Ángel Marcos, símbolo de Chacarita: del día que estuvo al borde de la muerte a cuando “bailó” a Beckenbauer
Ángel Alberto Marcos reside en Francia desde hace 54 años. El oriundo de Buenos Aires se fue a jugar a Nantes en 1972 y se adaptó rápidamente a las nuevas costumbres del país europeo, aunque mantiene algunas originarias de su tierra natal. “Hay costumbres de vida que quedan y otras que uno utiliza menos, pero que no faltan, como el asado y el queso y dulce, que es muy difícil de encontrar por acá”, remarca.
El ex delantero de 80 años vive junto a su esposa en Toulouse, no usa WhatsApp y se maneja por teléfono de línea, ya que no tiene celular. Todavía no se adaptó a las nuevas tecnologías, y en una charla íntima con Infobae, mezcla un poco el español con el francés, idioma que aprendió a los tres meses de haber llegado a tierras de Napoleón Bonaparte. “La última vez que estuve en Argentina fue terrible, porque no pude hablar mi idioma, ya que me olvidaba las palabras”, reconoce.
A los 24, Marcos debutó en Ferro, donde hizo las divisiones inferiores. En la Primera verdolaga, marcó dos goles en 16 partidos. En 1966 pasó a Nueva Chicago, pero jugó pocos encuentros. Eso sí: la rompió toda. Tuvo grandes actuaciones y solo cuatro gritos a la red le bastaron para dejar un buen recuerdo en Mataderos. En 1967, luego de atravesar una grave enfermedad, recaló en Chacarita Juniors, donde también brilló. “Estuve ocho días en coma y al borde de la muerte. Pensé que no iba a volver a jugar al fútbol”, revela uno de los máximos ídolos del Funebrero.
Su buen andar en el club de San Martín hizo que el entrenador de la selección argentina, Renato Cesarini, lo tenga en cuenta y lo convoque para jugar de puntero derecho. Integró el elenco nacional que fue eliminado por Perú en la clasificación para el Mundial 70. En 1969, ya como capitán del Funebrero, fue goleador y uno de los principales responsables de la obtención del primer, y único, título en Primera División. Dos temporadas después, recaló en el Nantes, donde se consagró campeón, al convertir 34 goles en 82 partidos. En 1977, llegó al Toulouse, donde también tuvo un gran éxito, con 86 partidos y 38 goles.
Tras su retiro, comenzó a hacer el curso de director técnico. Rápidamente, consiguió trabajo como orientador del Toulouse. Poco después, dirigió a La Rochelle, previo a conducir los equipos árabes Ismaily y Al Ain FC, pero decidió regresar a Francia. Desde 1999, entrenó al Niort, al Lorient y al Nantes. Cuando colgó el buzo de entrenador, se puso el traje de conductor de televisión, pero siempre se quedó con las ganas de dirigir a su Chacarita querido. “Nunca se presentó la posibilidad ni para discutir el proyecto”, asegura.
– ¿Qué es de su vida, Ángel?
– Mi vida es la de una persona de 80 años. Me la paso viajando en familia porque estoy jubilado. Yo paré todo, ya que desde hace 20 años que dejé de entrenar. Estuve en la televisión durante seis años, terminé todo y me jubilé. Así que ahora estoy libre y viviendo como un jubilado normal. Pero evidentemente veo fútbol de muy cerquita.
– ¿Qué función cumplía en la televisión?
– Tuve una emisión deportiva por la noche, y luego comentaba los partidos de Europa los martes, miércoles y jueves. Siempre vinculado al fútbol, porque era un programa dedicado a este deporte. Antes, estuve como entrenador en Francia durante mucho tiempo, por más de 20 años.
– ¿Surgió alguna vez la posibilidad de dirigir a su amado Chacarita Juniors?
– Desde hace 54 años que vivo en Francia y no lo pude hacer. Dirigir a un equipo de fútbol es algo muy serio, que demanda saber lo que pasa en un país no sólo a nivel futbolístico, sino cultural. Como me fui de Argentina hace mucho tiempo, me fue imposible dirigir a Chacarita, ya que tendría que haber regresado a vivir a Buenos Aires, aclimatarme mínimo dos años y empezar a conocer el fútbol argentino. Nunca se presentó la posibilidad, porque jugué hasta los 36, dirigí durante muchos años, luego hice televisión y cuando tuve tiempo libre, ya tenía casi 70 años. La ocasión no se presentó ni para discutir un proyecto. Hoy estoy viviendo el Toulouse.
– ¿Lo costó adaptarse a un país diferente al suyo?
– No sólo es diferente, sino que yo no hablaba ni una palabra de francés. Pero estoy muy sorprendido de haber aprendido el idioma local muy rápidamente. Tres meses después de haber llegado, hablaba bien francés y entendía prácticamente todo. Nos adaptamos tan bien a la vida junto a mi señora que sabíamos que si no había contratiempos íbamos a quedarnos el mayor tiempo posible en Francia. Encima, tuve la ocasión de que Nantes me propuso la ciudadanía francesa por servicios rendidos al club y fue un orgullo importante. Al mismo tiempo, no perdía la nacionalidad argentina. Después, con los años nos adaptamos tanto a esta vida que cuando volvemos a la Argentina a visitar familiares, soy un verdadero turista en mi país.
– ¿Conserva alguna costumbre argentina que adquirió en la infancia?
