su pasado como ex gobernadora de Catamarca, su reputación en el norte grande y los buenos vínculos con sus compañeros del peronismo. La debilidad que hoy tiene es que está jugando desalineada de su gobernador, Raúl Jalil, un peronista que cultiva los buenos modales con el gobierno de Milei.
La presidencia del PJ está vacante. Hay nombres posibles, hay rosca activada, hay voluntades claras y hay necesidades lógicas. Falta que haya un punto de unidad entre todas las opiniones. Parece imposible, pero no lo es. La idea de competencia interna perdió mucha fuerza en los últimos meses. La mayoría piensa que el peronismo no está para inmiscuirse en una guerra de poder. Entonces, como casi siempre, se impone el camino a la unidad. Aunque duela, aunque cueste, aunque esté llena de falsos abrazos y pocas ilusiones.