– Siempre hay costumbres de vida que quedan y otras que uno utiliza menos, pero que no faltan, como el asado, el queso y dulce, que es muy difícil de encontrar por acá. Además, no uso WhatsApp y me manejo por teléfono de línea, no tengo celular. No nos olvidemos que hace 54 años que estoy acá, tengo la doble nacionalidad y a veces tengo problemas con el idioma argentino. Soy argentino, ante todo. Pero los últimos 15 días que estuve en Argentina fueron terribles, porque no pude hablar mi idioma, ya que me olvidaba de las palabras. Pero cuando volví a Francia, los primeros días hablé bien español. Con mi esposa, tenemos familia en la Argentina, amigos, y obviamente a Chacarita.
– ¿Cómo se dio su llegada al Funebrero?
– Yo me formé en Ferro Carril Oeste desde chiquito. A los 10 años, ya había firmado en ese club. Tuve dos problemas con Ferro, el mejor club formador en ese momento. Había debutado de muy joven en Primera División y sufrí una enfermedad: tuve una úlcera perforada y me internaron. De tanto en tanto, sangraba y tenía que parar mi carrera por cuatro meses. Paraba y recomenzaba mi carrera. Hasta que en mi primer contrato tuve una discusión un poco desagradable con la dirigencia de Ferro y pedí irme a jugar a Nueva Chicago. Yo estaba preseleccionado en la selección argentina, pero jugaba poco en Ferro. Entonces, hice el esfuerzo necesario para ir a Nueva Chicago. Teníamos un buen equipo en Chicago, pero luego sufrí una hemorragia en un partido y me tuvieron que operar de urgencia. Estuve ocho días en coma y después las cosas empezaron a renacer.
– ¿Estuvo al borde de la muerte?
– Sí, estuve al borde de la muerte. Entonces, el presidente de Chacarita, Enrique Nader, vino a visitarme al hospital y me conmovió mucho. No me conocía y me dijo “no sabemos si vas a poder jugar, pero te seguimos desde cuando eras joven y quisiéramos que vengas a Chacarita. Así que aprovechamos esta ocasión porque si estuvieras en buenas condiciones físicas, no tendríamos la plata para comprarte”. Prácticamente de Ferro y Chicago me regalaron a Chacarita. Entonces, ni discutí el salario, porque cuando hay un gesto así para mí fue tan importante y extraordinario que ni peleé por el pasé, ni lo que iba a cobrar por mes. En Ferro me dejaron salir por poquita plata, ya que creían que no iba a seguir jugando y por suerte, me recuperé muy bien y rápido. Cuatro meses después de la operación, debuté en Chacarita.
– ¿Cómo hizo para reponerse tan rápido?
– A veces las cosas pasan de una manera que no hubiera imaginado que iba a pasar en Chacarita, no era mi destino. Después, las cosas pasan tan fortuitas que cambian la vida de una persona. Esa decisión de Nader de estar conmigo y de darme una nueva oportunidad para jugar, cambió mi vida. En 1967, pasamos un año muy buen en Chacarita jugando en la Primera División. En 1968 el equipo mostró calidad y cierto equilibrio.
– En 1969 pusieron a Chacarita Juniors bien arriba con el título obtenido en la máxima categoría.
– Ese título fue glorioso. Porque el sólo hecho de ser campeón en Argentina es una cosa considerable. Este equipo jugaba un fútbol extraordinario, con una técnica excepcional. Nosotros atacábamos todo el tiempo y le ganamos a Boca, River, Racing Club, Independiente, a todos. Fue un campeón que jugó muy buen fútbol.
¿Cómo jugaba ese Chacarita y a qué equipo contemporáneo se parecía?
– Ese equipo jugaba muy bien. Agarraba la pelota y no te la daba más. Salvando las distancias, se parecía al Barcelona de Guardiola o al Manchester City de ahora. En ese momento, todos hablaban de Estudiantes de La Plata, que el fútbol había cambiado y qué para ganar había que jugar muy físico, pero Chacarita demostró con su estilo que se podía ganar también. Por eso, este equipo marcó historia y le ganó a todo el mundo, jugando muy bien. Además, duró tres años, hasta 1971. Porque en 1970 perdimos la semifinal contra Boca Juniors y en el primer semestre del otro año, estuvimos con tres puntos de ventaja. Luego, Chacarita me vendió al exterior. Varias figuras fueron vendidas, y así y todo Chacarita terminó tercero.
– ¿Ese Chacarita le ganó al Bayer Munich por la Copa Gamper?
– Yo ya estaba jugando en Nantes, pero este club me tuvo que dejar ir, porque era el único internacional de Chacarita y cuando Barcelona nos había invitado para jugar ese torneo, los internacionales tenían que estar presentes. Así que Nantes me tuvo que prestar. Al Bayer le dimos un baile bárbaro. No agarraban la pelota. Los españoles que fueron a ver el partido cantaban ‘Chacarita, Chacarita’. Ese día a Beckenbauer le tiré tres caños. Müller se enojó con el técnico y salió antes de que terminara el partido, se fue de la cancha. No podían creer lo que estaba pasando. No éramos favoritos de ninguna manera, pero todo es posible cuando se juega a la pelota. Jugaban ocho futbolistas de la selección alemana que luego se consagraron campeones de Europa durante dos años seguidos.
– ¿Cuánto le costó cambiar su camiseta con Beckenbauer?
– Jugué tres veces contra él. Fue un jugador excepcional. Yo adoraba ese tipo de jugador, que corría toda la cancha, era un fenómeno con la pelota en los pies. Terminó el partido, luego del baile que le dimos, y siento que me tocan la espalda, y era Franz. Un poco en francés me dijo “hoy te doy mi camiseta” y todavía la conservo en Francia. Yo le di la mía, de Chacarita, pero no sé qué hizo con ella (risas). Fue una satisfacción extraordinaria cambiar la camiseta con uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol, sin dudas.